“Hay cosas que el dinero no puede comprar”. En tiempos modernos y países con economías de libre mercado es difícil que este antiguo dicho se cumpla. Michael Sandel en su libro What money can’t buy: The moral limits of markets presenta un puñado de ejemplos de cosas que podemos comprar, entre las que se encuentra el derecho a emigrar a Estados Unidos y el derecho a emitir una tonelada métrica de dióxido de carbono. Estos ejemplos son alarmantes, pero lamentablemente el comercio se ha extendido hacia cuestiones mucho más sensibles, como comprar el derecho a disparar a un rinoceronte negro que, dicho sea de paso, se encuentra en peligro de extinción, así como el derecho a la salud en el ser humano.
El derecho a la salud tiene una historia larga. La Organización Mundial de la Salud (OMS) declara en su página que “Todas las personas tienen derecho a la salud. No importando el lugar donde vivan, deberían ser capaces de obtener atención médica de calidad cuando la necesiten y deberían poder pagarla”. Si bien los autores pensamos que se deben tomar muy en serio las palabras de la organización, este derecho no siempre ha sido respetado, incluso muchos historiadores y economistas lo ven como un ideal casi imposible de alcanzar. En México, por ejemplo, la economía, al parecer, es directamente proporcional a la calidad de los servicios que recibe y es que el sistema de salud de nuestro país está conformado tanto por el sector público como por el privado. A pesar de que los recursos públicos son bastos, la falta de una buena administración lleva a diversos problemas, por ejemplo, que el tiempo promedio de espera para recibir la atención sea de aproximadamente 90 minutos. Con el fin de ayudar a satisfacer la demanda, se integra el sector privado, y es así como el sistema de salud mexicano se hace mucho más vulnerable ya que remarca las condiciones de desigualdad en los habitantes y, por lo tanto, resulta ineficiente debido a su incapacidad para cumplir con los objetivos que promueve la OMS.
Hasta este punto parece necesario reflexionar si el dinero puede comprar incluso nuestra moralidad, esa de la que tantas veces se ha vanagloriado el ser humano y que debería guiarnos para tener un comportamiento que priorice el bienestar colectivo antes que el propio. Esto no lo observamos en un contexto empresarial; en este último, frecuentemente, se olvida lo esencial de la especie humana o lo que es peor, lo deja de lado. La práctica común en este contexto es dar prioridad al ahorro en gastos mientras se busca aumentar las ganancias monetarias de una empresa, sin importar si esta práctica pone en peligro la naturaleza, al planeta o a los seres humanos. Tal es el caso de lo recientemente sucedido con Psicofarma, empresa privada mexicana que comercializa medicamentos psiquiátricos controlados. En febrero de este año, cuando se realizaron estudios por parte de la Cofepris, las autoridades encontraron irregularidades en los medicamentos que vendía. Se descubrió que utilizaba medicamentos de prueba como producto terminado para comercializar; además, la presencia de contaminación cruzada y la imposibilidad de determinar de dónde obtienen sus materias primas provocó que la Cofepris confiscara lotes de medicamentos y suspendiera parcialmente las actividades del laboratorio.
Como consecuencias de la sanción a Psicofarma existe un desabasto de medicamentos psiquiátricos en el país, lo cual, por supuesto, es grave. Pero igual de grave sería si los medicamentos no funcionan correctamente, ya que generan un riesgo potencial como puerta de acceso a otros problemas de salud en las personas que los consuman. Y en cualquiera de los casos, los pacientes no tendrían manera de satisfacer sus necesidades farmacéuticas, lo que es parte del derecho a la salud que todos deberíamos gozar, sobre todo en un país como México donde 60 % de la población padece algún tipo de pobreza.
Lo anterior deja expuesto otro punto del mismo problema: la desigualdad en el acceso a los medicamentos en la población. El que los pacientes recurran a alternativas para continuar con su tratamiento, adquiriendo medicamentos por dos vías: por un lado, incentivado el mercado negro, el cual aumenta el valor del producto debido al riesgo que éste conlleva; por otro, la posibilidad de importar los medicamentos, acudir a otros países para conseguirlos o pedir a algún conocido que va de viaje que lo haga. Por supuesto, la capacidad de adquirir la medicina por alguna de estas vías está relacionado con el poder adquisitivo de personas particulares. Lo que nos recuerda que la misma enfermedad es percibida de forma notablemente dispar, dependiendo si se cuenta con suficientes recursos económicos o no.
Es imprescindible clarificar el enfoque que se le está dando a la práctica de la medicina que depende del sector privado, el cual debería priorizar la práctica integral y humanista antes que el negocio, como ha hecho la economía con cualquier cosa. Apelando a Hume, si bien es verdad la triste situación de que, bajo el contexto capitalista, todo puede estar en venta, hay cosas que no deberían estarlo, como la capacidad moral; en este caso la moral de las empresas que prefieren ganancias en lugar de velar por la vida de aquellos que necesitan atención médica, pero no pueden permitírsela debido a diversas circunstancias financieras. La moralidad es un recuerdo de lo esencial de ser humano y de la importancia del colectivo; las empresas deberían preocuparse también por el derecho inalienable a la salud, después de todo la ONU está apostando por que las empresas sean un punto clave para acabar con la pobreza y generar un desarrollo sostenible, al cual le sería beneficioso recibir una dosis de educación ética para enriquecer su perspectiva. Sopesar estas razones es un ejercicio que dejamos al lector.
* Alejandra Ramírez Padrón (@AlePadron94) es bióloga egresada de la Facultad de Ciencias y estudia la maestría en el Posgrado en Ciencias Biológicas con especialización en el área de Biología Evolutiva en la UNAM. Ha impartido seminarios y clases relacionadas con sus intereses en filosofía de la ciencia, filosofía de la biología y ética, los cuales están estrechamente vinculados con su proyecto de maestría. Abraham Olivetti (@OlivettiOscar) estudia el doctorado en el Posgrado de Filosofía de la Ciencia de la UNAM. Sus intereses se centran en la filosofía de la ciencia, especialmente en aspectos epistémicos de la investigación y la justificación de hipótesis por métodos no-deductivos. Actualmente es parte del programa de Estudiantes Asociados del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la máxima casa de estudios.
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Una investigación en Reino Unido reveló niveles alarmantes de acoso y agresión sexual en el ámbito quirúrgico, en medio de una cultura de silencio que ha permitido que se perpetúe este patrón de conducta.
Cirujanas en Reino Unido dicen que están siendo acosadas y agredidas sexualmente, y en algunos casos violadas por sus colegas, según reveló un análisis sobre el personal del Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés).
La BBC conversó con mujeres que fueron agredidas sexualmente en el quirófano durante una cirugía.
Los autores del estudio señalan que hay un patrón de comportamiento en el que mujeres que están haciendo prácticas son abusadas por cirujanos de más experiencia, y esto está ocurriendo actualmente en hospitales del NHS.
El Colegio Real de Cirujanos dijo que los hallazgos de la investigación son “realmente impactantes”.
El acoso sexual, la agresión sexual y la violación son considerados un secreto a voces dentro del ámbito quirúrgico británico.
Existe una historia no contada de mujeres a las que toquetean bajo sus batas, cirujanos que secan el sudor de su frente en el pecho de mujeres y hombres con una erección que se frotan contra el personal femenino.
A algunas cirujanas les han ofrecido oportunidades laborales a cambio de sexo.
El análisis -de la Universidad de Exeter, la Universidad de Surrey y el Grupo de Trabajo sobre Conducta Sexual Inapropiada en el marco de la Cirugía- fue compartido en exclusiva con la BBC.
Cerca de dos tercios de las cirujanas que proporcionaron información a los investigadores dijeron que fueron blanco de acoso sexual, y un tercio reveló que fueron agredidas sexualmente por colegas en los últimos cinco años.
Las mujeres dicen que temen reportar estos incidentes por el impacto negativo que esto pueda tener en su carrera y no confían en que el NHS tome medidas.
Hay nerviosismo al hablar abiertamente sobre esto. Judith nos pidió que no incluyéramos su apellido. Ahora, ella es una cirujana talentosa y experimentada.
Judith fue agredida sexualmente al comienzo de su carrera cuando era la persona con menos poder en el quirófano y el cirujano más experimentado estaba transpirando.
“Él simplemente se dio vuelta y hundió su cabeza en mis senos, y yo me di cuenta de que se estaba secando la frente sobre mí”, explica.
“Te quedas helada, ¿sabes?, ‘¿qué hace su cara en mi escote?’”.
Cuando lo volvió a hacer, Judith le ofreció una toalla. “No, esto es mucho más divertido”, le respondió con una “expresión burlona”, dice Judith, que recuerda haberse sentido “sucia y humillada”.
Peor aún para ella fue el silencio total de sus compañeros.
“Incluso él no era la persona de más rango en el quirófano, pero sabía que ese comportamiento estaba bien y eso es simplemente terrible”.
Esto le sucedió a Judith en medio del quirófano, pero el acoso y abuso sexual ocurre también más allá del hospital.
Anne –no podemos revelar su nombre real por razones legales- quiso hablar con la BBC porque cree que solo se producirá un cambio cuando la gente empiece a hablar.
Ella elige no llamar violación a lo que le pasó, pero está claro que las relaciones sexuales que tuvieron lugar no fueron consentidas.
El incidente ocurrió durante un evento social vinculado a una conferencia médica (un encuentro de médicos de la misma especialidad).
En un patrón que ya es familiar, ella era una pasante y él un cirujano experimentado.
“Yo confiaba en él, lo admiraba”, dice.
Él aprovechó esa confianza y le dijo que ella no conocía a la otra gente que estaba allí y que podía confiar en él.
“Así que caminó conmigo hacia el lugar donde me estaba quedando. Yo pensé que quería conversar y luego, de repente, se giró hacia mí y tuvo sexo conmigo”.
Anne dice que en ese momento su cuerpo se congeló y “no podía frenarlo”.
“Eso no era lo que yo quería, nunca fue lo que quise, fue totalmente inesperado”.
Cuando Anne lo vio al día siguiente, dice que “apenas podía mantener la compostura”.
“Sentí que no podía armar un escándalo, sentí que había una cultura muy fuerte de simplemente aguantar lo que te hicieran”.
El incidente tuvo un impacto duradero en Anne.
Primero la dejó emocionalmente paralizada, y años más tarde “el recuerdo volvía a inundar mi mente como un horror, una pesadilla”, incluso cuando se estaba preparando para operar a un paciente.
Es ampliamente aceptado que hay una cultura de silencio en torno a este tipo de comportamientos.
La formación quirúrgica se basa en el aprendizaje de colegas de mayor nivel en el quirófano, y las mujeres nos han dicho que es riesgoso hablar sobre aquellos que tienen poder e influencia sobre el futuro de sus carreras.
La investigación, publicada por la Revista Británica de Cirugía, es el primer intento para tener una idea de la escala del problema.
Los cirujanos registrados –hombres y mujeres- fueron invitados a participar y responder de forma anónima, y 1.434 respondieron. La mitad fueron mujeres:
Si bien el informe muestra que los hombres también son víctimas de algunos de estos comportamientos (un 24% fue acosado sexualmente), concluye que cirujanos y cirujanas “viven realidades diferentes”.
“Es probable que nuestros hallazgos tengan un impacto en la confianza del público en la profesión”, señaló el doctor Christopher Begeny, de la Universidad de Exeter.
Entre tanto, un segundo reporte –llamado “Rompiendo el silencio: abordaje de la conducta sexual inapropiada en la atención médica”- hace recomendaciones sobre lo que tiene que cambiar.
Ambos informes indican que la proporción relativamente más baja de mujeres cirujanas (cerca del 28%), combinada con el hecho de que el ámbito de la cirugía es profundamente jerárquico, les da a algunos hombres un poder significativo, y esto se combina mal con el ambiente de gran presión que se vive en el quirófano.
“Esto hace que la gente puede comportarse con impunidad y no se controla mucho lo que pasa”, dice la profesora Carrie Newlands, cirujana de la Universidad de Surrey.
Newlands decidió abordar este comportamiento después de escuchar las experiencias de sus colegas con menos experiencia.
“El escenario más común es que una aprendiz de menos experiencia sea abusada por un perpetrador hombre de más experiencia, que por lo general es su supervisor”, le dijo a la BBC.
“Y esto da como resultado una cultura de silencio en donde las personas tienen miedo por su futuro y su carrera si deciden hablar”.
Otro tema que surgió del análisis fue la falta de confianza en organismos como el NHS Trust, el Consejo Médico General (que gestiona el registro de médicos en Reino Unido autorizados a ejercer) y los Colegios Reales (que representan a las especialidades en medicina) para tratar el problema.
“Necesitamos un cambio profundo en los procesos de investigación para que sean externos, independientes y confiables para que la atención sanitaria se convierta en un lugar seguro para trabajar”, señala Newlands.
Tim Mitchell, presidente del Colegio Real de Cirujanos de Inglaterra, le dijo a la BBC que los hallazgos de la investigación son “profundamente impactantes y serán una fuente de mucha vergüenza para la profesión de cirujano”.
En conversación con el programa Today de BBC Radio 4, reconoció que “queda claro que se trata de un problema común” que no ha sido abordado.
“Necesitamos implementar una cultura de tolerancia cero para garantizar que existen mecanismos que permitan a las personas afectadas sentirse seguras de que pueden acercarse, denunciar estos incidentes, y que serán tomadas en serio”, dijo.
La doctora Binta Sultan, de NHS Inglaterra, dijo que el informe es “increíblemente difícil de leer” y presenta “evidencia clara” de la necesidad de tomar más medidas para hacer que los hospitales sean “seguros para todos”.
“Ya estamos tomando medidas importantes para hacer esto, incluso a través de compromisos para brindar más apoyo y mecanismos claros de denuncia para aquellos que han sufrido acoso o han sido víctimas de comportamientos inapropiados”.
El Consejo Médico General actualizó el mes pasado sus estándares profesionales para los médicos.
Su direcctor ejecutivo, Charlie Massey, dice que “actuar de forma sexual con los pacientes o colegas es inaceptable” y que la “conducta inapropiada grave es incompatible” con seguir ejerciendo la medicina en el país.
¿Pero es el ámbito quirúrgico un lugar de trabajo seguro para las mujeres hoy día?
“No siempre. Y es terrible tener que admitirlo”, dice Judith.
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