El primate que se entretiene con el cine de acción y la caverna (segunda parte)

En la primera parte de este artículo se analizaron dos aspectos universales del cine de acción, relacionados con la antropogénesis, la vida cotidiana y la praxis. En esta segunda parte se verá el tercer aspecto: la espera, la tranquilización y el baño de calma, así como las escenas en las que nada ocurre porque sólo hay acontecimientos inminentes. 1 Dicho aspecto puede estar registrado entre el hecho de correr y refugiarse en la casa-caverna y el hecho de salir de ella.

Para entrar o salir de una casa-caverna contemporánea, los seres humanos deben esforzarse, en mayor o menor medida, para abrir o cerrar puertas. Si bien Julio Cortázar ha realizado una descripción magistral de las escaleras y de las instrucciones para subirlas, nadie ha descrito las puertas ni las instrucciones para abrirlas o cerrarlas. En “Instrucciones para subir una escalera”, de Historias de cronopios y de famas, Cortázar hace la siguiente descripción:

En el caso de las puertas, la descripción podría quedar así:

Para abrir una puerta, se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha arriba (o izquierda arriba), envuelta casi nunca en cuero o gamuza, y que salvo excepciones toma exactamente el pomo o la manija. Puesta en el pomo o manija dicha parte, que para abreviar llamaremos mano, se balancea la parte equivalente de la izquierda (o derecha según el caso, también llamada mano, pero que no ha de confundirse con la mano antes citada), y llevándola a la altura de la mano, se le hace seguir hasta empujar la cara frontal, con lo cual dejará en reposo ambas manos mientras la puerta abandona el hueco de la puerta.

El misterio de las puertas todavía está por revelarse en su sentido antropogenético, pero cabe prestar atención al siguiente poema:

¿Quién vendrá a llamar a la puerta?

Puerta cerrada, un antro.

El mundo llama del otro lado de mi puerta.

Surge la pregunta: ¿de qué lado de la puerta el mundo llama? ¿Del lado que da hacia el exterior o hacia el interior de la casa? En la biografía de Martin Heidegger, R. Safranski cuenta que, en una ocasión, tras escuchar que uno de sus amigos anuncia que se irá de viaje para conocer el mundo, Heidegger le replica que puede conocerlo sin salir de casa. En este caso, el mundo llama del lado de la puerta que dirige al interior de la casa. Llegamos al punto en el que coincide la prehistoria, el cine de acción y el tiempo pandémico. Una vez que el imperativo noso-político “¡Quédate en casa!” se puso en función, los seres humanos encontraron refugio en la casa, pero también cadenas y errores. En la casa ya no brilla el fuego como en la caverna que Platón imaginó, pero brillan las pantallas de los smartphones, tablets, televisores, computadoras, etc., que hacen desfilar otro tipo de sombras y de apariencias que afirman las cadenas y los errores de otra manera, a partir del entretenimiento. En este sentido, la casa no se convirtió en el lugar de espera, tranquilización y baño de calma mientras la calamidad pasaba, sino todo lo contrario: diferentes violencias se suscitaron, los problemas psicológicos incrementaron, las crisis económicas aumentaron, la educación a distancia no fue la más satisfactoria, etc. Es decir, la violencia del mundo exterior se llevó a lo más íntimo de la casa, a través de los canales virtuales que, como Cristo, no necesitan tocar la roca-puerta. Tal vez esto ocurrió porque normalmente se pretende que el mundo llama del otro lado de la puerta, el que da hacia el exterior. En este sentido, para no salir de la alegoría platónica, la casa es la caverna de la que hay que escapar. Pero a diferencia de la caverna platónica de la que se sale para posiblemente no regresar, a menos de que se exhorte a la liberación de quienes siguen encadenados y enfermos por sus errores, los seres humanos contemporáneos están condenados a salir y regresar a casa de manera indefinida, es decir, a abrir y cerrar puertas indefinidamente. Pero si en lugar de liberarse de sus cadenas y curarse de sus errores, el individuo que escucha el llamado del mundo desde el exterior, solo cierra la puerta tras de sí para arrastrarlos, a su regreso, al abrir nuevamente la puerta, solo constatará que la cadena tiene otro eslabón y que sus errores no sólo le generan incertidumbre, sino también miedo y odio. Tal vez ahora que sabemos de este tercer universal de las películas de acción, que descubre el pasado arqueológico de los seres humanos y configura la vida cotidiana del presente, consigamos que cada entrada y salida de casa, de cada abrir y cerrar de puertas, después de la espera, la tranquilización y el baño de calma, deriven en actos de liberación de las cadenas y de curación de los errores propios.

Para cerrar (esta puerta), en congruencia con el cine de acción, y con la antropogénesis, resulta conveniente traer a la memoria la escena de Kill Bill, en la que Beatrix es enterrada viva. Mientras recupera el aliento y se tranquiliza, evoca esos pequeños momentos que pasó en la casa de Pai Mei, quien le dio hospedaje, al mismo tiempo que la entrenó en artes marciales. Posiblemente no hay escena más ejemplar que reúna el acontecimiento prehistórico, que dio forma a los seres humanos, con el cine de acción en un entorno y una situación que podría denominarse sin más como vida cotidiana, que la de Pai Mei y Beatrix sentados una frente al otro, mientras comen. Beatrix no puede usar los palillos para comer debido a que sus manos están lastimadas por el entrenamiento. Desesperada, los arroja y decide comer con las manos desnudas. Pai Mei toma el plato de Beatrix y arroja el contenido al suelo; furioso le dice: “Si quieres comer como perro, vive y duerme afuera como ellos. Si quieres vivir y dormir como humana, usa los palillos”. En este sentido, la antropogénesis ocurre como un breve momento mientras los seres humanos comen con sus artefactos técnicos. Si es verdad que el cine de acción revela los secretos arqueológicos del misterioso paso del mono al ser humano, entonces la escena de Kill Bill muestra justo la tecnogénesis por la que pasan los seres humanos; Beatrix en este caso específico. Por último, la enseñanza que se desprende de este momento de calma y tranquilización por el que atraviesa Beatrix mientras recuerda su estancia en la casa de Pai Mei, es que la violencia no se debe de llevar del exterior a la casa, sino que lo que sucede en ésta puede preparar a quien la habita a responder de mejor manera ante las situaciones más desagradables, adversas y hostiles. Es decir, llevar la tranquilidad y la calma de la casa al exterior.

* Jorge Vélez Vega participa en el Programa de Becas Posdoctorales de la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la UNAM. En el Departamento de Biología Evolutiva de la Facultad de Ciencias, en colaboración con el doctor Ricardo Noguera Solano, desarrolla el proyecto de investigación titulado “Bio-tecno-génesis: antropogénesis, biotecnologías y posthumanismo”. Sus áreas de interés e investigación son: racionalidad y tecnologías biopolíticas; ciencias y técnicas con/en/dentro de la vida; umbral de modernidad biológica y la biopoética de la regeneración.

1 Sloterdijk, P. (2020). “Apóstoles de la violencia. Sobre la metafísica del cine de acción” en El imperativo estético. Escritos sobre arte, traducido por Joaquín Chamorro Mielke, editado por Peter Weibel, pp. 353-373.