¿Cómo serían el mundo y la historia si las niñas y las mujeres hubieran participado más en la ciencia y si se hubiera hecho visible su colaboración desde el inicio?
El próximo 11 de febrero es el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia y es un buen momento no sólo para recordar a las científicas famosas, sino para impulsar a las niñas de hoy a estudiar carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y abrirles la posibilidad de desarrollarse en otras áreas y transformar no sólo sus vidas, sino la historia y el mundo.
¿A quiénes de ellas conoces?
Seguramente a Ada Lovelace, a Marie Curie y a Jane Goodall. Todas las demás han dejado huella en la ciencia y no lo sabemos: desde la comprensión de la estructura del ADN (Rosalyn Franklyn) hasta la teoría de números (Sophie Germain).
A nivel mundial, sólo el 29.3 % de las investigadoras son mujeres y sólo el 3 % de los premios Nobel en ciencias han sido otorgados a mujeres. Esta disparidad tiene consecuencias en el crecimiento, la innovación y la posibilidad de las mujeres de incorporarse al desarrollo futuro. Las brechas de género son especialmente grandes en las áreas en las que se están desarrollando los trabajos mejor remunerados en el mundo.
De acuerdo con datos de la Unión Europea, si hubiera igualdad educativa y de oportunidades en la educación en las áreas STEM aumentaría el empleo y la productividad de las mujeres, lo cual impactaría el crecimiento económico y la productividad en el mercado laboral. En otras palabras, reducir la brecha de género en las áreas STEM contribuiría en la UE con un aumento del PIB per cápita de 2.2 a 3.0 % para 2050. En términos monetarios esto significa un crecimiento del PIB de 610 a 820 billones de euros en 2050. En términos de empleo, esto significa un aumento de 850,000 a 1,200,000 para ese mismo año.
Las personas que trabajan en las áreas STEM, sobre todo en ciencias de la computación e ingeniería, ganan dos terceras partes más que en otras áreas. El Pew Research Center de Estados Unidos indica que son justamente las áreas en las que trabajan menos mujeres.
¿Qué es lo que tiene que hacerse para incentivar la participación de las mujeres y las niñas en estas áreas?
Por ello apuesto por un mundo con más Hipatias, Sophies y Adas.
Cuando el terremoto destruyó su casa, Tayeb ait Ighenbaz tuvo que elegir a quién salvar. La decisión de rescatar a su hijo de los escombros y dejar morir a sus padres aún lo atormenta.
Tayeb ait Ighenbaz se vio obligado a elegir entre salvar a su hijo de 11 años o a sus padres cuando estos quedaron atrapados bajo los escombros tras el devastador terremoto en Marruecos del pasado viernes.
El pastor de cabras de una pequeña comunidad en las montañas del Atlas dice que está atormentado por la decisión que tuvo que tomar.
Tayeb estaba con su esposa, sus dos hijos y sus padres el viernes por la noche en su pequeña casa de piedra cuando esta fue sacudida por el mayor terremoto que ha sufrido el país en 60 años.
Acompaño a Tayeb a su antigua casa que ahora está en ruinas.
Todavía se puede ver parcialmente el interior de la construcción. Él señala los escombros mientras me dice: “Allí es donde estaban”.
“Todo pasó muy rápido. Cuando sucedió el terremoto, todos corrimos hacia la puerta. Mi padre estaba durmiendo y yo le grité a mi madre que saliera, pero ella se quedó a esperarlo”, dice.
Del otro lado, él solo podía ver a su esposa y a su hija.
Cuando regresó a la casa derrumbada, Tayeb encontró a su hijo y a sus padres atrapados entre los escombros. La mano de su hijo se asomaba entre los cascotes.
Sabía que tenía que actuar rápidamente, y se dirigió hacia donde estaba su hijo Adam, y comenzó a cavar deseperadamente para sacarlo.
Cuando fue a buscar a sus padres, atrapados bajo una gran losa de piedra, dice que ya era demasiado tarde.
“Tuve que escoger entre mis padres y mi hijo”, dice con lágrimas en los ojos.
“No pude ayudar a mis padres porque una pared cayó sobre sus cuerpos. Es muy triste. Vi como morían mis padres”.
Tayeb señala las manchas sobre su pantalón, y me dice que es la sangre de sus padres. Toda su ropa está dentro de su casa. No ha podido cambiarse desde que se produjo el sismo.
La familia vive ahora junto a sus parientes en carpas improvisadas cerca de su antigua casa. Tayeb cuenta que todo su dinero está en la casa, y que la mayoría de sus cabras han muerto.
“Es como haber nacido otra vez en una nueva vida. Sin padres, sin casa, sin comida, sin ropa. Tengo 50 años y tengo que empezar de nuevo”, dice.
Él no puede ahora pensar en cómo continuar, pero se acuerda de las lecciones que le enseñaron sus padres.
“Siempre me decían ‘sé paciente, trabaja duro, nunca te rindas’”.
Mientras conversamos, su hijo Adam se acerca vestido con una camiseta del club de fútbol Juventus con el nombre de Ronaldo en la espalda, y abraza a su padre.
“Mi papá me salvó de la muerte”, dice sonriendo.
Unos metros más lejos, camino a la ciudad de Amizmiz, otro hijo abraza a su padre.
Abdulmajid ait Jaefer dice que estaba en su casa con su esposa y sus tres hijos cuando comenzó el terremoto y “el piso se cayó”.
Su hijo Mohamed, de 12 años, salió del edificio, pero el resto de la familia quedó atrapada.
Abdulmajid cuenta que sus piernas quedaron atrapadas bajo los escombros, pero que un vecino lo ayudó a salir.
Luego pasó dos horas tratando de rescatar a su esposa y a una de sus hijas.
Las dos estaban muertas cuando logró sacarlas de entre los escombros.
Al día siguiente, el cuerpo sin vida de otra de sus hijas fue rescatado.
Abdulmajid, de 47 años, duerme ahora bajo un toldo frente a lo que quedó de su casa.
Puede ver la cocina, con la nevera aún de pie y ropa colgada puesta a secar.
Dice que no puede abandonar la zona porque necesita “hacer guardia” para proteger sus posesiones, y el recuerdo de su vida allí.
“Esa es mi cocina y mi nevera. Todos estábamos allí. Ahora solo puedo mirar hacia allí”, dice.
Antes del viernes, Abdulmajid dice que nunca jamás pensó en un terremoto. “Incluso ahora, no lo puedo creer”.
Mientras conversamos, un auto para cerca de nosotros y un grupo de gente baja para ofrecer sus condolencias. Otros que caminan por la calle se detienen para darle un abrazo al padre y esposo.
“Éramos cinco en mi familia. Ahora somos dos”, me dice con tristeza.
“Por el momento, solo puedo pensar en una cosa: mi hijo”.
Reporteo adicional: Wahid El Moutanna.
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