¿Pueden pensar las máquinas? Con esta pregunta empezaba el artículo Computing machinery and intelligence de Alan Turing, donde se cuestionaba de manera legítima si las máquinas podían desarrollar características y dimensiones semejantes a la inteligencia humana como pensar, emitir juicios, comparar, elegir y tomar decisiones, entre muchas otras. La respuesta se había dado de manera previa: durante la Segunda Guerra Mundial, diseñó un cálculo probabilístico que permitió descifrar la máquina Enigma mediante la cual los alemanes enviaban mensajes ocultos sobre sus próximas operaciones, lo que le valió el mérito de haber obtenido información privilegiada para vencer al ejército alemán y terminar con la guerra. Esto quedó plasmado, muchos años después, en la aclamada pelicula The imitation game.
Posteriormente, en la década de los años cincuenta, el descubrimiento del funcionamiento de las redes neuronales abrió paso a la programación “por capas”, que puede almacenar datos más complejos de la realidad y, a partir de ellos, construir asociaciones múltiples e interactuar en varios planos del conocimiento, algo que los especialistas en análisis de datos han denominado deep learning en contraposición a machine learning, donde los datos que se introducen en los sistemas operativos realizan asociaciones e identificación de patrones a un nivel relativamente simple, sin tanta complejidad.
Icónico es el ejemplo del torneo de ajedrez disputado en 1997, entre el campeón mundial Gari Kasparov y la máquina creada por IBM, Deep blue. Por asombroso que resultó que una máquina ganara esa ocasión, tiempo después su supuesta inteligencia sobreabundante se vio cuestionada por la revancha buscada por el mismo Kasparov, demostrando que él es capaz de vencer y superar las jugadas de Deep Blue.
Ejemplos de estas “inteligencias artificiales”, tanto en el plano del machine learning como del deep learning, hay muchos y variados. Por ejemplo, las aplicaciones de pedidos de comida rápida a domicilio o de selección de maridajes tipo gourmet según la ocasión que el usuario introduzca, son programas con algoritmos generados a partir del método del machine learning y, además, constituyen ejemplos de lo que se denomina “inteligencia artificial débil”, es decir, estrecha, teniendo, pues, sólo datos de una determinada área de conocimiento y no de muchas, lo que facilita la asociación por repetición de patrones y su consecuente respuesta.
Por otro lado, también está la inteligencia artificial “fuerte” o “amplia”, capaz de combinar datos de varias áreas del conocimiento y hacer relaciones entre ellos para emitir una respuesta que simule ciertos procesos “inteligentes”. Tal es el caso de los sistemas de reconocimiento facial de diversos dispositivos, de reconocimiento de voz, de los generadores de textos e imágenes como ChatGPT, pero también los autos diseñados para conducirse “solos” o los robots humanoides, como Sophia, capaces de interactuar con personas y sostener conversaciones, e incluso de expresar determinados sentimientos o emociones.
Actualmente en casi todas las industrias existen ya tecnologías diseñadas y programadas con inteligencia artificial que ayudan en distintos procesos o tareas de manera más eficaz y ahorran tiempo y recursos.
Por ejemplo, en la industria agropecuaria se cuenta con las llamadas granjas inteligentes, que pueden ser controladas a distancia o posibilitan la recolección de granos y hortalizas, programadas en determinas estaciones del año y con capacidad para elegir las que se encuentren en buen estado.
En la industria automotriz, los carros que se manejan “solos” han sido ya considerados para evitar, incluso, accidentes vehiculares y facilitar a los usuarios la concentración en los límites de velocidad, las maniobras para estacionarse, los señalamientos de los semáforos, etcétera.
Por su parte, en la industria alimenticia se ha generalizado el uso de los menús digitales a los que se accede a través del escaneo de un código QR.
En la farmacéutica, las máquinas dispensadoras de medicinas en las cantidades exactas indicadas en las recetas médicas y con las sustancias químicas genéricas no sólo reduce el costo, sino que evita que las dosis sobrantes debido a la indicación temporal de su uso se desperdicie y, con ella, el costo unitario de cada pastilla o cápsula.
En la medicina, numerosos avances se ven ya desde las apps de medición de signos vitales, de glucosa, de alerta por caídas, de detección de niveles bajos de serotonina, hasta los robots cirujanos o bien los robots entrenados para cuidar adultos mayores, ya sea en sus casas o en residencias.
Con independencia del tipo de inteligencia artificial que se use o se discuta, hay que decir que el propósito compartido por todas ellas es emular la inteligencia humana para la resolución de problemas o la ejecución de tareas de manera más rápida y exacta, y en esto cumplen su función muy bien. Basta ver la precisión del robot Da Vinci en procedimientos quirúrgicos para comprobar que el margen de error es considerablemente menor que en un procedimiento realizado por un ser humano. Sin embargo, su capacidad de reacción para responder a posibles eventualidades es bastante menor a la que tendría un cirujano; con esto se quiere decir que a pesar de la efectividad de los sistemas de inteligencia artificial y sus muchas bondades, aún carecen y, probablemente siempre carecerán, de la capacidad creativa, de innovación y de experiencia que tiene una persona.
En función de lo anterior, se podría hacer una crítica a la noción de inteligencia artificial que radica en el hecho de que muchas de las dimensiones constitutivas de la “inteligencia humana” no están presentes en la “inteligencia artificial”.
Una de estas dimensiones es la simple abstracción que, en el pensamiento tomista, hace referencia a la capacidad para abstraer el contenido universal y separarlo del particular; lo que a su vez permite extraer las esencias y separarlas de las existencias. Esta operación mental que es de donde se desprende la posibilidad de nombrar las cosas reconociendo su contenido universal y necesario, y al nombrarlas producir palabras que, a su vez, producen juicios y conforman argumentaciones, y éstos propician el lenguaje humano, no está presente en ninguna máquina o aplicación de inteligencia artificial.
Llama la atención, al afirmar la súper inteligencia de la inteligencia artificial en contraposición a la humana, la necesidad de los captchas que se colocan en los dispositivos de navegación en la red, con el propósito de asegurar que el usuario no sea un robot, puesto que al pedir colocar las letras distorsionadas que se despliegan o bien al pedir seleccionar las imágenes de una cosa (esencia), los robots y las máquinas no pueden diferenciar ni identificar y menos aún reconocer una letra que no aparece de forma clara.
Otra dimensión de la inteligencia humana que no pueden tener las máquinas es la intuición que proviene, en parte, de la asociación de elementos y secuencias lógicas y, por otra, de las emociones y sentimientos que uno experimenta ante determinadas circunstancias. Dado que las máquinas pueden hacer las primeras, pero no las segundas, la posibilidad de intuir datos y sacar conclusiones de dichas intuiciones es imposible en la inteligencia artificial.
De lo anterior se desprende, con mayor énfasis, que las máquinas programadas con inteligencia artificial no pueden experimentar emociones ni sentimientos y tampoco generarlas, es decir, carecen de la dimensión humana de la voluntad.
A pesar de que existen robots que simulan entristecerse o enojarse, en realidad lo que sucede es que reaccionan a ciertos gestos, nivel de voz, expresiones faciales de sus usuarios y su reacción responde a un algoritmo que, previamente, se le introdujo, no al surgimiento de un sentimiento que denota una emoción propia de los seres humanos.
De esta manera, hay que insistir en que absolutamente todo lo que una máquina programada con inteligencia artificial produce, aunque se asemeje a una capacidad o reacción humana, en realidad son datos previamente introducidos por una persona; en otras palabras, una máquina jamás podrá hacer algo que no esté programada para hacer.
Ante esto y a modo de ejemplo, cabría preguntar si alguien se sometería a una cirugía realizada únicamente por un robot que asegura precisión en el procedimiento sin que en la sala de operación haya un médico presente, o bien si volarían en un avión que no tuviera piloto y todo fuera controlado a distancia desde tierra.
Casi con toda seguridad diríamos que muy pocos contestarían que sí lo harían a la primera opción o a las dos, y la razón obedece a que por más exacta que sea una programación algorítmica para una u otra función, en caso de que se presentara alguna eventualidad, el sistema de inteligencia artificial no sabría qué hacer y no porque no pueda ofrecer alternativas, sino por la imposibilidad misma de que el programador prevea absolutamente todas las situaciones adversas posibles de una cirugía, un vuelo o cualquier otra operación.
Así, sólo la inteligencia humana, con sus dimensiones propias de creatividad, criticidad, innovación, etcétera, puede reaccionar ante un problema no previsto y encontrar una solución.
La pregunta inicial de este artículo ponía el debate en si las máquinas pueden pensar. Al carecer de inteligencia en el sentido humano la respuesta sería no. Siempre habrá una inteligencia humana detrás de una artificial, lo que lleva a pensar entonces que en realidad no existen los peligros que muchos han propagado sobre un posible dominio y hasta colonización de las máquinas hacia las personas. Esto no sucederá… a menos que alguien haya programado que así suceda.
* María Elizabeth de los Ríos Uriarte es profesora e investigadora del Instituto de Humanismo en Ciencias de la Salud, Facultad de Bioética, Universidad Anáhuac México (UAM). Es licenciada y doctora en Filosofía por la Universidad Iberoamericana y maestra en Bioética por la UAM, así como Research Scholar de la Cátedra Unesco en Bioética y Derechos Humanos.
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Gran parte del hemisferio norte ha sido golpeado ese verano por condiciones climáticas extremas. ¿Cómo se conecta lo que ocurrió con el calentamiento global generado por los seres humanos?
Calor. Incendios forestales. Lluvias torrenciales. Tifones y huracanes. Gran parte del hemisferio norte fue golpeado por condiciones climáticas extremas este verano.
Los científicos pueden tardar un tiempo en descifrar qué es lo que está ocurriendo exactamente.
No todos estos fenómenos pueden relacionarse de manera directa con el cambio climático; los sistemas meteorológicos y climáticos naturales del planeta son potentes y también afectan al clima.
Pero en las últimas semanas se alcanzaron importantes récords meteorológicos en poco tiempo, lo que preocupa a los expertos.
Estos son algunos de los datos que reflejan la magnitud de lo que sucedió en la Tierra este verano boreal. Veamos cómo se conecta con el cambio climático.
En Reino Unido, los días agradables de principios de verano pueden parecer un recuerdo lejano después de semanas de clima inestable, pero este año los británicos registraron el junio más caluroso de la historia.
La temperatura media -contando tanto los días como las noches más frescas- fue 15,8 °C. Esta marca superó el récord anterior en 0,9 °C, lo que supone un salto significativo en términos climáticos.
En 72 de las 97 áreas de Reino Unido donde se recopilan datos de temperatura se alcanzaron cifras récord.
Los científicos de la Met Office afirmaron que el cambio climático hace que la posibilidad de superar el récord anterior sea al menos el doble de probable.
En la primera semana de julio el planeta vivió el día más caluroso registrado, el día que la temperatura media global alcanzó los 17,23 °C, lo que rompió el récord anterior de 2016 de 16,92 °C.
En el Mediterráneo, millones de personas vieron de cerca cómo se siente el calor extremo cuando dos abrasadoras olas de calor, llamadas Cerberus y Caronte, en honor a las amenazantes figuras de la antigua mitología griega, azotaron los países de toda la región.
En Italia, en todas las ciudades se declaró alerta roja. En Roma, los turistas se desmayaron con temperaturas superiores a los 40 °C.
La Acrópolis de Atenas, la atracción turística más popular de Grecia, debió cerrar para proteger a los visitantes del calor que podía llegar a ser mortal.
En Argelia y Túnez las temperaturas llegaron a los 48 °C.
A su vez, el calor creó las condiciones de sequía necesarias para los incendios forestales que arrasaron el Mediterráneo.
En el caso de Grecia, los grandes incendios que se dieron del 1 al 25 de julio emitieron un millón de toneladas de dióxido de carbono, la mayor cantidad registrada para cualquier incendio forestal de julio en el país.
* CO2e es un cálculo de emisiones de carbono que incluye gases de efecto invernadero como el metano.
Los científicos del grupo World Weather Attribution, que analizan el papel del calentamiento global en los eventos climáticos extremos, después de estudiar los datos concluyeron que las olas de calor habrían sido “prácticamente imposibles” sin el cambio climático inducido por el hombre.
El calentamiento de la atmósfera, a causa de la quema de combustibles fósiles, hizo que la ola de calor en el sur de Europa fuera 2,5 °C más caliente que en el pasado.
Los científicos creen que El Niño que empezó en junio podría hacer que este año sea el más caluroso de la historia.
Este poderoso fenómeno natural, que está relacionado con temperaturas más altas, ocurre entre cada dos a siete años cuando agua cálida sube a la superficie en el Pacífico frente a las costas de América del Sur.
Mientras millones de personas estaban desesperadas por aliviarse del calor, el 26 de julio China y Filipinas fueron golpeadas por lluvias torrenciales y vientos feroces que alcanzaron récords.
El tifón Doksuri azotó ciudades y litorales de Asia oriental durante una semana.
Más de un millón de personas fueron evacuadas cuando los vientos alcanzaron los 240 km/hr. En Pekín, la capital de China, la cantidad de lluvia que cayó batió el récord de los últimos 140 años.
Las inundaciones dañaron carreteras y puentes, sumergieron automóviles y destruyeron obras en construcción.
En Filipinas, al menos 26 pasajeros de un ferry murieron cerca de Manila cuando se amontonaron hacia un lado del barco que se inclinaba debido al viento, lo que hizo que volcara.
Las temperaturas más cálidas proporcionan condiciones más favorables para este tipo de tormentas.
En los meses previos al tifón, China, Corea del Sur y otras partes del este de Asia habían experimentado un calor récord.
Los científicos del grupo World Weather Attribution dijeron que el cambio climático hizo que la ola de calor de julio en China fuera 50 veces más probable que sucediera.
La isla de Maui, en Hawái, se enfrentó el 8 de agosto a un incendio que se convirtió en una trampa mortal.
En la ciudad costera de Lahaina, los habitantes del lugar dijeron que las sirenas de advertencia no sonaron. Algunos huyeron al océano para intentar salvarse de las llamas que avanzaban rápidamente.
Gran parte de la isla atravesaba una sequía que hacía que la vegetación seca proporcionara el combustible ideal para que las llamas se propagaran, avivadas por los fuertes vientos de un huracán que pasó prácticamente al mismo tiempo.
La compleja combinación de estructuras humanas y de gestión del territorio en Hawái hace que, aunque el cambio climático puede haber contribuido al incendio, no esté claro hasta qué punto tuvo un papel fundamental, según los científicos del clima y los expertos en incendios.
Unos días después, el 19 de agosto, la temporada de incendios que había comenzado inusualmente pronto en el este de Canadá arrasó la provincia occidental de Columbia Británica.
Por ese motivo, las autoridades ordenaron evacuar unos 15.000 hogares, mientras que cientos de kilómetros al norte, un enorme incendio amenazaba la ciudad de Yellowknife, en los Territorios del Noroeste.
Hasta ahora en Canadá ardieron unos 15,6 millones de hectáreas, una superficie mayor que la del estado de Nueva York o Inglaterra.
En este momento, al menos 1.000 incendios continúan activos mientras Canadá vive su peor temporada de incendios forestales.
La manera en que los humanos gestionamos los bosques contribuye en gran medida a los incendios, pero el cambio climático también alimenta las condiciones para que las llamas se afiancen: seca la vegetación, causa un deshielo más temprano de la nieve y calienta el suelo que antes era demasiado frío para los incendios.
Los científicos prevén que, a medida que se intensifique el calentamiento global, los incendios forestales serán más potentes.
Un estudio realizado por el grupo World Weather Attribution encontró que el cambio climático hizo que las condiciones cálidas, secas y ventosas que causaron los incendios forestales en Quebec fueran al menos dos veces más probables y entre un 20% y un 50% más intensas.
El 21 de agosto, California, un estado de EE.UU. que suele estar preparado para los incendios forestales, sufrió su primera tormenta tropical en 84 años.
La tormenta Hilary, que venía de ser huracán, tocó tierra en el norte de México y mató al menos a una persona cuando una familia de cinco miembros fue arrastrada al mar, antes de subir hacia California.
Unos 26 millones de personas en el estado estuvieron en riesgo de sufrir inundaciones y 25.000 hogares en Los Ángeles se quedaron sin electricidad con el avance de la tormenta.
Palm Springs tuvo la hora de lluvia más intensa jamás registrada en la ciudad, según el gobernador de California, Gavin Newsom. En el Valle de la Muerte, las inundaciones llenaron de agua el icónico paisaje seco, convirtiendo sus valles en ríos rápidos.
Es demasiado pronto para decir si el cambio climático aumentó las posibilidades de que sucediera esta tormenta, pero los científicos anticipan que las temperaturas más altas causarán huracanes más fuertes en el futuro, ya que más calor en los océanos crea más energía para las tormentas.
Las aguas del planeta estuvieron más calientes que nunca este verano boreal: una poderosa ola de calor marina rompió el récord de temperatura global promedio.
El calor acumulado en la superficie de los océanos puede haber contribuido a impulsar fuertes huracanes en el Atlántico a finales de agosto.
La tormenta Hilary es un recordatorio de que el año aún no ha terminado: la temporada de huracanes en el Atlántico apenas ha comenzado y se proyecta que será más fuerte de lo habitual.
El impacto del clima extremo en diferentes países es un recordatorio de que la respuesta de los humanos es vital.
La ONU y destacados científicos del clima instaron nuevamente a los gobiernos a cumplir sus promesas de abordar urgentemente la crisis climática.
Los científicos dicen que lo sucedido estos meses es una señal de lo que vendrá a medida que el cambio climático empeore.
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