El número de personas fallecidas sin identificar en Jalisco aumentó 44% en los últimos dos años y medio, lo que evidencia la crisis forense en ese estado que las autoridades insisten en negar, de acuerdo con un informe de CEPAD y la organización Por amor a ellxs divulgado este jueves.
De acuerdo con la información recabada, en diciembre de 2020 había 6 mil 249 registros de Personas fallecidas sin identificar (PFSI) y la cifra actual hasta el 31 de mayo de 2023 subió a 9 mil dos casos.
En este total de PFSI se encuentran cadáveres, osamentas, restos óseos y segmentos humanos de los cuales no se tiene claridad si conforman un mismo cuerpo, de acuerdo con el informe titulado “Regiones en el Abandono: Situación forense de las Delegaciones del IJCF”.
Dicho informe se presenta en el marco del quinto aniversario del descubrimiento de los llamados “tráilers de la muerte” en Jalisco.
En 2018, vecinos de Paseos del Valle en el municipio de Tlajomulco de Zúñiga, reportaron un tráiler del cual salían olores fétidos. Se corroboró que dentro había 150 cadáveres.
Las autoridades del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) explicaron que tenían los cuerpos en ese tráiler con caja refrigerante -que falló y por eso los olores que alertaron a vecinos- debido a que la capacidad de las instalaciones estaba rebasada.
En un segundo tráiler había 49 cadáveres.
“La crisis forense en Jalisco ha sido sistemáticamente negada por el Gobierno del Estado, a pesar de la acumulación de personas fallecidas sin identificar (PFSI) y las malas prácticas en los procesos de identificación”, encontró el CEPAD.
Además, indicaron que las ocho unidades regionales del IJCF enfrentan rezago y abandono institucional, lo que limita su capacidad para abordar la crisis forense en sus respectivas áreas.
Otro de los hallazgos en este informe es la negativa en el reconocimiento de un contexto de violencia o patrones en los municipios, lo que dificulta la atención adecuada a casos de desaparición y homicidios.
Incluso, las organizaciones mencionan las denuncias de actos de corrupción en el IJCF, como el cobro de hasta 20 mil pesos solicitados a los familiares de las víctimas para acelerar los procesos de identificación.
Denuncias que no han recibido respuesta, lamentó Mónica Chavira, del Colectivo Por Amor a Ellxs.
En su informe, las organizaciones incluyeron recomendaciones para mejorar los procesos de identificación y atender por parte de las autoridades esta situación de crisis en el asunto forense en Jalisco.
“Presentamos también en el informe algunas recomendaciones que podrían ser relevantes para que las autoridades del Gobierno del Estado de Jalisco atiendan esta problemática y las incluyan en sus planes de trabajo” explicaron.
Entre las recomendaciones están:
Cuando el terremoto destruyó su casa, Tayeb ait Ighenbaz tuvo que elegir a quién salvar. La decisión de rescatar a su hijo de los escombros y dejar morir a sus padres aún lo atormenta.
Tayeb ait Ighenbaz se vio obligado a elegir entre salvar a su hijo de 11 años o a sus padres cuando estos quedaron atrapados bajo los escombros tras el devastador terremoto en Marruecos del pasado viernes.
El pastor de cabras de una pequeña comunidad en las montañas del Atlas dice que está atormentado por la decisión que tuvo que tomar.
Tayeb estaba con su esposa, sus dos hijos y sus padres el viernes por la noche en su pequeña casa de piedra cuando esta fue sacudida por el mayor terremoto que ha sufrido el país en 60 años.
Acompaño a Tayeb a su antigua casa que ahora está en ruinas.
Todavía se puede ver parcialmente el interior de la construcción. Él señala los escombros mientras me dice: “Allí es donde estaban”.
“Todo pasó muy rápido. Cuando sucedió el terremoto, todos corrimos hacia la puerta. Mi padre estaba durmiendo y yo le grité a mi madre que saliera, pero ella se quedó a esperarlo”, dice.
Del otro lado, él solo podía ver a su esposa y a su hija.
Cuando regresó a la casa derrumbada, Tayeb encontró a su hijo y a sus padres atrapados entre los escombros. La mano de su hijo se asomaba entre los cascotes.
Sabía que tenía que actuar rápidamente, y se dirigió hacia donde estaba su hijo Adam, y comenzó a cavar deseperadamente para sacarlo.
Cuando fue a buscar a sus padres, atrapados bajo una gran losa de piedra, dice que ya era demasiado tarde.
“Tuve que escoger entre mis padres y mi hijo”, dice con lágrimas en los ojos.
“No pude ayudar a mis padres porque una pared cayó sobre sus cuerpos. Es muy triste. Vi como morían mis padres”.
Tayeb señala las manchas sobre su pantalón, y me dice que es la sangre de sus padres. Toda su ropa está dentro de su casa. No ha podido cambiarse desde que se produjo el sismo.
La familia vive ahora junto a sus parientes en carpas improvisadas cerca de su antigua casa. Tayeb cuenta que todo su dinero está en la casa, y que la mayoría de sus cabras han muerto.
“Es como haber nacido otra vez en una nueva vida. Sin padres, sin casa, sin comida, sin ropa. Tengo 50 años y tengo que empezar de nuevo”, dice.
Él no puede ahora pensar en cómo continuar, pero se acuerda de las lecciones que le enseñaron sus padres.
“Siempre me decían ‘sé paciente, trabaja duro, nunca te rindas’”.
Mientras conversamos, su hijo Adam se acerca vestido con una camiseta del club de fútbol Juventus con el nombre de Ronaldo en la espalda, y abraza a su padre.
“Mi papá me salvó de la muerte”, dice sonriendo.
Unos metros más lejos, camino a la ciudad de Amizmiz, otro hijo abraza a su padre.
Abdulmajid ait Jaefer dice que estaba en su casa con su esposa y sus tres hijos cuando comenzó el terremoto y “el piso se cayó”.
Su hijo Mohamed, de 12 años, salió del edificio, pero el resto de la familia quedó atrapada.
Abdulmajid cuenta que sus piernas quedaron atrapadas bajo los escombros, pero que un vecino lo ayudó a salir.
Luego pasó dos horas tratando de rescatar a su esposa y a una de sus hijas.
Las dos estaban muertas cuando logró sacarlas de entre los escombros.
Al día siguiente, el cuerpo sin vida de otra de sus hijas fue rescatado.
Abdulmajid, de 47 años, duerme ahora bajo un toldo frente a lo que quedó de su casa.
Puede ver la cocina, con la nevera aún de pie y ropa colgada puesta a secar.
Dice que no puede abandonar la zona porque necesita “hacer guardia” para proteger sus posesiones, y el recuerdo de su vida allí.
“Esa es mi cocina y mi nevera. Todos estábamos allí. Ahora solo puedo mirar hacia allí”, dice.
Antes del viernes, Abdulmajid dice que nunca jamás pensó en un terremoto. “Incluso ahora, no lo puedo creer”.
Mientras conversamos, un auto para cerca de nosotros y un grupo de gente baja para ofrecer sus condolencias. Otros que caminan por la calle se detienen para darle un abrazo al padre y esposo.
“Éramos cinco en mi familia. Ahora somos dos”, me dice con tristeza.
“Por el momento, solo puedo pensar en una cosa: mi hijo”.
Reporteo adicional: Wahid El Moutanna.
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