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Personas desaparecidas: importa encontrarlas, no sólo contarlas
La lucha cotidiana de los derechos humanos
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Personas desaparecidas: importa encontrarlas, no sólo contarlas

Las aseveraciones del propio presidente evidencian que el gobierno, en su más alto nivel, encuentra difícil aceptar que se dirige a concluir el sexenio con más personas desaparecidas que las administraciones pasadas, realidad que no por dolorosa debería ocultarse.
05 de septiembre, 2023
Por: Centro Prodh

El 30 de agosto pasado, familiares de personas desaparecidas —sobre todo mujeres: abuelas, madres, hijas, hermanas, cónyuges— salieron a las calles de al menos 12 estados de la República a visibilizar la crisis humanitaria que México sigue enfrentando en esta materia, exigiendo al Estado justicia, verdad, memoria, reparaciones, asistencia victimal y, sobre todo, la búsqueda de sus seres queridos a los que anhelan. En algunas entidades, donde la violencia y la inseguridad no permiten protestar en la calle, los colectivos emitieron comunicaciones y boletines.

Este Día Internacional por las Víctimas de Desaparición Forzada se conmemoró en un contexto enrarecido por la renuncia de la Comisionada Nacional de Búsqueda y el anuncio de que el Gobierno Federal realizará una revisión del Registro Nacional de Personas Desaparecidas.

Fue el pasado 9 de junio de 2023 cuando el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, anunció en su conferencia de prensa matutina que su administración realizaría una revisión sobre este registro. Según dijo el primer mandatario: “Se está haciendo ahora un censo nuevo para tener plena certeza de cuántos desaparecidos hay realmente”. Esta revisión fue confirmada el 31 de julio cuando López Obrador informó que además colaborarían en esta tarea los “servidores de la Nación” de la Secretaría de Bienestar.

Así, familiares de personas desaparecidas han empezado a recibir en sus casas estas visitas, que no siempre se realizan de una manera que respete su dignidad como víctimas y que, dado que en contextos peligrosos se hacen con acompañamiento de la Guardia Nacional, les exponen a represalias de los grupos criminales que detentan el control territorial.

El registro, cabe recordar, es una herramienta prevista en la Ley General que se adoptó en 2017 en Materia de Desaparición Forzada de Personas. Su existencia es relevante: censar adecuadamente los casos de desapariciones ayuda a reconocer la magnitud de la crisis e idealmente permite identificar los estados donde este flagelo es más generalizado.

El registro no es intocable. No sería extraño que las entradas presenten deficiencias, que haya duplicidad algunas de ellas y, desde luego, que exista un considerable subregistro. Para una tarea tan delicada, lo pertinente habría sido realizar esta labor con la máxima transparencia posible, permitiendo la asistencia técnica y la veeduría civil de instancias académicas, internacionales y no gubernamentales que por años han trabajo con solidez el tema.

La participación de familiares de las víctimas habría sido deseable también para que este trabajo desembocara en una versión que ayudara a la búsqueda, como en su momento propusieron varios activistas. Lamentablemente, no se optó por este esquema y hoy están a la vista las consecuencias.

El anuncio de que el registro será revisado en tiempos electorales y en lo oscuro despierta alarma justificada, y no es expresión de mala fe señalarlo. Los familiares de las personas desaparecidas ya han vivido intentos previos similares. En las administraciones de Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto, al término de los respectivos sexenios, se ensayaron revisiones del padrón de víctimas de desaparición dirigidas a sostener que el fenómeno estaba descendiendo. Estos intentos fueron criticados y denunciados; inclusive, al inicio de la administración actual, la aceptación de que se había manipulado el registro en la anterior administración fue una señal con la que se pretendía mostrar un cambio de rumbo.

Que la actual administración termine sucumbiendo a la tentación de manipular los datos sería una tragedia. Una revisión a puerta cerrada del registro en tiempos electorales augura este desenlace; sobre todo porque las aseveraciones del propio presidente evidencian que el gobierno, en su más alto nivel, encuentra difícil aceptar que se dirige a concluir el sexenio con más personas desaparecidas que las administraciones pasadas, realidad que no por dolorosa debería ocultarse.

Ojalá que esta manipulación no se materialice y que prive racionalidad entre las personas honestas que continúan relacionados con estas labores en la Secretaría de Gobernación; en todo caso, es justificado alzar la alarma y la salida de la comisionada debe entenderse en ese marco.

En suma, la renuncia de la Comisionada Nacional de Búsqueda, que con el determinante apoyo de la Subsecretaría de Derechos Humanos de Gobernación venía haciendo un trabajo relevante para poner de pie una comisión que no era más que un cascarón vacío, debe lamentarse. Asimismo, el anuncio de la revisión del Registro Nacional de Personas Desaparecidas debe generar alarma.

No deja de ser triste, también, que con tantos temas pendientes —como el Banco Nacional de Datos Forenses, aún sin implementarse, o como la continuidad de las atrocidades evidenciadas en los hechos de Lagos de Moreno o Poza Rica— la energía se invierta en una revisión así, cuando lo fundamental es encontrar a las personas desaparecidas, no sólo contarlas.

Al margen de esta coyuntura, para todas las personas que en múltiples entidades de la República se movilizaron este pasado 30 de agosto, la búsqueda de sus seres queridos continuará siendo la exigencia central, al margen de coyunturas políticas, censos y nombramientos. La ausencia que dejan tras de sí las personas desaparecidas abre un hueco demasiado doloroso como para tolerar que el tema se utilice políticamente.

Por ello, no hay que dudar que, con su dignidad a cuestas, estas madres y estos padres que son parte de la reserva moral del país, seguirán interpelando a la sociedad y al Estado hasta que contemos con una verdadera política nacional para prevenir y erradicar las desapariciones, como recomendó la ONU. Hasta encontrarles a todas, hasta encontrarles a todos.

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Imagen BBC
“Tuve que escoger entre salvar a mis padres o a mi hijo”: las historias que deja el devastador terremoto de Marruecos
4 minutos de lectura

Cuando el terremoto destruyó su casa, Tayeb ait Ighenbaz tuvo que elegir a quién salvar. La decisión de rescatar a su hijo de los escombros y dejar morir a sus padres aún lo atormenta.

12 de septiembre, 2023
Por: BBC News Mundo
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Tayeb ait Ighenbaz se vio obligado a elegir entre salvar a su hijo de 11 años o a sus padres cuando estos quedaron atrapados bajo los escombros tras el devastador terremoto en Marruecos del pasado viernes.

El pastor de cabras de una pequeña comunidad en las montañas del Atlas dice que está atormentado por la decisión que tuvo que tomar.

Tayeb estaba con su esposa, sus dos hijos y sus padres el viernes por la noche en su pequeña casa de piedra cuando esta fue sacudida por el mayor terremoto que ha sufrido el país en 60 años.

Acompaño a Tayeb a su antigua casa que ahora está en ruinas.

Todavía se puede ver parcialmente el interior de la construcción. Él señala los escombros mientras me dice: “Allí es donde estaban”.

“Todo pasó muy rápido. Cuando sucedió el terremoto, todos corrimos hacia la puerta. Mi padre estaba durmiendo y yo le grité a mi madre que saliera, pero ella se quedó a esperarlo”, dice.

Del otro lado, él solo podía ver a su esposa y a su hija.

Cuando regresó a la casa derrumbada, Tayeb encontró a su hijo y a sus padres atrapados entre los escombros. La mano de su hijo se asomaba entre los cascotes.

Sabía que tenía que actuar rápidamente, y se dirigió hacia donde estaba su hijo Adam, y comenzó a cavar deseperadamente para sacarlo.

Cuando fue a buscar a sus padres, atrapados bajo una gran losa de piedra, dice que ya era demasiado tarde.

“Tuve que escoger entre mis padres y mi hijo”, dice con lágrimas en los ojos.

“No pude ayudar a mis padres porque una pared cayó sobre sus cuerpos. Es muy triste. Vi como morían mis padres”.

Tayeb señala las manchas sobre su pantalón, y me dice que es la sangre de sus padres. Toda su ropa está dentro de su casa. No ha podido cambiarse desde que se produjo el sismo.

La familia vive ahora junto a sus parientes en carpas improvisadas cerca de su antigua casa. Tayeb cuenta que todo su dinero está en la casa, y que la mayoría de sus cabras han muerto.

“Es como haber nacido otra vez en una nueva vida. Sin padres, sin casa, sin comida, sin ropa. Tengo 50 años y tengo que empezar de nuevo”, dice.

Él no puede ahora pensar en cómo continuar, pero se acuerda de las lecciones que le enseñaron sus padres.

“Siempre me decían ‘sé paciente, trabaja duro, nunca te rindas’”.

Mientras conversamos, su hijo Adam se acerca vestido con una camiseta del club de fútbol Juventus con el nombre de Ronaldo en la espalda, y abraza a su padre.

“Mi papá me salvó de la muerte”, dice sonriendo.

“Éramos cinco en mi familia. Ahora somos dos”

Unos metros más lejos, camino a la ciudad de Amizmiz, otro hijo abraza a su padre.

Abdulmajid ait Jaefer dice que estaba en su casa con su esposa y sus tres hijos cuando comenzó el terremoto y “el piso se cayó”.

Su hijo Mohamed, de 12 años, salió del edificio, pero el resto de la familia quedó atrapada.

Abdulmajid cuenta que sus piernas quedaron atrapadas bajo los escombros, pero que un vecino lo ayudó a salir.

Luego pasó dos horas tratando de rescatar a su esposa y a una de sus hijas.

Las dos estaban muertas cuando logró sacarlas de entre los escombros.

Al día siguiente, el cuerpo sin vida de otra de sus hijas fue rescatado.

Abdulmajid, de 47 años, duerme ahora bajo un toldo frente a lo que quedó de su casa.

Puede ver la cocina, con la nevera aún de pie y ropa colgada puesta a secar.

Dice que no puede abandonar la zona porque necesita “hacer guardia” para proteger sus posesiones, y el recuerdo de su vida allí.

“Esa es mi cocina y mi nevera. Todos estábamos allí. Ahora solo puedo mirar hacia allí”, dice.

Antes del viernes, Abdulmajid dice que nunca jamás pensó en un terremoto. “Incluso ahora, no lo puedo creer”.

Mientras conversamos, un auto para cerca de nosotros y un grupo de gente baja para ofrecer sus condolencias. Otros que caminan por la calle se detienen para darle un abrazo al padre y esposo.

“Éramos cinco en mi familia. Ahora somos dos”, me dice con tristeza.

“Por el momento, solo puedo pensar en una cosa: mi hijo”.

Reporteo adicional: Wahid El Moutanna.

Línea gris
BBC

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