En días pasados el presidente manifestó en su conferencia mañanera que su gobierno trabajará para sacar adelante la reforma constitucional pendiente sobre derechos de los pueblos indígenas y afromexicanos. La declaración surge en respuesta expresa a un periodista quien preguntó al mandatario qué hará su administración para presentar dicha reforma.
Y es que a casi dos años de habérsele hecho entrega en mano al jefe del Ejecutivo de la propuesta de iniciativa por parte de autoridades de la Tribu Yaqui, en Vicam, Sonora, el 28 de septiembre de 2021, ésta sigue paralizada en la Consejería Jurídica de la Presidencia.
Cabe recordar que no estamos hablando de una iniciativa cualquiera, elaborada por tres o cuatro personas servidoras públicas en las oficinas de una secretaria de gobierno. Por el contrario, esta propuesta se construyó con una participación significativa de pueblos y comunidades en más de 50 foros de consulta y 64 asambleas regionales de seguimiento en todo el país, en los cuales se logró recabar, además, 630 mil firmas de representantes e integrantes de la población indígena y afromexicana.
Como resultado de esta construcción participativa, dotada de una gran legitimidad, salió una propuesta ambiciosa que busca rescatar del olvido los compromisos pendientes asumidos por el Estado Mexicano tras los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, producto del levantamiento zapatista de 1994. También se incorporan los contenidos más relevantes de los instrumentos internacionales en materia de pueblos indígenas.
La propuesta de reforma contempla una modificación de 16 artículos del texto constitucional. Entre los temas sobresalientes aparece el reconocimiento de los pueblos como “sujetos de derecho público”, lo que revierte la visión colonial de considerarles “entidades de interés público” necesitadas del tutelaje del Estado para poder validar o completar sus actos de autoridad, como si los pueblos y comunidades no tuviesen la capacidad jurídica suficiente. ¿Cuántos siglos más serán necesarios para que el Estado mexicano comprenda que los pueblos son sujetos colectivos en plenitud de facultades que han ejercido ancestralmente y siguen desarrollando sus formas propias de vida política, social y económica? Revertir esta condición de minoría de edad es una de sus demandas fundamentales y la reforma lo plantea.
Otro aspecto recogido, de suma importancia, son las garantías para el ejercicio de la libre determinación, a través del reconocimiento –cuando menos– de tres formas de autonomía indígena: comunitaria, municipal y regional. Lo que configuraría un “cuarto nivel de gobierno” (el indígena), adicional a los heredados de la colonia, por medio del cual las instancias representativas de los pueblos pueden ejercer el autogobierno, la aplicación de sus sistemas normativos y de seguridad propia, al mismo nivel que las estructuras de gobierno del Estado. De tal forma que se promueve una relación de coordinación en condiciones de igualdad y no de subordinación entre el Estado y los pueblos. Asimismo, se aseguran las partidas presupuestales para garantizar las diversas formas de autonomía indígena existentes.
Por último, cabe destacar el reconocimiento integral que se otorga al derecho al territorio a través de las distintas formas de propiedad y posesión colectiva de los pueblos y comunidades, lo cual les posibilita un mayor control territorial y mejores mecanismos para la defensa de sus territorios y bienes comunes. El cual es un tema medular en un contexto donde los pueblos indígenas continúan poniendo sus vidas para proteger sus territorios frente a la violencia desatada por la imposición de megaproyectos privados o públicos.
Sin embargo, ni el compromiso adoptado por este gobierno con los pueblos, autoridades indígenas y afromexicanas que participaron en los foros y asambleas de consulta, ni la urgente necesidad de transformar de fondo la relación aún colonial entre los pueblos y el Estado mexicano parecen razones suficientes para las instancias encargadas de enviar la iniciativa al Congreso. ¿Qué más argumentos necesitan Lenia Batres, titular de la Consejería Jurídica de la Presidencia; Luisa María Alcalde, Secretaría de Gobernación, y el director del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas, Adelfo Regino, para cumplir con su obligación? ¿Acaso los pueblos indígenas no eran los primeros?
Como exigió la Alianza por la Libre Determinación y la Autonomía (ALDEA), “A poco más de un año de concluir su mandato, es indispensable que el presidente López Obrador cumpla con su promesa de “primero los pueblos indígenas” y ordene la presentación al Poder Legislativo de la Reforma Constitucional. De no hacerlo, será una mancha imborrable de su sexenio que no hará más que profundizar la discriminación hacia los pueblos originarios”.
* Edmundo del Pozo es coordinador del programa de Territorio, Derechos y Desarrollo de @FundarMexico.
Hay una ira creciente por la poca ayuda que llega a las ciudades y pueblos de las montañas del Atlas.
El bebé de Khadija aún no tiene nombre y su primer hogar es una tienda de campaña junto a la carretera.
Nació minutos antes de que se produjera el mortífero terremoto del viernes por la noche en Marruecos.
Aunque Khadija y su hija salieron ilesas, el hospital de Marrakech donde se encontraban fue evacuado. Tras una rápida revisión, les pidieron que se marcharan apenas tres horas después del nacimiento.
“Nos dijeron que teníamos que irnos por miedo a las réplicas”, explicó.
El sismo de magnitud 6,8 sacudió el centro del país, con epicentro a 71 kilómetros de la turística Marrakech. Por ahora se cuentan más de 2.100 personas fallecidas en una decena de provincias y el número de heridos ha ascendido a más de 2.420. Unos 20 minutos después hubo una réplica de magnitud 4,9.
Con su recién nacida en brazos, Khadija y su marido intentaron tomar un taxi a primera hora del sábado para ir a su casa de Taddart, en la cordillera del Atlas, a unos 65 kilómetros de Marrakech.
Pero de camino se encontraron con que las carreteras estaban bloqueadas por corrimientos de tierra y sólo llegaron hasta el pueblo de Asni, a unos 15 kilómetros de su destino final.
Desde entonces, la familia vive en una tienda de campaña básica que han logrado construir junto a la carretera principal.
“No he recibido ninguna ayuda ni asistencia de las autoridades”, nos dijo, sosteniendo a su bebé mientras se protegía del sol bajo un endeble trozo de lona.
“Pedimos mantas a algunas personas de este pueblo para tener algo con lo que taparnos. Sólo tenemos a Dios”.
Khadija nos contó que sólo tiene un conjunto de ropa para el bebé.
Amigos de su ciudad natal les han contado que su casa está muy dañada y no saben cuándo podrán tener un lugar adecuado donde alojarse.
Cerca del lugar donde Khadija acampa, la frustración crece a medida que pasan los días y apenas llega ayuda a los pueblos y aldeas de las zonas montañosas al sur de Marrakech.
En Asni, a solo 50 kilómetros de Marrakech, la gente dice que necesita ayuda urgente.
Un grupo de gente enfadada rodeó a un reportero local y le arrojaron sus frustraciones: “No tenemos comida, no tenemos pan ni verduras. No tenemos nada”.
El reportero, en el centro de la multitud, tuvo que ser escoltado y llevado lejos por la policía, mientras la gente aún lo seguía, desesperada e intentando desahogar su ira.
“Nadie ha venido a nosotros, no tenemos nada. Sólo tenemos a Dios y al rey”, dijo un hombre de la multitud que no quiso dar su nombre.
Desde el terremoto vive al margen de la carretera principal del pueblo con sus cuatro hijos. Su casa sigue en pie, pero todas las paredes están muy agrietadas y tienen demasiado miedo para quedarse allí.
Han conseguido volver y coger algunas mantas, lo único que ahora tienen para dormir.
En un momento, un camión pasó entre la multitud. Algunas personas intentaron hacerle señas, esperando desesperadamente que les dejara suministros. Pero el camión siguió su camino, seguido de abucheos.
Algunos dicen que han recibido tiendas de campaña de las autoridades, pero no hay suficientes para todos.
Cerca de allí está Mbarka, otra persona que vive en una tienda de campaña. Nos guió por las calles laterales hasta su casa, en la que ya no puede vivir.
“No tengo medios para reconstruir la casa. De momento, sólo nos ayuda la gente de la zona”, nos contó.
Vivía allí con sus dos hijas, su yerno y tres nietos.
Cuando su casa empezó a temblar, salieron corriendo y casi fueron alcanzados por el derrumbe de una casa mucho más grande que empezó a deslizarse colina abajo.
“Creemos que el gobierno ayudará, pero hay 120 pueblos en la zona”, dijo su yerno Abdelhadi.
Con tanta gente necesitada de ayuda, un gran número de personas tendrá que esperar más tiempo para recibir asistencia.