México ¿cómo vamos?
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México hierve

A partir de 2019 México decidió regresar a quemar combustóleo y a ventear metano, restringió el despacho de energías renovables, eliminó el horario de verano y dejó de lado la eficiencia energética.
04 de julio, 2023
Por: Lourdes Melgar

21 de junio 2023: solsticio de verano. El mapa de la República Mexicana se pinta de rojo. 23 estados registran temperaturas superiores a los 40oC, en 9 estados el termómetro pasa los 45oC. La Ciudad de México rompe récords, acercándose a los 35oC, bajo una ola de calor que azota al país y se sostiene sin respiro. ¡La casa arde! ¡La casa arde! Como bien nos advirtió Greta Thunberg.

En abril 2023, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, en su Sexto Informe, confirmó científicamente lo que se temía: el cambio climático es antropogénico. La temperatura promedio de la Tierra aumentó 1.1 oC entre 1850 y 2020, y continúa al alza, lo que tendrá serias consecuencias para la disponibilidad de agua y producción de alimentos; la salud y el bienestar de las personas; las ciudades, los asentamientos e infraestructura; la biodiversidad y ecosistemas.

La actividad humana es responsable de la acidificación de los océanos y de las temperaturas extremadamente altas; tiene una alta probabilidad de causar el deshielo de los glaciares e incrementar el nivel del mar; muy probablemente influye en las precipitaciones abundantes, y tiene cierta responsabilidad en aumentar sequías, incendios e inundaciones.

La ciencia es clara; la realidad, contundente. México, la primera economía emergente y segundo país en darse una Ley General sobre Cambio Climático (2012), decidió a partir de 2019 dejar atrás la transición energética y vivir en el mundo de “los otros datos”. Así, México ha regresado a quemar combustóleo y a ventear metano, ha restringido el despacho de las energías renovables, ha eliminado el Horario de Verano y dejado de lado la eficiencia energética. El país ha incumplido sus compromisos dentro del Acuerdo de París y ha vulnerado la resiliencia del sistema eléctrico nacional al restringir las inversiones en generación y no realizar las necesarias en transmisión y distribución.

Al final, la realidad se impone. El compromiso del Director General de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) de garantizar el suministro eléctrico todo el verano, no pasó la prueba del primer día. El 20 de junio, el Centro Nacional de Control de la Energía, responsable del despacho eléctrico, emitió un comunicado declarando un estado operativo de emergencia al registrar un margen de reserva por debajo del 6 %. En los últimos días ha habido apagones, y se prevé que los cortes de luz continúen, dado el nivel sin precedente de la demanda eléctrica.

Ante la actual ola de calor, los meteorólogos se quedan sin palabras. Si bien reconocen que la intensidad y duración se ha exacerbado por el fenómeno de El Niño, coinciden en que el calor extremo será cada vez más frecuente, por lo que urge incrementar la resiliencia y adaptación al clima.

El calor extremo mata a más personas al año que cualquier otro impacto climático. El problema se acrecienta con la urbanización y el aumento de emisiones de gas efecto invernadero. Por ello, es fundamental definir políticas públicas enfocadas a reducir emisiones, a la vez que se trabaja en la adaptación a situaciones extremas. Algunas medidas tendrán un impacto de mediano y largo plazo, y requerirán de cuantiosas inversiones, como sería acelerar la transición hacia una economía baja en carbono; otras permitirán a las personas incrementar en el corto plazo la resiliencia al calor extremo.

En 2020, se creó la Alianza para la Resiliencia al Calor Extremo (EHRA), integrada por especialistas y representantes de gobiernos de ciudades de distintos países, estableciendo una plataforma con el fin de vincular a diseñadores de políticas públicas, expertos, y líderes de comunidades para desarrollar conjuntamente soluciones al calor extremo adaptadas a las necesidades locales. Esta Alianza, de la cual forma parte Monterrey, Nuevo León, cuenta también con una herramienta para identificar políticas públicas adaptadas a las características de cada ciudad. El abanico de opciones permite definir estrategias de corto, mediano y largo plazo, con acciones enfocadas a la comunicación social, la planeación urbana, las construcciones y edificios, la reforestación y generación de espacios verdes, la redefinición del transporte urbano, el impulso de la eficiencia energética y el uso de paneles solares.

Como hemos constado en las últimas semanas, transformar nuestras ciudades en espacios sustentables es un imperativo que no podemos aplazar. Debido a esta ola de calor, solo en Monterrey han muerto 9 personas. i Si bien no se cuenta con estadísticas a nivel nacional, las proyecciones internacionales muestran que la tendencia es a un creciente impacto en la salud, la economía y la productividad.

Soluciones como la adquisición de ventiladores o aires acondicionados no son sostenibles, al ser insuficientes para hacer frente al reto de temperaturas que superan los 40 o incluso 50 oC y llevar al límite los sistemas eléctricos tradicionales. Por ello, es menester diseñar políticas públicas integrales que contemplen tres grandes rubros:

  1. Reducir el calor urbano, ya sea a la escala de la ciudad o de las colonias, mediante una planeación que incluya diseños y formas urbanas para minimizar el calor, soluciones basadas en la naturaleza (reforestación, azoteas verdes), y establecer fuentes de enfriamiento.
  2. Impulsar la construcción de casas y edificios pasivos, o mejor aún de cero-emisiones netas, para lo cual se requiere un enfoque en el diseño arquitectónico, el uso de materiales de construcción, la eficiencia térmica y la utilización de energía renovables, ya sea mediante la instalación de techos solares o mini-redes. Para ello, es imprescindible establecer normas de eficiencia energética y códigos de construcción, así como procesos de certificación. ii
  3. Implementar programas de comunicación social que permitan generar consciencia, en primer término, sobre los riesgos inmediatos del calor extremo y cómo minimizar los riesgos a la salud, y sobre la aportación de cada persona a mitigar el cambio climático y los riesgos del calor extremo, mediante el consumo consciente, la protección de los árboles y la naturaleza, y el compromiso y empatía hacia las comunidades y personas más vulnerables.

* Lourdes Melgar (@LourdesMelgar) es investigadora, Co-Fundadora del grupo Voz Experta y miembro del pool de expertos México, ¿cómo vamos?. Desde hace 24 años, estudia el mundo de la energía y diseña políticas públicas bajo el lente del desarrollo sostenible.

 

i Entrevista de Luis Donaldo Colosio, Alcalde de Monterrey,  con Denise Maerker en Atando Cabos, 21 de junio 2023.

ii Un ejemplo de lo que se puede lograr en este rubro lo ofrece la organización sin fines de lucro, Phius, basada en Chicago, que ha logrado impulsar normas de eficiencia energética y códigos de construcción para casas y edificios pasivas y avanza ahora hacia las cero emisiones de carbono.

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Imagen BBC
Las puertorriqueñas que fueron usadas como “conejillos de indias” por EE.UU. para probar la píldora anticonceptiva
8 minutos de lectura

En la década de 1950, en la isla se realizó un ensayo a gran escala para probar la píldora anticonceptiva entre mujeres pobres.

07 de septiembre, 2023
Por: BBC News Mundo
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Dos mujeres, de pie en un complejo de vivienda pública en San Juan, Puerto Rico, miran perplejas. Una de ellas, tímida, describe unos síntomas: “Se me fue el mundo, se me nubló la vista. Lo único que dije fue: ‘Virgen del Carmen, cuídame a mis hijos‘”.

Luego, diciendo que no con la cabeza, la otra comenta: “Se estaba experimentando con nosotras sin saberlo”.

La escena es parte del documental “La Operación” (1982). Las mujeres, cuyos nombres no son mencionados, describían cómo fue su participación en el primer ensayo clínico a gran escala en el que se probó la efectividad de la píldora anticonceptiva en los años 50 del siglo pasado.

En el filme ambas afirman que desconocían ser parte de una investigación.

Como ellas, otras cientos de mujeres boricuas de origen humilde, sin saberlo, fueron pacientes del estudio dirigido por dos académicos estadounidenses.

El medicamento, que desde su comercialización en 1960 permitió que las mujeres tuviesen mayor control sobre sus cuerpos, porque no dependían del hombre para planificar la maternidad, fue probado en Puerto Rico gracias a una peculiar política pública de control de la sobrepoblación impulsada por el gobierno local de la isla y EE.UU.

En medio de un boom de nacimientos durante la primera mitad del siglo XX, con muchos ciudadanos en situación de extrema pobreza, la solución de los políticos de turno nombrados por EE.UU. fue fomentar que los puertorriqueños no tuvieran hijos.

Y sus iniciativas, explica la profesora de la Universidad de Puerto Rico Ana María García, directora de “La Operación”, estaban diseñadas específicamente para que esa reducción de la población se diera entre las comunidades más pobres.

imagen de las píldoras anticonceptivas
Getty Images
La píldora anticonceptiva, que ayudó a que las mujeres tuviesen mayor libertad, fue aprobada por las autoridades de EE.UU. en 1960.

“Fueron dirigidas a las mujeres más pobres, más racializadas y menos escolarizadas del país”, dice, por su parte, Lourdes Inoa, de la ONG feminista puertorriqueña Taller Salud.

“Porque eran quienes menos oportunidad tenían de conocer las repercusiones de participar de este tipo de procedimientos. El consentimiento, en este contexto, es altamente cuestionable”, añade.

Con financiación privada, pero también del Estado, la isla fue “un gran laboratorio de control de natalidad”, sostiene García.

Y las mujeres, añade Inoa, se convirtieron “en conejillos de indias”.

Dos científicos y dos activistas

El origen de la píldora, que según Naciones Unidas actualmente es usada por 150 millones de mujeres en todo el mundo, tuvo lugar lejos de Puerto Rico, entre las paredes de la prestigiosa Universidad de Harvard, en Massachusetts.

Quienes desarrollaron el fármaco fueron dos reconocidos profesores de la institución: John Rock y Gregory Pincus.

El primero, cuenta la historiadora Margaret Marsh, profesora en la Universidad de Rutgers en New Jersey, era uno de los expertos en fertilidad más importantes de Norteamérica, paradojalmente católico, y que pensaba que los matrimonios debían tener el derecho a decidir cuándo tener hijos.

El segundo era un biólogo que en más de una ocasión catalogó la sobrepoblación como “el mayor problema para los países en desarrollo”.

Ambos estuvieron financiados y supervisados muy de cerca por Margaret Sanger, enfermera y experta en salud fundadora de la organización Planned Parenthood, y por la acaudalada líder sufragista Katharine McCormick.

Gregory Pincus en un laboratorio sostiene a un conejo
Getty Images
Gregory Pincus, un biólogo de la Universidad de Harvard, fue uno de los directores del ensayo clínico a gran escala que se realizó en Puerto Rico.
Margaret Sanger
Getty Images
Margaret Sanger fue la fundadora de la primera clínica de control de natalidad en EE.UU., que luego se convertiría en la organización Planned Parenthood.

Ellas, afirma Inoa, “buscaban que las mujeres estuvieran insertadas en diversas facetas de la sociedad, para que tuvieran mayor poder”. Controlar la maternidad era esencial para lograrlo.

Pero es conocido que Sanger defendía la eugenesia, la filosofía social que defiende la mejora de la raza humana mediante la selección biológica.

Y por eso permitió que se experimentara en mujeres pobres y en situaciones de vulnerabilidad.

“El movimiento por el control de la natalidad, de alguna manera, tenía dos vertientes. Una buscaba que las mujeres tomaran sus propias decisiones reproductivas y la otra era la idea de que el control de natalidad era bueno porque la gente pobre tendría menos hijos”, agrega Marsh.

Katherine McCormick
Getty Images
Katherine McCormick fue una sufragista y millonaria heredera que financió el proyecto de las píldoras anticonceptivas.

Los primeros estudios

Las primeras investigaciones de la píldora anticonceptiva en EE.UU. se realizaron en ratas y otros animales.

Luego, en una decisión “poco ética”, los científicos administraron el medicamento a un reducido grupo de pacientes en un hospital público para personas con problemas de salud mental de Massachusetts, cuenta Marsh, quien es experta en la historia de la anticoncepción en EE.UU.

“Las familias de las pacientes sí dieron el permiso para que se realizara el estudio, pero ellas en sí, por estar en un hospital psiquiátrico, no consintieron. Aunque en esa época esto era legal”, comenta.

En esta fase, Pincus y Rock descubrieron que los compuestos que habían creado tenían el resultado de detener la ovulación. Así que buscaron un lugar para hacer un ensayo a mayor escala, para que los reguladores estadounidenses aprobaran la píldora.

En Massachussets, explica la profesora García, el control de natalidad era ilegal. Allí también había limitaciones legales para las experimentación con seres humanos.

Fue entonces cuando los científicos tuvieron que identificar un “lugar ideal”.

La isla laboratorio

Decidieron ir a Puerto Rico porque allí la esterilización, y en general la experimentación para lograr la anticoncepción, era legal desde 1937.

“Se aprobó una ley en un momento histórico, cuando en el resto del planeta, incluyendo EE.UU., la esterilización amplia no era legal”, señala García.

La legislación fue firmada por el gobernador Blanton C. Winship, un hombre que también apoyaba la eugenesia públicamente, y quien -según un artículo del New York Times- urgía a que en Puerto Rico se investigara el control poblacional, porque para él era el único “medio confiable para mejorar la raza humana”.

En la década de 1950, cuando los investigadores de la píldora llegaron a la isla, un 41% de las mujeres puertorriqueñas en edad reproductiva ya había probado algún método de anticoncepción, según un estudio de la Universidad de Puerto Rico.

Esto fue posible gracias a que la legislación permitió la creación de decenas de clínicas de planificación familiar alrededor del territorio, incluso en los pueblos más remotos, subvencionadas por el gobierno y que tenían personal que fomentaba el control de natalidad entre las mujeres.

La red de clínicas atrajo también la atención de Pincus y Rock, quienes pensaron que podían usarlas para desarrollar su proyecto.

El equipo, sin embargo, decidió concentrarse primero en un solo barrio de San Juan, la capital.

Recorte de The New York Times que habla del gobernador Blanton C. Winship.
The New York Times
Recorte de The New York Times que habla del gobernador Blanton C. Winship.

Las mujeres de Río Piedras

En la isla el experimento comenzó en 1955 como un proyecto en el que participaron estudiantes de medicina y enfermería. Pero el estudio era demasiado complicado y doloroso, por lo que muchas no lo terminaban.

Además, la píldora probada en Puerto Rico era una dosis mucho más alta que la actual y causaba fuertes efectos secundarios.

“Era necesario realizarles análisis de orina, biopsias endometriales y otras pruebas para determinar si estaban ovulando o no. Es un procedimiento incómodo. Si tienes a estudiantes que realmente no tienen la necesidad de métodos de anticoncepción, no iban a estar dispuestas a continuar”, comenta Marsh.

El medicamento les causaba nauseas, mareos, vómitos y dolor de cabeza. Pincus, sin embargo, descartó estos efectos secundarios y alegó que eran una consecuencia “psicosomática”.

“Creía tanto en la pastilla, que él se la estaba dando a sus familiares. A sus nietas, sus hijas, las amigas de sus hijos”, dice Marsh, quien escribió una biografía sobre Rock, colega de trabajo de Pincus.

El equipo decidió continuar la experimentación, pero esta vez en Río Piedras, un suburbio del norte de Puerto Rico.

Trabajadores sociales y personal médico visitaba puerta por puerta a las mujeres, ofreciéndoles la píldora anticonceptiva y, a algunas de ellas, les realizaban exámenes para recolectar datos, sin ninguna retribución monetaria.

frasco de pastillas
Getty Images
Las mujeres puertorriqueñas fueron objeto de estudio hasta 1964.

El rechazo por parte diversos sectores de la sociedad puertorriqueña fue inmediato.

“Hubo notas de prensa que catalogaron como ‘maltusianas’ las investigaciones. También por parte de médicos, incluso de los que estuvieron en el proceso de reclutamiento de mujeres, quienes pensaban que los efectos secundarios debían tomarse con seriedad y que era necesario hacer más pruebas y no descartarlos”, dice Inoa, de Taller Salud.

Por los efectos secundarios muchas de estas mujeres, al igual que en los estudios anteriores, decidían dejar el tratamiento. Otras, golpeadas por la pobreza, accedían a tomar la píldora como un método reversible de control de natalidad.

Según Marsh, tres personas del ensayo clínico que se realizó en la isla caribeña murieron. No obstante, nunca se les hizo una autopsia, por lo que se desconoce cuáles fueron las causas precisas de su fallecimiento.

La aprobación

frasco de enovid
Getty Images
Las primeras pastillas anticonceptivas se llamaron Enovid.

Pese a las muertes, al ver que la píldora tenía el efecto de evitar embarazos, los científicos extendieron su proyecto a otros pueblos de Puerto Rico, y más adelante a Haití, México, Nueva York, Seattle y California.

En total participaron unas 900 mujeres, de las que alrededor de 500 eran puertorriqueñas.

En 1960, la Agencia de Drogas y Alimentos de EE.UU. (FDA, en inglés) aprobó el Envoid, como se llamó la primera pastilla, como un método anticonceptivo.

Su expansión fue veloz. En tan solo siete años, 13 millones de mujeres en el mundo la usaban.

Pero luego de ser avalada por la FDA, la píldora continuó causando efectos secundarios fuertes, como coágulos de sangre, lo que provocó demandas. En la isla, pese a las acciones legales en otras partes de EE.UU., los estudios continuaron hasta 1964.

Todavía hoy, afirma Inoa, no hay investigaciones “significativas” que busquen “otro tipo de métodos de anticoncepción que no tengan los efectos secundarios de la píldora que existe ahora”.

Mientras, los estudios para crear un medicamento anticonceptivo oral para hombres tampoco han dado frutos, aunque comenzaron hace 30 años.

“Las mayores experimentaciones siempre han sido en personas gestantes”, concluye.

Línea gris que divide el texto
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