En un zócalo abarrotado, con miles de personas entusiasmadas testificando aquel momento histórico, Andrés Manuel López Obrador subió al templete en un acto de celebración con el que dio inicio su gobierno. Frente a representantes de los 68 pueblos indígenas y del pueblo afromexicano, haciendo uso de todos los simbolismos significativos, Andrés Manuel se comprometió con los pueblos indígenas del país a garantizar plenamente sus derechos; ese día, se convirtió en el primer presidente de México en recibir un bastón de mando. En otros territorios indígenas no fueron pocos quienes mostraron sorpresa o inconformidad por el uso político de un símbolo sagrado que representa la autoridad, la sabiduría y el equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza.
Sin embargo, quienes le entregaron el bastón de mando sabían que quien lo recibe es investido con el poder y la responsabilidad de guiar a su comunidad, lo hicieron desde el convencimiento genuino de tener un gobierno distinto que finalizaría con siglos de atropellos y discriminación ancestral. “Aquí está el bastón de mando, el símbolo con el que usted conducirá a nuestro pueblo. Queremos recordarle que deseamos ser tomados en cuenta en sus planes de estos 6 años”, le dijeron esperanzadas.
Mas allá del acto político y simbólico del 1 de diciembre de 2018, cabe destacar que en el Plan Nacional de Desarrollo (2019-2024), el gobierno federal se comprometió a reconocer y respetar las atribuciones y facultades que el marco legal del país le otorga a las comunidades indígenas y a sus instancias de decisión, y someterse a los fallos de los organismos e instrumentos internacionales de los que México es miembro y signatario, así como a impulsar la igualdad como principio rector y erradicar las prácticas discriminatorias que han perpetuado la opresión de sectores poblacionales enteros. Por otro lado, en este sexenio se creó el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas y se presentó el Programa Nacional de los Pueblos Indígenas, indicando que sus premisas fundamentales eran las de fortalecer los procesos de autonomía y formas de organización propias; consolidar sus formas de participación efectiva en el diseño, implementación y evaluación de las políticas públicas y programas de gobierno que les atañen y fomentar el aprovechamiento sostenible de sus tierras, territorios y recursos naturales, así como la distribución justa y equitativa de la riqueza, para combatir la lacerante pobreza y marginación en que se encuentran. 1
El Programa Nacional de los Pueblos Indígenas establece como su cuarto objetivo específico: Promover e impulsar el reconocimiento constitucional y legal de los derechos fundamentales de los Pueblos Indígenas y Afromexicano, de manera especial su carácter de sujetos de derecho público, armonizándolos con los instrumentos jurídicos internacionales en la materia y criterios jurisdiccionales. En cumplimiento de este objetivo, el INPI convocó a un proceso de consulta indígena; realizó con recursos públicos 54 foros de consulta en 27 entidades y uno con población migrante indígena que radica en Estados Unidos. Más de 20 mil autoridades municipales, agrarias y comunitarias de los pueblos indígenas y afromexicanos participaron en este proceso sin precedente. En el marco de la presentación del Plan de Justicia del pueblo Yaqui, la iniciativa de reforma fue entregada al presidente de la República en septiembre de 2021, 2 al recibirla, se comprometió a revisarla y enviarla al Poder Legislativo, lo cual no ha sucedido; luego de su entrega formal, la propuesta de reforma se canalizó a la Consejería Jurídica de la Presidencia, donde permanece estancada.
Mientras tanto, la falta de una reforma constitucional indígena y la falta de mecanismos para el ejercicio de los derechos colectivos y la verdadera protección de sus territorios implica para las comunidades y las personas defensoras indígenas un arduo trabajo de organización y resistencia que les coloca en máximo peligro y vulnerabilidad; por ejemplo, la Oficina en México del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos (ONU-DH) ha registrado desde 2019 al menos 46 casos de personas defensoras indígenas (43 hombres y 3 mujeres) que fueron asesinadas o desaparecidas con un posible vínculo con su labor de defensa, lo que constituye casi el 30 % de todos los casos de personas defensoras de derechos humanos asesinadas o desaparecidas que ha conocido la ONU-DH México en dicho periodo. Actualmente ocho de las víctimas continúan desaparecidas. 3
De no presentar la propuesta de reforma constitucional en materia indígena, el presidente Andrés Manuel López Obrador estaría defraudando el compromiso que hizo con los pueblos originarios y violentando la buena fe con la que miles de representantes y autoridades indígenas participaron en el proceso de consulta para la construcción de dicha iniciativa. Este 9 de agosto de 2023, en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, se esperaba que el Ejecutivo Federal anunciara la fecha de presentación al Congreso, lo cual no sucedió; lo que hizo el presidente fue firmar un decreto que ordena reconocer, proteger y salvaguardar los lugares sagrados y rutas de peregrinación de los pueblos indígenas de Jalisco, Nayarit, Durango y San Luis Potosí y declaró: “Por una cuestión de principios, mi gobierno ha tomado la decisión de reconocer y proteger las culturas y valores espirituales de nuestros pueblos, que son el corazón del México profundo y la verdad más íntima de nuestra patria”. 4 No es suficiente salvaguardar los lugares sagrados por medio de decretos presidenciales, los pueblos y comunidades exigen su reconocimiento constitucional como sujetos de derecho público, garantizar plenamente sus derechos a la libre determinación y la autonomía que incluye la protección de sus territorios y sus bienes naturales. Es impostergable que el presidente cumpla su palabra y envíe al Congreso la iniciativa de reforma constitucional en materia indígena para su discusión y aprobación.
* Maira Olivo es investigadora de Territorio, Derechos y Desarrollo de @FundarMexico.
[1] Disponible en Programa Nacional de los Pueblos Indígenas 2018-2024. México. | INPI | Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas | Gobierno | gob.mx (www.gob.mx)
Hay una ira creciente por la poca ayuda que llega a las ciudades y pueblos de las montañas del Atlas.
El bebé de Khadija aún no tiene nombre y su primer hogar es una tienda de campaña junto a la carretera.
Nació minutos antes de que se produjera el mortífero terremoto del viernes por la noche en Marruecos.
Aunque Khadija y su hija salieron ilesas, el hospital de Marrakech donde se encontraban fue evacuado. Tras una rápida revisión, les pidieron que se marcharan apenas tres horas después del nacimiento.
“Nos dijeron que teníamos que irnos por miedo a las réplicas”, explicó.
El sismo de magnitud 6,8 sacudió el centro del país, con epicentro a 71 kilómetros de la turística Marrakech. Por ahora se cuentan más de 2.100 personas fallecidas en una decena de provincias y el número de heridos ha ascendido a más de 2.420. Unos 20 minutos después hubo una réplica de magnitud 4,9.
Con su recién nacida en brazos, Khadija y su marido intentaron tomar un taxi a primera hora del sábado para ir a su casa de Taddart, en la cordillera del Atlas, a unos 65 kilómetros de Marrakech.
Pero de camino se encontraron con que las carreteras estaban bloqueadas por corrimientos de tierra y sólo llegaron hasta el pueblo de Asni, a unos 15 kilómetros de su destino final.
Desde entonces, la familia vive en una tienda de campaña básica que han logrado construir junto a la carretera principal.
“No he recibido ninguna ayuda ni asistencia de las autoridades”, nos dijo, sosteniendo a su bebé mientras se protegía del sol bajo un endeble trozo de lona.
“Pedimos mantas a algunas personas de este pueblo para tener algo con lo que taparnos. Sólo tenemos a Dios”.
Khadija nos contó que sólo tiene un conjunto de ropa para el bebé.
Amigos de su ciudad natal les han contado que su casa está muy dañada y no saben cuándo podrán tener un lugar adecuado donde alojarse.
Cerca del lugar donde Khadija acampa, la frustración crece a medida que pasan los días y apenas llega ayuda a los pueblos y aldeas de las zonas montañosas al sur de Marrakech.
En Asni, a solo 50 kilómetros de Marrakech, la gente dice que necesita ayuda urgente.
Un grupo de gente enfadada rodeó a un reportero local y le arrojaron sus frustraciones: “No tenemos comida, no tenemos pan ni verduras. No tenemos nada”.
El reportero, en el centro de la multitud, tuvo que ser escoltado y llevado lejos por la policía, mientras la gente aún lo seguía, desesperada e intentando desahogar su ira.
“Nadie ha venido a nosotros, no tenemos nada. Sólo tenemos a Dios y al rey”, dijo un hombre de la multitud que no quiso dar su nombre.
Desde el terremoto vive al margen de la carretera principal del pueblo con sus cuatro hijos. Su casa sigue en pie, pero todas las paredes están muy agrietadas y tienen demasiado miedo para quedarse allí.
Han conseguido volver y coger algunas mantas, lo único que ahora tienen para dormir.
En un momento, un camión pasó entre la multitud. Algunas personas intentaron hacerle señas, esperando desesperadamente que les dejara suministros. Pero el camión siguió su camino, seguido de abucheos.
Algunos dicen que han recibido tiendas de campaña de las autoridades, pero no hay suficientes para todos.
Cerca de allí está Mbarka, otra persona que vive en una tienda de campaña. Nos guió por las calles laterales hasta su casa, en la que ya no puede vivir.
“No tengo medios para reconstruir la casa. De momento, sólo nos ayuda la gente de la zona”, nos contó.
Vivía allí con sus dos hijas, su yerno y tres nietos.
Cuando su casa empezó a temblar, salieron corriendo y casi fueron alcanzados por el derrumbe de una casa mucho más grande que empezó a deslizarse colina abajo.
“Creemos que el gobierno ayudará, pero hay 120 pueblos en la zona”, dijo su yerno Abdelhadi.
Con tanta gente necesitada de ayuda, un gran número de personas tendrá que esperar más tiempo para recibir asistencia.