Leí hace unos días la Conferencia Magistral de Marta Peirano en el INE , Democracia y redes sociales, que tuvo lugar en el 2021 y me parece de enorme vigencia la discusión que propone (aquí se encuentra la versión escrita).
En una democracia las conversaciones incómodas son necesarias y, sin duda alguna, Marta Peirano propone una conversación de esta naturaleza. México y muchos países necesitan hoy muchas conversaciones incómodas para defender y fortalecer su democracia y necesitan, sobre todo eso: conversaciones.
Sí, necesitamos conversaciones y no monólogos.
Necesitamos intercambiar, discutir, analizar ideas y visiones y dejar atrás los soliloquios, las noticias falsas y los sermones.
La gran pregunta después de escuchar a la periodista española es: ¿cómo fortalecer la democracia en los tiempos del algoritmo? ¿Cómo hacerlo después de Cambridge Analytica? ¿Cómo hacerlo después de que se ha documentado perfectamente cómo se vieron afectadas las elecciones de Estados Unidos a través de las redes sociales y del factor ruso en el proceso electoral y que puede repetirse -y ha sucedido- en otros países? ¿Qué es necesario para debatir, defender las instituciones democráticas y construir una cultura ciudadana que cuestione, dialogue y esté dispuesta a contrapuntear posiciones diversas cuando la ciudadanía se ha acostumbrado en pocos años a “dialogar” a tuitazos y a no escuchar?
Hasta antes de las redes sociales, la autora plantea que vivíamos en un mundo diverso pero de realidades compartidas, en la que los medios de comunicación daban visiones diferentes sobre los mismos hechos. Las redes sociales, que son en realidad empresas privadas que brindan el servicio de proporcionar un espacio para compartir información, han cambiado el juego.
Pasamos de la ilusión de la Primavera Arabe en 2010 (¿quién no recuerda la emoción de saber el papel que jugaron las y los tuiteros en la caída de los regímenes autoritarios de la región y la famosa frase: “La revolución será tuiteada”?) al escándalo Facebook- Cambridge Analyitica tan sólo ocho años después.
Quienes nos visualizamos como evangelistas digitales hace una década e imaginamos la inclusión digital, la eliminación de la brecha digital de género, internet como el gran homologador y facilitador del diálogo global y de la herramienta para visibilizar la diversidad del mundo y las infinitas realidades de quienes lo habitamos, hoy nos encontramos escuchando y en profunda reflexión observando que a la par se ha construido una realidad excluyente y polarizante. Y eso que cuando la autora presentó su conferencia aún no hablábamos de la inteligencia artificial como lo hacemos a partir de este año.
De la utopía pasamos en un suspiro a la distopía. La promesa de una conversación incluyente que conectara a las mujeres y a los hombres para encontrar respuestas compartidas en las redes sociales se convirtió en algo diametralmente opuesto. Hoy vivimos una realidad a la que denominamos con el mismo nombre, pero que para cada persona representa un contenido diametralmente distinto en función de la información que recibe. Esta información es recibida principalmente mediante las redes sociales y está definida por el algoritmo que le brinda a cada usuaria y usuario aquello que es afín a sus gustos e intereses y que le aleja por completo de la visión, contenidos y discusiones de quienes piensan de manera diametralmente opuesta a ellas y ellos. Construimos una realidad cotidiana que excluye intrínsecamente a las otras voces y otros ángulos.
Los votos y las preferencias políticas se establecen en un mundo de mucho ruido y poca conversación; de acalorados enfrentamientos y de monólogos simultáneos; de noticias falsas y falseadas y realidades inventadas o descontextualizadas. Peor aún, hay países en los que se toman decisiones de política pública en función de esto y de ocurrencias que pueden tuitearse y no de información fidedigna y de análisis de fondo, pero esa discusión amerita otro espacio.
Me quedo con la reflexión que la ponente hace al final y agrego preguntas a las que ella plantea:
Ahora, más que nunca, lo digital es político y el gran diferenciador en este momento -como siempre ha sido, pero hemos pensado en la tecnología como un fin y no como un medio- es la variable humana.
Me atrevo ante esta realidad y este reto, a dejar la conversación en puntos suspensivos para que retomemos el diálogo.
Las muestras del asteroide Bennu que recolectó la sonda Osiris-Rex podrían dar indicios sobre cómo se inició la vida en la Tierra.
Este domingo, la cápsula Osiris-Rex de la Nasa atravesó la atmósfera de la Tierra a unas 15 veces la velocidad de la bala de un rifle.
A esas velocidades, se convirtió en una bola de fuego en el cielo, pero un escudo contra el calor y un paracaídas frenaron el descenso, convirtiéndolo en un suave aterrizaje en el desierto de Utah, en EE.UU.
La cápsula trae un cargamento precioso: un puñado de polvo recolectado del asteroide Bennu, una roca espacial del tamaño de una montaña que puede darnos información clave para responder a una de las preguntas más profundas para los humanos: ¿de dónde venimos?
“Cuando tengamos los 250 g del asteroide Bennu, estaremos viendo material que existía antes que existiera nuestro planeta, incluso algunos granos podrían ser más viejos que nuestro sistema solar”, dice el profesor Dante Lauretta, investigador principal de la misión.
“Estamos tratando de rastrear nuestros inicios. ¿Cómo se formó la Tierra y por qué es un lugar habitable? ¿De dónde viene toda el agua de nuestros océanos? ¿de dónde viene todo el aire que existe en nuestra atmósfera? Y de manera más importante, ¿cuál es la fuente de todas las moléculas orgánicas que componen la vida en la Tierra?”.
La creencia que prevalece es que muchos de los componentes clave para la vida llegaron a nuestro planeta durante una época muy temprana de la historia de la Tierra en una lluvia de meteoritos, muchos de ellos a lo mejor parecidos a Bennu.
La travesía para conseguir los fragmentos de Bennu comenzó en 2016, cuando la NASA lanzó la nave Osiris Rex hacia el objeto de 500 metros de diámetro.
Le tomaría dos años en llegar al cuerpo rocoso y otros dos años más se dedicaron a cartografiarlo, antes de que el equipo de la misión pudiera identificar con confianza un lugar en la superficie de la piedra espacial en el que recoger una muestra de “tierra”.
Alguien clave a la hora de tomar esa decisión fue la leyenda británica del rock y astrofísico Brian May. El guitarrista de Queen es un experto en mapeo de imágenes estéreo.
Tiene la habilidad de alinear dos imágenes con diferentes ángulos de un mismo objeto para dar un sentido de perspectiva, formando una escena 3D. Él y su colaboradora Claudia Manzoni hicieron esto para elaborar la lista final de lugares en Bennu en los que recoger muestras. Ellos definieron los lugares más seguros para el acercamiento.
El momento de la captura de la muestra, el 20 de octubre de 2020, fue increíble.
Osiris Rex descendió hasta el asteroide, sosteniendo su mecanismo de agarre al final de un palo de 3 metros de longitud.
La idea era darle un golpe a la superficie de la roca y, al mismo tiempo, soltar un soplido de gas de nitrógeno para levantar polvo. Pero lo que ocurrió después fue un shock.
Cuando el mecanismo hizo contacto, la superficie se partió como un fluido. Para cuando el gas se disparó, el disco ya estaba 10 cm por debajo. La presión del nitrógeno abrió un agujero de 8 mts de diámetro. El material voló por todos lados, pero lo importante es que parte cayó en la cámara de recolección.
Así que aquí estamos. Osiris-Rex entregó la muestra del asteroide Bennu al final de lo que ha sido un viaje de ida y vuelta de siete años y de 7 mil millones de kilómetros.
La cámara será llevada al Centro Espacial Johnson, en Texas, donde se ha construido un cuarto especial dedicado al análisis de las muestras.
El doctor Ashley King del Museo de Historia Natural (NHM) de Londres, será uno de los primeros en poner sus guantes sobre el material. Forma parte del equipo “mirada rápida”, que será el que haga el análisis inicial.
“Traer muestras de un asteroide no es algo que hagamos muy a menudo. Así que quieres hacer esas mediciones iniciales y quieres hacerlas muy bien”, dice. “Es muy emocionante”.
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La Nasa ve al asteroide Bennu como la roca más peligrosa del sistema solar. Su trayectoria en el espacio hace que sea el asteroide con mayores probabilidades de impactar a la Tierra del que se tenga conocimiento.
Pero no hay que asustarse, las probabilidades son muy bajas, parecidas a que lances una moneda al aire y te salga cara once veces seguidas. Y un impacto no ocurriría el próximo siglo.
Bennu seguramente tenga agua, y bastante: al menos el 10% de su peso, y toda en sus minerales. Los científicos intentarán ver si las proporciones de los distintos tipos de átomos de hidrógeno en esta agua es parecida a la de los océanos de la Tierra.
Si, como creen algunos expertos, la Tierra temprana estaba tan caliente que perdió gran parte de su agua, el encontrar una coincidencia de H2O en Bennu podría impulsar la idea de que un bombardeo posterior de asteroides tuvo gran relevancia en darles volumen a nuestros océanos.
También es posible que Bennu contenga entre 5% y 10% de su peso en carbono. Aquí radica gran parte del interés. Como sabemos, nuestro planeta se basa en la química orgánica. Al igual que el agua, ¿habrán llegado las moléculas desde el espacio para que empezara la biología en la joven Tierra?
“Uno de los primeros análisis que se les harán a las muestras incluirá hacer un inventario de todas las moléculas basadas en carbono que contenga”, dice la profesora Sara Russell.
“Sabemos, a través de estudiar meteoritos, que los asteroides probablemente contienen distintas moléculas orgánicas. Pero en los meteoritos, muchas veces están bastante contaminadas, así que estas muestras nos dan una oportunidad de descubrir realmente cuáles son los componentes orgánicos prístinos de Bennu”.
El profesor Lauretta agrega: “De hecho, nunca hemos buscado en los meteoritos los aminoácidos de las proteínas por este problema de la contaminación. Así que creemos que realmente vamos a avanzar en nuestro entendimiento de lo que llamamos la ‘hipótesis de entrega exógena’, la idea que estos asteroides fueron la fuente de los bloques fundacionales de la vida”.
Reportería adicional de Rebecca Morelle, Alison Francis y Kevin Church
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