La ópera prima de Manuela Martelli (Santiago, 1983) se llama 1976 (Chile, 2022) y la historia sucede en ese año, el tercero de la dictadura militar que encabeza el general Augusto Pinochet. Se inspira en vivencias de su abuela materna.
Carmen (Aline Kuppenheim) va de Santiago a la playa para supervisar los trabajos de remodelación de su casa, que debe estar lista para las vacaciones de invierno. En esa temporada la familia la utiliza con frecuencia. En uno de esos viajes, el padre Sánchez (Hugo Medina), sacerdote de la comunidad, que suele ver a la familia, le pide le ayude a cuidar a un joven, Elías (Nicolás Sepúlveda), que está herido y lo hospeda clandestinamente en la casa parroquial.
Ella se solidariza con el sacerdote y el joven, y se hace cargo de él. Le consigue las medicinas que necesita y lo cura de su herida. Se establece una relación de simpatía y respeto entre los dos. Sus mundos son muy distintos.
Carmen, mujer de clase media alta, se enfrenta a una situación que nunca imaginó. Su vida y la de su familia está al margen de la actividad política. Viven la dictadura como algo dado y no la cuestionan. Ahora se adentra a una realidad que antes la era ajena.
En medio de esa situación inédita se enfrenta al cuestionamiento personal y a sus valores éticos. Lo más fácil, también lo más cómodo, es dejar lo que ahora hace, pero asume el compromiso de sacar adelante a ese joven.
Tiene miedo, sabe que su actuación puede comprometer a su familia y que es un delito que la dictadura puede castigar, pero sigue con la tarea que se ha propuesto. Ella piensa que toma las medidas de seguridad para mantener el caso en secreto.
Una vez que la salud de Elías ha mejorado, se arriesga aún más y se moviliza para reconectarlo con sus camaradas de la guerrilla. En ese ir y venir, sin que ella se dé cuenta, es detectada por las fuerzas de seguridad, que ahora dan seguimiento a sus movimientos.
Es una historia muy bien construida, con una gran dosis de suspenso. La directora recrea el ambiente de tensión que se vivía en la dictadura y del régimen policial que todo lo veía. La acción del Gran Hermano.
La crítica especializada reconoce el trabajo de Martelli, que logra construir una historia creíble que da cuenta de la crisis espiritual de Carmen, y la evasión de la realidad en la que vivían las clases altas en tiempos de la dictadura.
Aline Kuppenheim (Barcelona, 1969) realiza una gran interpretación y sobre ella descansa la película. Logra imprimir todos los matices que requiere su personaje. Su actuación llama la atención.
La película ganó premios en el Festival Internacional de Atenas como Mejor dirección de Manuela Martelli; Festival de Cine de Jerusalén, Mejor debut internacional de Manuela Martelli; Festival de Cine de Londres y Premio Platino, Mejor Opera prima a Manuela Martinelli.
Y en el Festival Internacional de Cine de Tokyo, premio a Mejor actriz, para Aline Kuppenheim; Premios Caleuche, Mejor actriz y Mejor actor de reparto, para Nicolás Sepúlveda y en el Festival Internacional de Cine de Valdivia, Mejor largometraje chileno.
1976
Titulo original: 1976
Producción: Chile, 2022
Dirección: Manuela Martelli
Guion: Manuela Martelli y Alejandra Moffat
Fotografía: Yarará Rodríguez
Música: María Portugal
Actuación: Aline Kuppenheim; Nicolás Sepúlveda; Hugo Medina; Alejandro Goic; Carmen Gloria Martínez; Antonia Zegers; Marcial Tagle; Amalia Kassai; Gabriel Urzúa; Luis Cerda; Ana Clara Delfino; Elena Delfino; Mauricio Pesutic y Francisco Ossa
Cuando el terremoto destruyó su casa, Tayeb ait Ighenbaz tuvo que elegir a quién salvar. La decisión de rescatar a su hijo de los escombros y dejar morir a sus padres aún lo atormenta.
Tayeb ait Ighenbaz se vio obligado a elegir entre salvar a su hijo de 11 años o a sus padres cuando estos quedaron atrapados bajo los escombros tras el devastador terremoto en Marruecos del pasado viernes.
El pastor de cabras de una pequeña comunidad en las montañas del Atlas dice que está atormentado por la decisión que tuvo que tomar.
Tayeb estaba con su esposa, sus dos hijos y sus padres el viernes por la noche en su pequeña casa de piedra cuando esta fue sacudida por el mayor terremoto que ha sufrido el país en 60 años.
Acompaño a Tayeb a su antigua casa que ahora está en ruinas.
Todavía se puede ver parcialmente el interior de la construcción. Él señala los escombros mientras me dice: “Allí es donde estaban”.
“Todo pasó muy rápido. Cuando sucedió el terremoto, todos corrimos hacia la puerta. Mi padre estaba durmiendo y yo le grité a mi madre que saliera, pero ella se quedó a esperarlo”, dice.
Del otro lado, él solo podía ver a su esposa y a su hija.
Cuando regresó a la casa derrumbada, Tayeb encontró a su hijo y a sus padres atrapados entre los escombros. La mano de su hijo se asomaba entre los cascotes.
Sabía que tenía que actuar rápidamente, y se dirigió hacia donde estaba su hijo Adam, y comenzó a cavar deseperadamente para sacarlo.
Cuando fue a buscar a sus padres, atrapados bajo una gran losa de piedra, dice que ya era demasiado tarde.
“Tuve que escoger entre mis padres y mi hijo”, dice con lágrimas en los ojos.
“No pude ayudar a mis padres porque una pared cayó sobre sus cuerpos. Es muy triste. Vi como morían mis padres”.
Tayeb señala las manchas sobre su pantalón, y me dice que es la sangre de sus padres. Toda su ropa está dentro de su casa. No ha podido cambiarse desde que se produjo el sismo.
La familia vive ahora junto a sus parientes en carpas improvisadas cerca de su antigua casa. Tayeb cuenta que todo su dinero está en la casa, y que la mayoría de sus cabras han muerto.
“Es como haber nacido otra vez en una nueva vida. Sin padres, sin casa, sin comida, sin ropa. Tengo 50 años y tengo que empezar de nuevo”, dice.
Él no puede ahora pensar en cómo continuar, pero se acuerda de las lecciones que le enseñaron sus padres.
“Siempre me decían ‘sé paciente, trabaja duro, nunca te rindas’”.
Mientras conversamos, su hijo Adam se acerca vestido con una camiseta del club de fútbol Juventus con el nombre de Ronaldo en la espalda, y abraza a su padre.
“Mi papá me salvó de la muerte”, dice sonriendo.
Unos metros más lejos, camino a la ciudad de Amizmiz, otro hijo abraza a su padre.
Abdulmajid ait Jaefer dice que estaba en su casa con su esposa y sus tres hijos cuando comenzó el terremoto y “el piso se cayó”.
Su hijo Mohamed, de 12 años, salió del edificio, pero el resto de la familia quedó atrapada.
Abdulmajid cuenta que sus piernas quedaron atrapadas bajo los escombros, pero que un vecino lo ayudó a salir.
Luego pasó dos horas tratando de rescatar a su esposa y a una de sus hijas.
Las dos estaban muertas cuando logró sacarlas de entre los escombros.
Al día siguiente, el cuerpo sin vida de otra de sus hijas fue rescatado.
Abdulmajid, de 47 años, duerme ahora bajo un toldo frente a lo que quedó de su casa.
Puede ver la cocina, con la nevera aún de pie y ropa colgada puesta a secar.
Dice que no puede abandonar la zona porque necesita “hacer guardia” para proteger sus posesiones, y el recuerdo de su vida allí.
“Esa es mi cocina y mi nevera. Todos estábamos allí. Ahora solo puedo mirar hacia allí”, dice.
Antes del viernes, Abdulmajid dice que nunca jamás pensó en un terremoto. “Incluso ahora, no lo puedo creer”.
Mientras conversamos, un auto para cerca de nosotros y un grupo de gente baja para ofrecer sus condolencias. Otros que caminan por la calle se detienen para darle un abrazo al padre y esposo.
“Éramos cinco en mi familia. Ahora somos dos”, me dice con tristeza.
“Por el momento, solo puedo pensar en una cosa: mi hijo”.
Reporteo adicional: Wahid El Moutanna.
Recuerda que puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.