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Ganar a punta de alternativas
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Politólogo y abogado, activista por la libertad y el acceso a la justicia. Secretario técnico... Continuar Leyendo
5 minutos de lectura

Ganar a punta de alternativas

Necesitamos remodelar nuestro sistema político para evitar a toda costa que una sola persona, por muy electa que sea, determine por seis años el futuro de 130 millones de mexicanos.
21 de septiembre, 2022
Por: Bernardo León-Olea

Durante los últimos cuatro años el monopolio de la mañanera y las ocurrencias del inquilino de Palacio Nacional han dominado el discurso político del país. Todo gira en torno a la ocurrencia del día. Lo que el presidente dice en la mañana tiene tal impacto que tanto sus seguidores como sus opositores giran en torno a ese discurso.

En este contexto el presidente y su partido siempre tienen la iniciativa, que refuerza la convicción de sus seguidores y el rechazo de sus opositores. Sin embargo, esta estéril dialéctica no parece tener alternativas prácticas a los problemas reales que enfrenta nuestra sociedad, ni mucho menos ofrece una ilusión que provoque el más mínimo entusiasmo o que capture la imaginación de la sociedad.

En el universo de ofertas alternativas, la sociedad parece haber escogido a su peor es nada.

Sin embargo, el mundo que habitamos y el país que poseemos tiene problemas reales, los jóvenes tienen ilusiones y quieren tener un futuro y los adultos podríamos proponernos aprovechar todas las herramientas de la tecnología y el humanismo para diseñar el boceto de una sociedad libre y desarrollada que nos ilusione y nos una en un propósito común.

El mundo tiene dos problemas gravísimos e inminentes que resolver: por un lado, el calentamiento global derivado de la destrucción indiscriminada del medio ambiente y de los ecosistemas que sostienen la vida, y la construcción de un sistema social que respete, proteja y promueva in extenso los derechos humanos.

Pero eso no es todo, la humanidad (gracias a sus centros de investigación y a la libertad científica) ha creado instrumentos y tecnologías para explorar el espacio, para habitarlo y eventualmente para colonizarlo. Ha descubierto secretos muy íntimos de la ingeniería de la vida y algunos estadistas –con buena información– se atreven tímidamente ya a prometer que la cura de enfermedades como el cáncer está cerca.

¿Nosotros como país dónde estamos parados frente a esto?

La propuesta actual es poco convincente. Frente a un mundo abierto y global nos proponen un imposible y vetusto nacionalismo que como avestruces esconde la cabeza; frente a la destrucción del medio ambiente nos proponen revivir como zombi a los muertos tecnológicos de las refinerías, el petróleo, los trenes a diésel que destruyen la selva; frente a la obviedad de una seguridad social universal nos proponen asistencialistas y manipuladores programas sociales; frente a los derechos humanos nos proponen la militarización de la seguridad, los regímenes de excepción y el sistema de justicia como venganza e intimidación política; frente al increíble avance de la ciencia y la tecnología nos proponen el incierto sofisma de una ciencia que no sea neoliberal, y así nos seguimos.

El desastre de la corrupción, la avaricia y la falta de talento de una clase política que desperdició la transición a la democracia, permitió que el resentimiento funcionara como un lente que hiciera parecer esas propuestas como formas de reivindicación.

No obstante lo anterior, el problema radica en que la denuncia de estas políticas no ha producido una crisis que derive en alternativas –insisto– que capture la imaginación de la sociedad y no solo que catalice su resentimiento.

Creo que mienten tanto tirios como troyanos que parafrasean a Jorge Manrique señalando con nostalgia que todo tiempo pasado fue mejor, unos el pasado reciente y otros un pasado más distante. Ninguno se deslinda de la obsolescencia.

Necesitamos remodelar nuestro sistema político para evitar a toda costa que una sola persona, por muy electa que sea, determine por seis años el futuro de 130 millones de mexicanos. Requerimos un régimen parlamentario que congregue a la pluralidad de la nación y transforme sus ilusiones y proyectos colectivos en leyes y presupuestos que los hagan realidad. Una separación entre el Jefe de Estado y el Jefe de Gobierno y su gabinete que generen al mismo tiempo gobernabilidad y estabilidad, pero también equilibrio y contrapeso.

Una policía civil con financiamiento y facultades legales que, enfocados en el pequeño pero “latoso” “universo criminal”, ofrezcan seguridad desde los niveles más elementales de convivencia, y juntos pero no revueltos un cuerpo de abogados que buscando la verdad en la dialéctica del proceso penal defiendan los derechos de las víctimas, pero también de los acusados, y un proceso penal que pueda escoger atinadamente entre un juez de consigna o un jurado de ciudadanos.

Un federalismo que permita elegir a muchos funcionarios locales que ahora ejercen poder sin rendir cuentas y gobiernos estatales y municipales que con facultades legales y presupuesto no centralizado puedan construir sus comunidades bajo sus propias premisas y debates.

Un servicio civil que permita que los gobiernos transiten con el mínimo trastorno y la máxima eficacia y que evite que la administración pública siga siendo un botín político.

Un esfuerzo social consciente de justicia para mujeres que asegure igualdad de oportunidades, compensación y derechos.

Una economía libre que con seguridad jurídica permita transformar la creatividad, la inteligencia y el entusiasmo en “pluma y pala” del progreso y el bienestar. Y un sistema fiscal que premie al emprendedor, al innovador y al trabajador, que evite la distorsión de los monopolios y que transfiera, vía la seguridad social, los recursos para financiar la igualdad en lo elemental; la salud, la incapacidad, el desempleo y la dignidad de la vejez.

La lista es muy larga y supera este espacio, pero evidencia los grandes debates y alternativas que pueden despertar nuestra imaginación al margen y por encima de nuestros resentimientos, que podemos discutir más allá del slogan y la ocurrencia, pero alguien tiene que atreverse a dejar de girar en torno a la “mañanera” y a los acólitos de la “lengua de madera” que repiten las consignas irracionalmente, para ofrecer alternativas generosas, creativas, puntuales.

Ninguna oposición podrá derrotar electoralmente a Morena, al presidente y a sus aliados denunciando la irracionalidad de su discurso tautológico que se comprueba así mismo. Ahí siempre va a ganar. Tendremos que recurrir a la imaginación, a las alternativas, retomar la iniciativa y alejarnos de un pasado reciente que mantuvo el status quo y hacer mea culpa de la oportunidad que se desperdició.

Ganar a punta de alternativas.

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Imagen BBC
Las puertorriqueñas que fueron usadas como “conejillos de indias” por EE.UU. para probar la píldora anticonceptiva
8 minutos de lectura

En la década de 1950, en la isla se realizó un ensayo a gran escala para probar la píldora anticonceptiva entre mujeres pobres.

07 de septiembre, 2023
Por: BBC News Mundo
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Dos mujeres, de pie en un complejo de vivienda pública en San Juan, Puerto Rico, miran perplejas. Una de ellas, tímida, describe unos síntomas: “Se me fue el mundo, se me nubló la vista. Lo único que dije fue: ‘Virgen del Carmen, cuídame a mis hijos‘”.

Luego, diciendo que no con la cabeza, la otra comenta: “Se estaba experimentando con nosotras sin saberlo”.

La escena es parte del documental “La Operación” (1982). Las mujeres, cuyos nombres no son mencionados, describían cómo fue su participación en el primer ensayo clínico a gran escala en el que se probó la efectividad de la píldora anticonceptiva en los años 50 del siglo pasado.

En el filme ambas afirman que desconocían ser parte de una investigación.

Como ellas, otras cientos de mujeres boricuas de origen humilde, sin saberlo, fueron pacientes del estudio dirigido por dos académicos estadounidenses.

El medicamento, que desde su comercialización en 1960 permitió que las mujeres tuviesen mayor control sobre sus cuerpos, porque no dependían del hombre para planificar la maternidad, fue probado en Puerto Rico gracias a una peculiar política pública de control de la sobrepoblación impulsada por el gobierno local de la isla y EE.UU.

En medio de un boom de nacimientos durante la primera mitad del siglo XX, con muchos ciudadanos en situación de extrema pobreza, la solución de los políticos de turno nombrados por EE.UU. fue fomentar que los puertorriqueños no tuvieran hijos.

Y sus iniciativas, explica la profesora de la Universidad de Puerto Rico Ana María García, directora de “La Operación”, estaban diseñadas específicamente para que esa reducción de la población se diera entre las comunidades más pobres.

imagen de las píldoras anticonceptivas
Getty Images
La píldora anticonceptiva, que ayudó a que las mujeres tuviesen mayor libertad, fue aprobada por las autoridades de EE.UU. en 1960.

“Fueron dirigidas a las mujeres más pobres, más racializadas y menos escolarizadas del país”, dice, por su parte, Lourdes Inoa, de la ONG feminista puertorriqueña Taller Salud.

“Porque eran quienes menos oportunidad tenían de conocer las repercusiones de participar de este tipo de procedimientos. El consentimiento, en este contexto, es altamente cuestionable”, añade.

Con financiación privada, pero también del Estado, la isla fue “un gran laboratorio de control de natalidad”, sostiene García.

Y las mujeres, añade Inoa, se convirtieron “en conejillos de indias”.

Dos científicos y dos activistas

El origen de la píldora, que según Naciones Unidas actualmente es usada por 150 millones de mujeres en todo el mundo, tuvo lugar lejos de Puerto Rico, entre las paredes de la prestigiosa Universidad de Harvard, en Massachusetts.

Quienes desarrollaron el fármaco fueron dos reconocidos profesores de la institución: John Rock y Gregory Pincus.

El primero, cuenta la historiadora Margaret Marsh, profesora en la Universidad de Rutgers en New Jersey, era uno de los expertos en fertilidad más importantes de Norteamérica, paradojalmente católico, y que pensaba que los matrimonios debían tener el derecho a decidir cuándo tener hijos.

El segundo era un biólogo que en más de una ocasión catalogó la sobrepoblación como “el mayor problema para los países en desarrollo”.

Ambos estuvieron financiados y supervisados muy de cerca por Margaret Sanger, enfermera y experta en salud fundadora de la organización Planned Parenthood, y por la acaudalada líder sufragista Katharine McCormick.

Gregory Pincus en un laboratorio sostiene a un conejo
Getty Images
Gregory Pincus, un biólogo de la Universidad de Harvard, fue uno de los directores del ensayo clínico a gran escala que se realizó en Puerto Rico.
Margaret Sanger
Getty Images
Margaret Sanger fue la fundadora de la primera clínica de control de natalidad en EE.UU., que luego se convertiría en la organización Planned Parenthood.

Ellas, afirma Inoa, “buscaban que las mujeres estuvieran insertadas en diversas facetas de la sociedad, para que tuvieran mayor poder”. Controlar la maternidad era esencial para lograrlo.

Pero es conocido que Sanger defendía la eugenesia, la filosofía social que defiende la mejora de la raza humana mediante la selección biológica.

Y por eso permitió que se experimentara en mujeres pobres y en situaciones de vulnerabilidad.

“El movimiento por el control de la natalidad, de alguna manera, tenía dos vertientes. Una buscaba que las mujeres tomaran sus propias decisiones reproductivas y la otra era la idea de que el control de natalidad era bueno porque la gente pobre tendría menos hijos”, agrega Marsh.

Katherine McCormick
Getty Images
Katherine McCormick fue una sufragista y millonaria heredera que financió el proyecto de las píldoras anticonceptivas.

Los primeros estudios

Las primeras investigaciones de la píldora anticonceptiva en EE.UU. se realizaron en ratas y otros animales.

Luego, en una decisión “poco ética”, los científicos administraron el medicamento a un reducido grupo de pacientes en un hospital público para personas con problemas de salud mental de Massachusetts, cuenta Marsh, quien es experta en la historia de la anticoncepción en EE.UU.

“Las familias de las pacientes sí dieron el permiso para que se realizara el estudio, pero ellas en sí, por estar en un hospital psiquiátrico, no consintieron. Aunque en esa época esto era legal”, comenta.

En esta fase, Pincus y Rock descubrieron que los compuestos que habían creado tenían el resultado de detener la ovulación. Así que buscaron un lugar para hacer un ensayo a mayor escala, para que los reguladores estadounidenses aprobaran la píldora.

En Massachussets, explica la profesora García, el control de natalidad era ilegal. Allí también había limitaciones legales para las experimentación con seres humanos.

Fue entonces cuando los científicos tuvieron que identificar un “lugar ideal”.

La isla laboratorio

Decidieron ir a Puerto Rico porque allí la esterilización, y en general la experimentación para lograr la anticoncepción, era legal desde 1937.

“Se aprobó una ley en un momento histórico, cuando en el resto del planeta, incluyendo EE.UU., la esterilización amplia no era legal”, señala García.

La legislación fue firmada por el gobernador Blanton C. Winship, un hombre que también apoyaba la eugenesia públicamente, y quien -según un artículo del New York Times- urgía a que en Puerto Rico se investigara el control poblacional, porque para él era el único “medio confiable para mejorar la raza humana”.

En la década de 1950, cuando los investigadores de la píldora llegaron a la isla, un 41% de las mujeres puertorriqueñas en edad reproductiva ya había probado algún método de anticoncepción, según un estudio de la Universidad de Puerto Rico.

Esto fue posible gracias a que la legislación permitió la creación de decenas de clínicas de planificación familiar alrededor del territorio, incluso en los pueblos más remotos, subvencionadas por el gobierno y que tenían personal que fomentaba el control de natalidad entre las mujeres.

La red de clínicas atrajo también la atención de Pincus y Rock, quienes pensaron que podían usarlas para desarrollar su proyecto.

El equipo, sin embargo, decidió concentrarse primero en un solo barrio de San Juan, la capital.

Recorte de The New York Times que habla del gobernador Blanton C. Winship.
The New York Times
Recorte de The New York Times que habla del gobernador Blanton C. Winship.

Las mujeres de Río Piedras

En la isla el experimento comenzó en 1955 como un proyecto en el que participaron estudiantes de medicina y enfermería. Pero el estudio era demasiado complicado y doloroso, por lo que muchas no lo terminaban.

Además, la píldora probada en Puerto Rico era una dosis mucho más alta que la actual y causaba fuertes efectos secundarios.

“Era necesario realizarles análisis de orina, biopsias endometriales y otras pruebas para determinar si estaban ovulando o no. Es un procedimiento incómodo. Si tienes a estudiantes que realmente no tienen la necesidad de métodos de anticoncepción, no iban a estar dispuestas a continuar”, comenta Marsh.

El medicamento les causaba nauseas, mareos, vómitos y dolor de cabeza. Pincus, sin embargo, descartó estos efectos secundarios y alegó que eran una consecuencia “psicosomática”.

“Creía tanto en la pastilla, que él se la estaba dando a sus familiares. A sus nietas, sus hijas, las amigas de sus hijos”, dice Marsh, quien escribió una biografía sobre Rock, colega de trabajo de Pincus.

El equipo decidió continuar la experimentación, pero esta vez en Río Piedras, un suburbio del norte de Puerto Rico.

Trabajadores sociales y personal médico visitaba puerta por puerta a las mujeres, ofreciéndoles la píldora anticonceptiva y, a algunas de ellas, les realizaban exámenes para recolectar datos, sin ninguna retribución monetaria.

frasco de pastillas
Getty Images
Las mujeres puertorriqueñas fueron objeto de estudio hasta 1964.

El rechazo por parte diversos sectores de la sociedad puertorriqueña fue inmediato.

“Hubo notas de prensa que catalogaron como ‘maltusianas’ las investigaciones. También por parte de médicos, incluso de los que estuvieron en el proceso de reclutamiento de mujeres, quienes pensaban que los efectos secundarios debían tomarse con seriedad y que era necesario hacer más pruebas y no descartarlos”, dice Inoa, de Taller Salud.

Por los efectos secundarios muchas de estas mujeres, al igual que en los estudios anteriores, decidían dejar el tratamiento. Otras, golpeadas por la pobreza, accedían a tomar la píldora como un método reversible de control de natalidad.

Según Marsh, tres personas del ensayo clínico que se realizó en la isla caribeña murieron. No obstante, nunca se les hizo una autopsia, por lo que se desconoce cuáles fueron las causas precisas de su fallecimiento.

La aprobación

frasco de enovid
Getty Images
Las primeras pastillas anticonceptivas se llamaron Enovid.

Pese a las muertes, al ver que la píldora tenía el efecto de evitar embarazos, los científicos extendieron su proyecto a otros pueblos de Puerto Rico, y más adelante a Haití, México, Nueva York, Seattle y California.

En total participaron unas 900 mujeres, de las que alrededor de 500 eran puertorriqueñas.

En 1960, la Agencia de Drogas y Alimentos de EE.UU. (FDA, en inglés) aprobó el Envoid, como se llamó la primera pastilla, como un método anticonceptivo.

Su expansión fue veloz. En tan solo siete años, 13 millones de mujeres en el mundo la usaban.

Pero luego de ser avalada por la FDA, la píldora continuó causando efectos secundarios fuertes, como coágulos de sangre, lo que provocó demandas. En la isla, pese a las acciones legales en otras partes de EE.UU., los estudios continuaron hasta 1964.

Todavía hoy, afirma Inoa, no hay investigaciones “significativas” que busquen “otro tipo de métodos de anticoncepción que no tengan los efectos secundarios de la píldora que existe ahora”.

Mientras, los estudios para crear un medicamento anticonceptivo oral para hombres tampoco han dado frutos, aunque comenzaron hace 30 años.

“Las mayores experimentaciones siempre han sido en personas gestantes”, concluye.

Línea gris que divide el texto
BBC

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