—Pinches putas
Vagabundo. Indigente. Persona en situación de calle. “La mala senda”.
La escena, representada toda en tinta negra, nos muestra a un hombre andrajoso vagando por las calles. Es Insurgentes la zona por la que deambula y el ex cine cuyo nombre ya no recuerdo, aquel ubicado sobre la glorieta, el lugar donde de un contenedor de basura saca una maltratada revista porno. La visión de las fotografías lleva a aquel hombre en estado lamentable a perder la mirada en lo alto del cielo gris claro y entonces el personaje que la novela gráfica nos revela ya no es el ciudadano maloliente que vimos al inicio, sino un joven boxeador en plenitud de facultades. Las viñetas avanzan y somos testigos de su éxito, de la fuerza de su pegada. También somos testigos de las fiestas que acompañan sus peleas ganadas y de la entrada del vino y de la cocaína. Sus mujeres, los amigos de ocasión. Corte negro y entonces viene el declive, la caída, el derrumbe. Las peleas perdidas junto con todo lo demás y el personaje que pierde la mirada es nuevamente el indigente, el vagabundo que mira indiferente las fotografías de una humedecida revista porno que encontró en un bote de basura.
La virtud mayor de “La mala senda”, el libro del artista visual Salvador Jacobo, publicado por Sexto Piso, es su crudeza, la forma en la que restriega en la cara del lector toda su violencia y sordidez. Habituado, como chilango fidelísimo que es, a recorrer sus calles, Salvador se sabe la Ciudad de México y de ella ha extraído para su obra la figura de un hombre en situación de abandono que es a la vez la representación dura y sin matices de los miles de hombres y mujeres que en este segundo rondan las calles en espera de nada. Influido en el aspecto gráfico por Robert Crumb y en el aura literaria por el realismo sucio de Bukowski, entre muchos otros, el autor lleva a cabo un minucioso trabajo de detalle en cada ilustración. Las arrugas, el vómito, los pliegues de mugre acumulada, todo se halla representado con un estilo que salpica la percepción lectora infinitamente.
Dividido en tres historias o volúmenes (Los Días Errados, La Buena Suerte y Los Caníbales o Gran Atlas de Anatomía) que en algún momento tocan la figura de ese vagabundo, “La mala senda” constituye también una muestra ejemplar de esa otra escena literaria y visual que, colocada en las antípodas de la corrección, emplea la realidad más descarnada para establecer una narrativa diferente en la que no cabe, pues no lo persigue y no le importa, ningún final feliz.
Mamadou Safayou Barry, un guineano de 25 años, emprendió un viaje en bicicleta de más de 4.000 kilómetros para estudiar en la universidad de sus sueños.
La Universidad de sus sueños estaba a más de 4 mil kilómetros de su hogar y aún así Mamadou Safayou Barry decidió montarse en su bicicleta y atravesar 6 países para llegar hasta ella.
En mayo, partió de Guinea hacia el prestigioso centro Al-Azhar, situado en Egipto con la esperanza de ser aceptado.
En el camino de esta aventura, el joven de 25 años y padre de un niño, soportó un calor abrasador durante 4 meses y hasta fue detenido en uno de los países repletos de militantes islamistas o golpes de estado.
Pero valió la pena.
Cuando finalmente llegó a El Cairo recibió una beca por parte de la institución.
Estoy “muy, muy” feliz, le dijo a la BBC.
Agregó que pese a no poder pagar el curso de Estudios Islámicos en Al-Azhar, ni los vuelos a Egipto, la reputación de la universidad lo impulsó a arriesgarse en un viaje a través de Mali, Burkina Faso, Togo, Benin, Níger y Chad.
Al-Azhar es uno de los centros de aprendizaje islámico sunita más influyentes del mundo.
También es uno de los más antiguos. Fue fundado en el año 670 d.C.
Barry salió de su casa “en busca de conocimientos islámicos”, pero en Malí, Burkina Faso o Níger, los ataques de militantes islamistas contra civiles son frecuentes y los recientes golpes de estado han provocado inestabilidad política.
“Viajar por estos países es muy difícil porque no tienen seguridad en este momento”, dijo.
“Tienen muchos problemas y la gente está muy asustada. En Mali y Burkina Faso la gente me miraba como si fuera una amenaza. Veía a los militares por todas partes portando armas grandes y coches“, dijo Barry.
Dijo que fue arrestado y detenido tres veces sin una buena razón: dos en Burkina Faso y una en Togo.
Sin embargo, la suerte de Barry cambió cuando llegó a Chad.
Un periodista lo entrevistó y publicó su historia en internet, lo que llevó a algunos buenos samaritanos a financiarle un vuelo a Egipto.
Esto le evitó andar en bicicleta por Sudán, dónde algunas áreas son actualmente zonas de guerra.
El 5 de septiembre llegó finalmente a El Cairo.
Su determinación le valió una reunión con la decana de estudios islámicos, Nahla Elseidy.
Después de hablar con él, Elseidy le ofreció una plaza en el curso de Estudios Islámicos de Al-Azhar, con una beca completa.
La decana dijo en las redes sociales que la universidad estaba dispuesta a ofrecer sus conocimientos a estudiantes de todo el mundo
Y que esta filosofía “no sólo cubre a los estudiantes internacionales en Egipto sino que también se extiende más allá. Al-Azhar recibe estudiantes de todos los países, los cuida y les ofrece ayudas”.
Barry dijo que estaba “muy, muy feliz” de haber recibido la beca.
“No puedo expresar lo feliz que estoy. Le di gracias a Dios“, dijo.
Barry añadió que los problemas que se encontró durante su expedición quedaron olvidadas hace mucho tiempo y borrados por la alegría de poder convertirse en un becario de Al-Azhar.
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