Un año ha pasado ya desde que inició la lucha de habitantes de Xochimilco y de Azcapotzalco contra la militarización, por la defensa del territorio y por la protección de sus derechos humanos. El 10 de agosto de 2022 pobladores de San Luis Tlaxialtemalco y vecinos de la Unidad Habitacional El Rosario, presentaron sendas quejas, ante la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México (CDHCM) para denunciar la vulneración de distintas garantías, tras la construcción de cuarteles de la Guardia Nacional en sus comunidades.
En el primer caso, se cedió un predio, de más de 30 mil metros cuadrados, para la construcción de instalaciones de la Guardia Nacional, sin realizar una consulta libre, previa e informada, sin analizar las afectaciones de las y los pobladores y violando su derecho al medio ambiente, al desarrollo propio y a su autodeterminación como pueblo indígena.
“Como pueblos originarios tenemos el derecho a que se nos informe bien, sin ningún sesgo ni tendencia; sin embargo nunca nos consultaron. La presencia de la Guardia Nacional tampoco garantiza la seguridad del ciudadano (…) Por otro lado, el hecho que se haya construído en esa zona nos preocupa porque ¿de dónde se toma el agua para el abastecimiento del personal del cuartel? De nuestros propios recursos naturales, cuando en el propio barrio de San Luis no llega el agua”, explicó una de las habitantes, durante Foro Xochimilco NO es cuartel, realizado el 17 de junio de este año, junto con varios integrantes de las Asambleas del Agua de la demarcación.
Por su parte, las y los habitantes de Azcapotzalco, argumentaron en su queja que al construir un cuartel en donde antes se encontraba la única área recreativa de la Unidad -una cancha de futbol-, en las inmediaciones de un preescolar, las autoridades del Gobierno capitalino y de la Alcaldía vulneraron su derecho a la ciudad, al espacio público y a la creación, recuperación, mantenimiento y defensa de los espacios de convivencia social.
Así, las y los vecinos de ambas alcaldías buscaron la protección del organismo de derechos humanos local, en un tema donde la Comisión ha tenido históricamente un papel activo en advertir los riesgos de la militarización. Hoy en día, las quejas siguen sin ser admitidas.
Gran parte de la justificación de las autoridades capitalinas para realizar estas acciones, pese a que se realicen en detrimento de las garantías de los capitalinos, ha sido la supuesta necesidad de fortalecer la estrategia de seguridad. Esto, pese a que en múltiples momentos las mismas autoridades han indicado que en la Ciudad de México la incidencia delictiva ha ido a la baja y que se cuenta con la mejor policía del país. Estas aseveraciones confirman que en esta entidad no se necesitan más cuarteles ni mayor despliegue de una corporación como la Guardia Nacional, que tiene desdibujado su carácter civil, y que, al estar compuesta mayormente por militares, ha reproducido las inercias castrenses como el abuso, uso excesivo de la fuerza y la opacidad.
Una muestra de esto es la detención arbitraria y desaparición forzada de tres personas en la comunidad de Topilejo, cometidas en 2022 por parte de elementos de la Guardia Nacional, por las que la Comisión Nacional de Derechos Humanos emitió una recomendación el pasado 2 de agosto.
Justamente, como hemos venido insistiendo en distintos posicionamientos, para prevenir estas situaciones que atentan contra los derechos y para proteger la integridad de las y los capitalinos es necesaria la existencia de controles robustos, que se exija la rendición de cuentas y que la presencia de la corporación sea extraordinaria, regulada, fiscalizada, subordinada y complementaria a la Policía capitalina. Es necesario, sobre todo, preservar la vía civil en la capital y darle contenido real y exigible a los derechos al medio ambiente, a la seguridad ciudadana y a la ciudad, recientemente incorporados en la Constitución local, lo que por cierto fue muy celebrado y difundido.
Estas no han sido las únicas luchas contra la militarización en la Ciudad. En febrero, habitantes de pueblos, barrios y colonias de Xochimilco, por medio de una demanda de amparo, lograron la suspensión definitiva de la construcción de instalaciones de la GN sobre el Vivero Nezahualcóyotl, un área natural protegida, medida cautelar que sigue vigente. Mientras que vecinas y vecinos de San Mateo Xalpa (también de la alcaldía xochimilca) y habitantes de Milpa Alta han resistido y mantienen su exigencia contra la construcción de cuarteles en sus zonas.
Para dialogar sobre estos procesos, esta semana sostendremos en el Centro Prodh el foro: “Derechos Humanos y militarización: ¿necesitamos al Ejército y a la Guardia Nacional en la CDMX?”.
Es fundamental que se evite la implantación de un modelo de seguridad militarizado en la capital, lo que sería contrario a la identidad de una verdadera “ciudad de derechos”.
Hay una ira creciente por la poca ayuda que llega a las ciudades y pueblos de las montañas del Atlas.
El bebé de Khadija aún no tiene nombre y su primer hogar es una tienda de campaña junto a la carretera.
Nació minutos antes de que se produjera el mortífero terremoto del viernes por la noche en Marruecos.
Aunque Khadija y su hija salieron ilesas, el hospital de Marrakech donde se encontraban fue evacuado. Tras una rápida revisión, les pidieron que se marcharan apenas tres horas después del nacimiento.
“Nos dijeron que teníamos que irnos por miedo a las réplicas”, explicó.
El sismo de magnitud 6,8 sacudió el centro del país, con epicentro a 71 kilómetros de la turística Marrakech. Por ahora se cuentan más de 2.100 personas fallecidas en una decena de provincias y el número de heridos ha ascendido a más de 2.420. Unos 20 minutos después hubo una réplica de magnitud 4,9.
Con su recién nacida en brazos, Khadija y su marido intentaron tomar un taxi a primera hora del sábado para ir a su casa de Taddart, en la cordillera del Atlas, a unos 65 kilómetros de Marrakech.
Pero de camino se encontraron con que las carreteras estaban bloqueadas por corrimientos de tierra y sólo llegaron hasta el pueblo de Asni, a unos 15 kilómetros de su destino final.
Desde entonces, la familia vive en una tienda de campaña básica que han logrado construir junto a la carretera principal.
“No he recibido ninguna ayuda ni asistencia de las autoridades”, nos dijo, sosteniendo a su bebé mientras se protegía del sol bajo un endeble trozo de lona.
“Pedimos mantas a algunas personas de este pueblo para tener algo con lo que taparnos. Sólo tenemos a Dios”.
Khadija nos contó que sólo tiene un conjunto de ropa para el bebé.
Amigos de su ciudad natal les han contado que su casa está muy dañada y no saben cuándo podrán tener un lugar adecuado donde alojarse.
Cerca del lugar donde Khadija acampa, la frustración crece a medida que pasan los días y apenas llega ayuda a los pueblos y aldeas de las zonas montañosas al sur de Marrakech.
En Asni, a solo 50 kilómetros de Marrakech, la gente dice que necesita ayuda urgente.
Un grupo de gente enfadada rodeó a un reportero local y le arrojaron sus frustraciones: “No tenemos comida, no tenemos pan ni verduras. No tenemos nada”.
El reportero, en el centro de la multitud, tuvo que ser escoltado y llevado lejos por la policía, mientras la gente aún lo seguía, desesperada e intentando desahogar su ira.
“Nadie ha venido a nosotros, no tenemos nada. Sólo tenemos a Dios y al rey”, dijo un hombre de la multitud que no quiso dar su nombre.
Desde el terremoto vive al margen de la carretera principal del pueblo con sus cuatro hijos. Su casa sigue en pie, pero todas las paredes están muy agrietadas y tienen demasiado miedo para quedarse allí.
Han conseguido volver y coger algunas mantas, lo único que ahora tienen para dormir.
En un momento, un camión pasó entre la multitud. Algunas personas intentaron hacerle señas, esperando desesperadamente que les dejara suministros. Pero el camión siguió su camino, seguido de abucheos.
Algunos dicen que han recibido tiendas de campaña de las autoridades, pero no hay suficientes para todos.
Cerca de allí está Mbarka, otra persona que vive en una tienda de campaña. Nos guió por las calles laterales hasta su casa, en la que ya no puede vivir.
“No tengo medios para reconstruir la casa. De momento, sólo nos ayuda la gente de la zona”, nos contó.
Vivía allí con sus dos hijas, su yerno y tres nietos.
Cuando su casa empezó a temblar, salieron corriendo y casi fueron alcanzados por el derrumbe de una casa mucho más grande que empezó a deslizarse colina abajo.
“Creemos que el gobierno ayudará, pero hay 120 pueblos en la zona”, dijo su yerno Abdelhadi.
Con tanta gente necesitada de ayuda, un gran número de personas tendrá que esperar más tiempo para recibir asistencia.