El pasado 26 de enero se llevó a cabo el primer juicio de ayahuasca en México, un hecho sin precedentes que derivó en la detención de José Campos, curandero peruano y habitante de la región amazónica de Uyacali. El etnobotánico, que ingresó al país con cuatro kilos de este brebaje ancestral en forma de pasta, fue detenido el 9 de marzo de 2022 en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, mismo que se encuentra custodiado por la Secretaría de Marina desde principios de ese mismo año.
Al igual que Campos, otras siete personas están en prisión preventiva oficiosa por portar ayahuasca u otras plantas sagradas, medida cautelar que, además de considerarse desproporcionada por diversos organismos internacionales, contradice directamente el Convenio 169 de la OIT, donde se especifica la necesidad de respetar los usos y costumbres de los pueblos originarios, incluyendo su medicina tradicional.
Lauro Hinostroza, curandero del pueblo quechua-asháninka en Perú, pero que reside en México desde hace más de 30 años, también fue detenido en el mismo aeropuerto el 26 de septiembre de 2022, acusado de llevar consigo N,N-dimetiltriptamina (DMT). A la lista se suman Claudino Pérez, de la tribu murui-huitoto en Colombia; Erick de la comunidad noke-koi, en Brasil, y Gabriela, Elizabeth, Alain y Saúl, de México.
De acuerdo con la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de las Naciones Unidas, la ayahuasca no está catalogada como potencialmente peligrosa ni se encuentra bajo controles estrictos, sin embargo la DMT, uno de sus alcaloides psicoactivos, sí se encuentra fiscalizada tanto en la Lista I de la Convención de Naciones Unidas sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971, como en la Ley General de Salud. No obstante, según la Fundación ICEERS, el sistema internacional de control de drogas no contempla el origen vegetal de esta sustancia dentro de la fiscalización, lo cual revela una falta de armonización entre la ley y la evidencia científica.
En respuesta al vacío legal que mantiene a ocho personas privadas de su libertad, y en el marco del juicio histórico sobre ayahuasca, se organizó el ‘Foro intercultural de medicina enteógena’, el cual tuvo lugar en el Senado de la República durante el 24 y 25 de enero. Este espacio, impulsado por la senadora Alejandra Lagunes, convocó a distintas voces expertas en el tema, como son las de líderes comunitarios, legisladores, abogados, activistas, médicos tradicionales, neurólogos, psiquiatras, especialistas en políticas de drogas, entre otros.
En el Foro se mencionó que, durante los últimos años, se han realizado distintas investigaciones que apuntan hacia un “renacimiento de los psicodélicos”, categoría que también abarca a los enteógenos y empatógenos. Según estudios de la Universidad Johns Hopkins, su correcta dosificación puede generar plasticidad cerebral, incrementar la sinapsis neuronal, disminuir las defensas del inconsciente, y en general mejorar el funcionamiento del sistema nervioso. Esta información no solo abre nuevos caminos para atender la salud mental, sino que revaloriza el acervo espiritual de los pueblos originarios. Sin embargo, también despliega nuevas interrogantes sobre quiénes pueden guiar o formar parte de estos procedimientos.
Como bien apuntó Natalia Rebollo, abogada de la Fundación ICEERS, asistente del Foro y perito en el juicio, “hablar de plantas trasciende hablar de moléculas o propiedades farmacológicas, ya que estamos tratando con el recuerdo y la memoria de un pueblo”. Sin la ancestralidad, las personas no indígenas estamos perdidas ante las propiedades curativas de la medicina enteógena, y si no se llevan a cabo los cuidados rituales específicos, sus efectos pueden ser contraproducentes. Sobre esa misma línea, es importante recalcar la naturaleza milenaria del conocimiento de los pueblos, y que al anteceder la construcción del Estado-nación, no puede limitarse a biopolíticas construidas desde una mirada colonizante.
Esto no quiere decir que los enteógenos estén peleados con la tecnología o la medicina moderna, pero sí es importante encontrar formas de retribuir y honrar a las comunidades.
Una regulación debe contemplar la preservación de sus usos como patrimonio biocultural, garantizar condiciones de seguridad a sus usuarios, velar por la conservación de la biodiversidad, así como crear modelos para la reproducción de ciertas especies como la ayahuasca y el peyote, las cuales se encuentran en peligro constante por el auge del turismo amazónico.
Por otro lado, es necesaria la activación de los centros ceremoniales indígenas que ya existen y no pueden operar debido a trabas gubernamentales. Asimismo, y en palabras de Alejandrina Pedro, médica tradicional mazateca, escritora, poeta y ponente del Foro, “se deben introducir las enseñanzas tradicionales en el sistema de salud, así como facilitar y brindar los recursos para la creación de escuelas, consejos y equipos multidisciplinarios que resguarden estos saberes”.
Los pueblos originarios llevan miles de años organizándose y aguardianando la flora y fauna psicoactiva de nuestro país, y por ello es necesaria una estrategia culturalmente apropiada que no se torne en simple extracción y explotación de conocimientos.
México tiene la oportunidad de ser un ejemplo internacional de innovación legislativa y crear una ley que se apegue a nuestro contexto y pluralidad. Es necesario regular los enteógenos como una ofrenda que reconozca y honre la autonomía y libre determinación de los pueblos, y no como medio para seguir perpetuando su mala praxis con fines lucrativos. Basta ya de criminalizar los saberes ancestrales, ¡justicia y libertad para José, Lauro, Claudino, Erick, Gabriela, Elizabeth, Alain y Saúl!
* Romina Vázquez estudió Derechos Humanos y Gestión de Paz en el Claustro de Sor Juana. Es coordinadora en el Instituto RIA e investiga sobre política de drogas.
Las muestras del asteroide Bennu que recolectó la sonda Osiris-Rex podrían dar indicios sobre cómo se inició la vida en la Tierra.
Este domingo, la cápsula Osiris-Rex de la Nasa atravesó la atmósfera de la Tierra a unas 15 veces la velocidad de la bala de un rifle.
A esas velocidades, se convirtió en una bola de fuego en el cielo, pero un escudo contra el calor y un paracaídas frenaron el descenso, convirtiéndolo en un suave aterrizaje en el desierto de Utah, en EE.UU.
La cápsula trae un cargamento precioso: un puñado de polvo recolectado del asteroide Bennu, una roca espacial del tamaño de una montaña que puede darnos información clave para responder a una de las preguntas más profundas para los humanos: ¿de dónde venimos?
“Cuando tengamos los 250 g del asteroide Bennu, estaremos viendo material que existía antes que existiera nuestro planeta, incluso algunos granos podrían ser más viejos que nuestro sistema solar”, dice el profesor Dante Lauretta, investigador principal de la misión.
“Estamos tratando de rastrear nuestros inicios. ¿Cómo se formó la Tierra y por qué es un lugar habitable? ¿De dónde viene toda el agua de nuestros océanos? ¿de dónde viene todo el aire que existe en nuestra atmósfera? Y de manera más importante, ¿cuál es la fuente de todas las moléculas orgánicas que componen la vida en la Tierra?”.
La creencia que prevalece es que muchos de los componentes clave para la vida llegaron a nuestro planeta durante una época muy temprana de la historia de la Tierra en una lluvia de meteoritos, muchos de ellos a lo mejor parecidos a Bennu.
La travesía para conseguir los fragmentos de Bennu comenzó en 2016, cuando la NASA lanzó la nave Osiris Rex hacia el objeto de 500 metros de diámetro.
Le tomaría dos años en llegar al cuerpo rocoso y otros dos años más se dedicaron a cartografiarlo, antes de que el equipo de la misión pudiera identificar con confianza un lugar en la superficie de la piedra espacial en el que recoger una muestra de “tierra”.
Alguien clave a la hora de tomar esa decisión fue la leyenda británica del rock y astrofísico Brian May. El guitarrista de Queen es un experto en mapeo de imágenes estéreo.
Tiene la habilidad de alinear dos imágenes con diferentes ángulos de un mismo objeto para dar un sentido de perspectiva, formando una escena 3D. Él y su colaboradora Claudia Manzoni hicieron esto para elaborar la lista final de lugares en Bennu en los que recoger muestras. Ellos definieron los lugares más seguros para el acercamiento.
El momento de la captura de la muestra, el 20 de octubre de 2020, fue increíble.
Osiris Rex descendió hasta el asteroide, sosteniendo su mecanismo de agarre al final de un palo de 3 metros de longitud.
La idea era darle un golpe a la superficie de la roca y, al mismo tiempo, soltar un soplido de gas de nitrógeno para levantar polvo. Pero lo que ocurrió después fue un shock.
Cuando el mecanismo hizo contacto, la superficie se partió como un fluido. Para cuando el gas se disparó, el disco ya estaba 10 cm por debajo. La presión del nitrógeno abrió un agujero de 8 mts de diámetro. El material voló por todos lados, pero lo importante es que parte cayó en la cámara de recolección.
Así que aquí estamos. Osiris-Rex entregó la muestra del asteroide Bennu al final de lo que ha sido un viaje de ida y vuelta de siete años y de 7 mil millones de kilómetros.
La cámara será llevada al Centro Espacial Johnson, en Texas, donde se ha construido un cuarto especial dedicado al análisis de las muestras.
El doctor Ashley King del Museo de Historia Natural (NHM) de Londres, será uno de los primeros en poner sus guantes sobre el material. Forma parte del equipo “mirada rápida”, que será el que haga el análisis inicial.
“Traer muestras de un asteroide no es algo que hagamos muy a menudo. Así que quieres hacer esas mediciones iniciales y quieres hacerlas muy bien”, dice. “Es muy emocionante”.
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La Nasa ve al asteroide Bennu como la roca más peligrosa del sistema solar. Su trayectoria en el espacio hace que sea el asteroide con mayores probabilidades de impactar a la Tierra del que se tenga conocimiento.
Pero no hay que asustarse, las probabilidades son muy bajas, parecidas a que lances una moneda al aire y te salga cara once veces seguidas. Y un impacto no ocurriría el próximo siglo.
Bennu seguramente tenga agua, y bastante: al menos el 10% de su peso, y toda en sus minerales. Los científicos intentarán ver si las proporciones de los distintos tipos de átomos de hidrógeno en esta agua es parecida a la de los océanos de la Tierra.
Si, como creen algunos expertos, la Tierra temprana estaba tan caliente que perdió gran parte de su agua, el encontrar una coincidencia de H2O en Bennu podría impulsar la idea de que un bombardeo posterior de asteroides tuvo gran relevancia en darles volumen a nuestros océanos.
También es posible que Bennu contenga entre 5% y 10% de su peso en carbono. Aquí radica gran parte del interés. Como sabemos, nuestro planeta se basa en la química orgánica. Al igual que el agua, ¿habrán llegado las moléculas desde el espacio para que empezara la biología en la joven Tierra?
“Uno de los primeros análisis que se les harán a las muestras incluirá hacer un inventario de todas las moléculas basadas en carbono que contenga”, dice la profesora Sara Russell.
“Sabemos, a través de estudiar meteoritos, que los asteroides probablemente contienen distintas moléculas orgánicas. Pero en los meteoritos, muchas veces están bastante contaminadas, así que estas muestras nos dan una oportunidad de descubrir realmente cuáles son los componentes orgánicos prístinos de Bennu”.
El profesor Lauretta agrega: “De hecho, nunca hemos buscado en los meteoritos los aminoácidos de las proteínas por este problema de la contaminación. Así que creemos que realmente vamos a avanzar en nuestro entendimiento de lo que llamamos la ‘hipótesis de entrega exógena’, la idea que estos asteroides fueron la fuente de los bloques fundacionales de la vida”.
Reportería adicional de Rebecca Morelle, Alison Francis y Kevin Church
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