Los medios de comunicación siguen siendo uno de los pilares fundamentales que permean la información y trasmiten parte del conocimiento que circula en nuestras sociedades. Aún en la actualidad, y pese a las múltiples herramientas para la obtención de conocimiento, muchas personas optan por depositar su confianza y legitimidad en toda la información y datos emitidos a través de la llamada “mass media”. Sin embargo, la mayoría de esa comunicación suele ocurrir con un sesgo capacitista, lo cual sigue colocando a las personas que vivimos con discapacidad en una situación de desventaja social y perpetuando la vulneración de nuestros derechos humanos.
La doctora Gloria Esperanza Álvarez Ramírez enuncia que el capacitismo considera que la discapacidad es una condición devaluada y cataloga a las personas que viven con alguna discapacidad como inferiores ante quiénes no la viven. La sobrevaloración y el favoritismo por ciertas características típicas del funcionamiento del organismo humano como esenciales para “vivir una vida de valor”, generan discriminación y exclusión contra las personas que vivimos con alguna discapacidad, muchas de estas creencias capacitistas, surgen desde el lenguaje y las narrativas que utilizamos en la cotidianidad, mismas que son replicadas constantemente por los medios de comunicación.
Si bien la palabra capacitismo es aún una ausente del diccionario de la lengua española, es un término que proviene del inglés “ableism”, que fue acuñado por primera vez por feministas estadounidenses en 1981, específicamente en la revista “Off Our Backs”, en una sección dedicada a las mujeres con discapacidad. Un primer intento de definición del mismo fue dado por Laura Rauscher y Mary McClintock en 1997, quienes lo postularon como un sistema de discriminación y exclusión.
En 2008, Gregor Wolbring define al capacitismo como “un conjunto de creencias, procesos y prácticas basado en la valoración y el favoritismo hacia ciertas capacidades, que producen una comprensión particular de uno mismo, del propio cuerpo, de la relación con los demás, con otras especies y con el medio ambiente”.
Desde lo individual, prefiero entender y definir al capacitismo como “esa idea construida social, política y económica que considera, coloca y somete a los cuerpos humanos a una funcionalidad esperada, menospreciando y privando de derechos y oportunidades a aquellos cuerpos que nos salimos de la supuesta normalidad humana de funcionamiento”.
El capacitismo es un tema complejo y poco explorado en Latinoamérica, poco o nulamente abordado desde los medios de comunicación. Sin embargo, es algo que se replica constantemente y, por ello, me gustaría enlistar algunas de las formas más comunes donde lo he percibido:
1. Porno Inspiracional: Este concepto fue acuñado por la activista, periodista y comediante australiana Stella Young en una de sus “Ted Talks”, y lo define como esa idea que coloca a todas las personas con discapacidad en una especie de sujetos de inspiración para otras personas sin discapacidad por el simple hecho de existir.
Actualmente, muchos medios de comunicación, redes sociales y sitios de internet califican a las personas con discapacidad como “guerreras”, “seres que inspiran”, “personas para las que no existen los obstáculos”, siendo este tipo de comunicación sumamente capacitista.
Sépanlo, las personas con discapacidad no existimos para inspirar a nadie ni ser admiradas. Sucede que no existan las condiciones sociales, tecnológicas y arquitectónicas para nuestro desarrollo y plena inclusión social y, pese a ello, logramos sobreponernos. Sin embargo, eso no debería ser algo digno de admirar, debería de ser algo preocupante, pues demuestra que “el piso no es parejo” para todas las personas.
2. Infantlización/Minimización: Todas aquellas narrativas que colocan a quienes vivimos con discapacidad como infantes eternos. Aquellas que nos consideran como seres angelicales o celestiales, impolutos, a quiénes habría que sobreproteger y salvaguardar sin cuestionar.
Cuando se utilizan términos como “a pesar de”, “pese a su discapacidad” o similares, también estamos incurriendo en un discurso y narrativa capacitista. Donde, una vez más, debido a la funcionalidad de nuestros organismos, somos ligadas a la inferioridad y el menor merecimiento.
3. Incredulidad: Como ya lo expliqué en el primer punto, sigue causando sorpresa que muchas personas con discapacidad logremos llevar vidas promedio y cotidianas pese a la opresión y los obstáculos sistemáticos a los que nos enfrentamos. No obstante, existen aún muchas narrativas que se muestran incrédulas e invalidan nuestras presencias en lugares que para alguien que no vive con discapacidad son meramente cotidianos.
Seguirnos sorprendiendo por la independencia y autonomía de quienes vivimos con discapacidad, y presentarla de forma amarillista como “pese a su discapacidad, tiene un empleo y pudo formar una familia” es también una narrativa capacitista más común de lo que debería.
4. Tragedia: La vinculación con las historias trágicas y la discapacidad siguen siendo nuestro pan de cada día, se nos sigue presentando con lástima, precarización y sufrimiento; se sigue contando nuestras historias desde la tragedia y el dolor, pues se cree que muchas veces el dolor ayuda a empatizar con otras personas. Sin embargo, las vidas de las personas que vivimos con alguna discapacidad trascienden a la tragedia y los pesares. Somos personas llenas de claroscuros, que también merecemos que nuestras historias sean contadas desde la dicha, el placer, el gozo, el éxito y la plenitud.
5. Términos peyorativos e indignos: La comunicación capacitista quizás más recurrente en la información y los medios de comunicación es probablemente el utilizar los términos incorrectos. Seguir replicando conceptos como “retrasado mental”, “minusválido” e incluso el popular “discapacitados” son un claro ejemplo de la falta de preparación e interés sobre el tema. Existen muchos recursos gratuitos impartidos por diversas instituciones y organizaciones de la sociedad civil que podrían ayudar a erradicar dicha práctica.
Y aunque un par de cuartillas serán insuficientes para enarbolar los múltiples casos y ocasiones en que caemos en el lenguaje y narrativas capacitistas, me parece importante levantar la mano, cuestionar, señalar aquello tan normalizado y de lo que poco hacemos al respecto.
¿Cuándo dejaremos de utilizar un lenguaje y narrativas anticapacitistas en los medios de comunicación? Cuando tengamos la convicción de hacerlo, cuando decidamos romper ese paradigma en donde fuimos educados y educadas, cuando tengamos el compromiso de incluir a todas las personas y cuando podamos entender que la funcionalidad de nuestros cuerpos no puntualiza nuestra valía.
Si eres una persona que tiene en su poder la gran responsabilidad de la comunicación masiva, tienes que estar preparada para que tus narrativas sean anticapacististas, de lo contrario, nos estás dejando de lado a muchas personas.
* Guz Guevara (@guzguevara) es activista, conferencista y consultor en temas de diversidad e inclusión de todas las personas, con énfasis en las personas que viven con alguna discapacidad y aquellas consideradas dentro de la comunidad LGBTTTIQA+.
La supuesta red de trata de personas reclutaba gente en Cuba para que lucharan junto a las tropas rusas en la guerra de Ucrania.
La desarticulación de una red que traficaba con cubanos para que lucharan con el ejército ruso en Ucrania se ha saldado, por el momento, con la detención de 17 personas en la isla, según han informado medios oficiales.
La red prometía empleo y un sueldo sustancial en Rusia a los reclutados.
Dos jóvenes denunciaron la semana pasada haber viajado engañados, pensando que iban a trabajar en la construcción.
De los arrestados, hasta el momento, tres eran miembros del esquema de reclutamiento dentro de la isla, que era dirigido desde el exterior, según señalaron especialistas de la Dirección General de Investigación Criminal del Ministerio del Interior al diario digital “Cuba Debate”.
Los otros 14 aseguraron haberse sumado de forma voluntaria a la operación, a cambio de obtener la residencia en Rusia y de una importante remuneración económica.
Sus confesiones, además de la intervención de las comunicaciones de la cabecilla del grupo a nivel interno con el resto de implicados, han permitido a los investigadores conocer cómo operaba el grupo y recabar, según el medio oficial, las pruebas penales contra los detenidos.
Al parecer, los reclutadores buscaban especialmente personas que tuvieran antecedentes penales o que pertenecieran a familias disfuncionales.
La red también buscaba mercenarios entre los cubanos radicados en Rusia, donde existe una creciente comunidad. Debido a que Moscú no exige visado a los nacionales de Cuba, se calcula que, solo en 2019, 28.000 cubanos ingresaron en Rusia, aunque no está claro cuántos decidieron quedarse.
Por el momento se desconoce los delitos de los que se acusa a los 17 detenidos, aunque según “Cuba Debate”, el marco legislativo cubano establece sanciones severas para delitos como la trata, el tráfico y el mercenarismo.
Cuba, aliada de Moscú, no ha ocultado su apoyo político a Rusia en su guerra en Ucrania, según analiza Pascal Fletcher, de BBC Monitoring. Rusia es un importante socio comercial para la isla y, desde el inicio de la invasión, los medios oficialistas y el ejecutivo han defendido el relato ruso del conflicto.
Varios medios en Miami, donde se encuentra gran parte del exilio cubano, habían informado de la presencia de mercenarios cubanos que luchaban en Ucrania en las filas rusas, y el pasado mayo se conoció que varios cubanos residentes en Rusia se habían inscrito en el ejército de ese país, según desveló el portal de noticias ruso “Ryazan Gazette”.
De acuerdo con el medio ruso, los cubanos iban a recibir un pago único de cerca de US$5.000.
Según explica Fletcher, el gobierno de Cuba prefiere utilizar el término “mercenarios” para condenar a los disidentes internos y a los activistas antigubernamentales que, según afirma, están financiados por el gobierno de Estados Unidos, “por lo que escuchar a los medios cubanos en el exilio acusar a Rusia de utilizar a los cubanos como ‘mercenarios’ y ‘carne de cañón’ en Ucrania es un anatema para las autoridades cubanas”.
En un comunicado, el gobierno de La Habana ha querido dejar claro que “Cuba no forma parte del conflicto bélico en Ucrania”, y que “está actuando y actuará de manera enérgica contra quien, desde el territorio nacional, participe en cualquier forma de trata de personas con fines de reclutamiento o mercenarismo para que ciudadanos cubanos hagan uso de las armas contra cualquier país”.
El pasado 1 de septiembre, dos jóvenes cubanos, Andorf Velázquez García y Alex Vegas Díaz, denunciaron en redes sociales que fueron llevados a Rusia mediante engaños.
Ambos jóvenes aseguraron que habían sido llevados desde Cuba hasta Rusia con la promesa de trabajar como albañiles de construcción, pero una vez allá fueron llevados a las zonas de reclutamiento militar.
“Nos hicieron firmar unos documentos y nos prometieron un sueldo y comida a cambio de un trabajo, pero la verdad es que nos están llevando a trabajar en la zona de guerra”, dijo Velázquez a la cadena de televisión América TeVe.
Apenas cuatro días después, el gobierno de Cuba anunciaba la desmantelación de una banda de tráfico de personas “que opera desde Rusia para incorporar a ciudadanos cubanos allí radicados, e incluso algunos procedentes de Cuba, a las fuerzas militares que participan en operaciones bélicas en Ucrania”, según comunicó el Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba.
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