Este año, ONU Mujeres estableció que el tema central del Día Internacional de la Mujer sería “Por un mundo digital inclusivo: Innovación y tecnología para la igualdad de género”. No podía estar más a favor.
Hoy la brecha digital es uno de los mayores lastres para el desarrollo de las mujeres y para la construcción de un mundo incluyente, igualitario y con las mismas oportunidades para todas y todos. De acuerdo con el Gender Snapshot 2022, la brecha digital de género le ha costado un billón de dólares al PIB de los países de bajos ingresos en los últimos diez años y si las condiciones no cambian, para 2025 (en dos años) aumentará 1.5 billones. El desperdicio de talento y la marginación nos afectan como sociedad, no sólo a las mujeres.
Estar al margen de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) hoy, y específicamente de internet, tiene un costo en términos de desarrollo, inclusión, participación política y democrática para las mujeres. Se dice fácil, pero vivir al margen de las TIC en la sociedad de la información y en un mundo hiperconectado no es sólo una ironía, es una desventaja que le quita posibilidades de construir un futuro distinto y de posibilidades a millones de mujeres y niñas.
A nivel global, 48 % de las mujeres tienen acceso a internet frente al 58 % de los hombres. ¿Las razones? Son diversas, desde la falta de infraestructura, pasando por los costos hasta la movilidad. En muchos lugares el acceso a internet sólo es posible a través de quioscos digitales o cafés internet y las mujeres no tienen o la posibilidad de desplazarse, o carecen de recursos o simplemente…. no tienen tiempo. Mientras las mujeres sigan dedicando 3 veces más horas al trabajo doméstico no remunerado que los hombres, estas diferencias y sus consecuencias difícilmente cambiarán. En México, las mujeres dedican 50 horas a la semana a estas labores frente a 20 horas dedicadas por los hombres. En otras palabras, invierten casi una jornada laboral diaria en este trabajo y no reciben ni paga ni reconocimiento alguno. Esto representa el 25% aproximado del PIB nacional. Dicho de otra forma, las mujeres estamos subsidiando la economía y no tenemos las mismas posibilidades de desarrollo y crecimiento que los hombres.
Tomando nada más el caso del uso del tiempo aunado a la brecha digital de género vemos como se construye de manera cotidiana una desigualdad creciente. La siguiente pregunta es: ¿una vez que las mujeres tienen acceso a la tecnología, qué hacen con ella? Tener acceso digital debe implicar no sólo poder subir fotos de su familia a internet, debería significar la posibilidad de usar esta herramienta para aprender, iniciar o potenciar un negocio que les permita generar ingresos en la economía formal y tener autonomía e independencia económica, acceso a la salud y la posibilidad de informarse, tomar decisiones y participar políticamente y construir redes de apoyo y sororidad. Estas son, entre muchas otras, las posibilidades que el acceso digital le daría a las mujeres y las niñas y son las oportunidades que la brecha digital de género les quita.
Debe destacarse también el hecho de que las niñas en áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) tienen una participación muy limitada. Las mujeres representan tan sólo el 28 % de la fuerza laboral en estas áreas lo que implica que están marginadas de las áreas de mayor crecimiento y de los trabajos mejor remunerados actualmente y en los próximos años. Esto también se debe a muchos factores: desde los estereotipos en la educación (pensar que existen carreras para niñas y niños), hasta la falta de educación en habilidades básicas para participar en estas esferas, pasando por la falta de mujeres modelos a seguir en estas áreas y la invisibilización de aquellas que participan en estos campos y ni qué decir de programas de estudio adecuados a una nueva realidad. Hay pocos incentivos para que las niñas se interesen en esto y faltan aún acciones y compromisos para promover su participación, educación y experiencia en este terreno.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, después de la pandemia los datos respecto a la igualdad de género dieron un salto (mortal) hacia atrás: pasamos de la cifra -nada feliz- de tener que esperar 80 años para alcanzar la igualdad de género en el mundo a 136 para lograrla.
Queridas y queridos lectores, ni ustedes ni yo vamos a estar vivos para verla y lo que sí seguiremos viendo es que la pobreza seguirá teniendo rostro de mujer y que frente a un mundo que cambia todos los días siguen faltando compromisos que se reflejen en presupuestos, programas, acciones y políticas suficientes para acortar esta brecha.
No, no es suficiente con decir discursos conmovedores el 8 de marzo de cada año y poner luces moradas que iluminen los edificios. Son necesarios compromisos en serio para acabar con la brecha digital de género y con todas las brechas que cotidianamente limitan las posibilidades de crecimiento, desarrollo y ejercicio de los derechos de las mujeres y niñas.
Apostemos no sólo por la innovación y la tecnología para la igualdad de género, apostemos para que los 365 días del año sean días de compromiso para acabar con la desigualdad.
Hay una ira creciente por la poca ayuda que llega a las ciudades y pueblos de las montañas del Atlas.
El bebé de Khadija aún no tiene nombre y su primer hogar es una tienda de campaña junto a la carretera.
Nació minutos antes de que se produjera el mortífero terremoto del viernes por la noche en Marruecos.
Aunque Khadija y su hija salieron ilesas, el hospital de Marrakech donde se encontraban fue evacuado. Tras una rápida revisión, les pidieron que se marcharan apenas tres horas después del nacimiento.
“Nos dijeron que teníamos que irnos por miedo a las réplicas”, explicó.
El sismo de magnitud 6,8 sacudió el centro del país, con epicentro a 71 kilómetros de la turística Marrakech. Por ahora se cuentan más de 2.100 personas fallecidas en una decena de provincias y el número de heridos ha ascendido a más de 2.420. Unos 20 minutos después hubo una réplica de magnitud 4,9.
Con su recién nacida en brazos, Khadija y su marido intentaron tomar un taxi a primera hora del sábado para ir a su casa de Taddart, en la cordillera del Atlas, a unos 65 kilómetros de Marrakech.
Pero de camino se encontraron con que las carreteras estaban bloqueadas por corrimientos de tierra y sólo llegaron hasta el pueblo de Asni, a unos 15 kilómetros de su destino final.
Desde entonces, la familia vive en una tienda de campaña básica que han logrado construir junto a la carretera principal.
“No he recibido ninguna ayuda ni asistencia de las autoridades”, nos dijo, sosteniendo a su bebé mientras se protegía del sol bajo un endeble trozo de lona.
“Pedimos mantas a algunas personas de este pueblo para tener algo con lo que taparnos. Sólo tenemos a Dios”.
Khadija nos contó que sólo tiene un conjunto de ropa para el bebé.
Amigos de su ciudad natal les han contado que su casa está muy dañada y no saben cuándo podrán tener un lugar adecuado donde alojarse.
Cerca del lugar donde Khadija acampa, la frustración crece a medida que pasan los días y apenas llega ayuda a los pueblos y aldeas de las zonas montañosas al sur de Marrakech.
En Asni, a solo 50 kilómetros de Marrakech, la gente dice que necesita ayuda urgente.
Un grupo de gente enfadada rodeó a un reportero local y le arrojaron sus frustraciones: “No tenemos comida, no tenemos pan ni verduras. No tenemos nada”.
El reportero, en el centro de la multitud, tuvo que ser escoltado y llevado lejos por la policía, mientras la gente aún lo seguía, desesperada e intentando desahogar su ira.
“Nadie ha venido a nosotros, no tenemos nada. Sólo tenemos a Dios y al rey”, dijo un hombre de la multitud que no quiso dar su nombre.
Desde el terremoto vive al margen de la carretera principal del pueblo con sus cuatro hijos. Su casa sigue en pie, pero todas las paredes están muy agrietadas y tienen demasiado miedo para quedarse allí.
Han conseguido volver y coger algunas mantas, lo único que ahora tienen para dormir.
En un momento, un camión pasó entre la multitud. Algunas personas intentaron hacerle señas, esperando desesperadamente que les dejara suministros. Pero el camión siguió su camino, seguido de abucheos.
Algunos dicen que han recibido tiendas de campaña de las autoridades, pero no hay suficientes para todos.
Cerca de allí está Mbarka, otra persona que vive en una tienda de campaña. Nos guió por las calles laterales hasta su casa, en la que ya no puede vivir.
“No tengo medios para reconstruir la casa. De momento, sólo nos ayuda la gente de la zona”, nos contó.
Vivía allí con sus dos hijas, su yerno y tres nietos.
Cuando su casa empezó a temblar, salieron corriendo y casi fueron alcanzados por el derrumbe de una casa mucho más grande que empezó a deslizarse colina abajo.
“Creemos que el gobierno ayudará, pero hay 120 pueblos en la zona”, dijo su yerno Abdelhadi.
Con tanta gente necesitada de ayuda, un gran número de personas tendrá que esperar más tiempo para recibir asistencia.