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¿Cómo se barre la escalera de la corrupción?
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Arturo Franco es un economista, escritor y emprendedor social lagunero. Actualmente es vicepresidente senior del... Continuar Leyendo
7 minutos de lectura

¿Cómo se barre la escalera de la corrupción?

Intereses ocultos, apropiación de bienes públicos, beneficios personales, fraudes y robo a gran escala. Un crimen calculado, una falla en el sistema, la corrupción parece una enfermedad incurable. Excepto que sí existe una cura, un tratamiento, un antecedente. Se trata del país al que todo el mundo voltea cuando quiere imaginar una solución posible, el país que algunos critican por haber sido algo así como un “padre muy estricto”, pero cuyos resultados hablan por sí mismos: el pequeño país llamado Singapur.
20 de abril, 2015
Por: Arturo Franco

“Combatiré la corrupción con todo el peso de la ley”, grita el político al terminar su discurso. ¿Cuál político? El que ustedes escojan en casi todo el mundo. Una gran cantidad de países han fracasado en detener y erradicar este cáncer que debilita a las naciones, reduce el bienestar y destruye el sueño democrático. En Turquía y Perú, en China y Haití, en Estados Unidos y Rusia, todos enfrentan los mismos problemas: intereses ocultos, apropiación de bienes públicos, beneficios personales, fraudes y robo a gran escala. Un crimen calculado, una falla en el sistema, la corrupción parece una enfermedad incurable.

Excepto que sí existe una cura, un tratamiento, un antecedente. Se trata del país al que todo el mundo voltea cuando quiere imaginar una solución posible, el país que algunos critican por haber sido algo así como un “padre muy estricto”, pero cuyos resultados hablan por sí mismos: el pequeño país llamado Singapur.

[contextly_sidebar id=”sspH0C9Yu6JGDADqMxZZYJwZ1gRko2vR”]El siguiente es un fragmento de mi libro MÉRITO: construyendo el país de nosotros, disponible aquí).

Este año el mundo perdió a un gran líder. Lee Kuan Yew, quien fuera primer ministro por más de 30 años, falleció a solo unos meses de celebrar 50 años de independencia de su país, la pequeña excolonia del Reino Unido. Conocí al enigmático líder de Singapur brevemente en 2013. Me reuní con Lee, con el entonces presidente Tony Tan y con el embajador de Singapur en Suiza, Tee Tua Ba, en la antesala de una cena de gala a beneficio de la Cruz Roja. Nuestra conversación fue muy amena. Después de una discusión general sobre la economía global y la de su país, aproveché la oportunidad y le pregunté directamente:

—¿Cómo resolvemos la corrupción en México? —Me miró fijamente y sonrió, seguramente por ser esta la pregunta que todo el mundo le ha hecho durante más de medio siglo.

—Lo más fácil es comenzar con grandes ambiciones, con estándares altos, con buenas idea, pero lo difícil es mantener vivas esas buenas intenciones —me dijo con su excelente inglés, uno cuyo acento no pude identificar. Era un acento en partes marcadamente británico, en partes asiático, y sonaba a la vez muy gringo.

—¿Y cuál es el truco para mantener la motivación? —Le insistí, buscando que me diera la receta secreta, algo que no estuviera ya documentado, la verdadera fórmula.

—La clave del éxito siempre fue la calidad de la gente a cargo —me dijo.

El embajador Tee lo interrumpió en ese momento para contarme una historia sobre algún embajador de México en Singapur y se nos acabó después el tiempo. Pero salí contento de esa experiencia porque el caso de Singapur es tan excepcional como esperanzador. Y sí, es difícil de implementar pues requiere de mucha continuidad, inteligencia y destreza —y, sobre todo, requiere de la participación y la aceptación de toda la sociedad—. “Nuestro mayor capital era la confianza de nuestra gente”, recuerda Lee en su autobiografía titulada Del Tercer Mundo al Primero. “Los comunistas nos insultaban a mis colegas y a mí, llamándonos perros, seguidores del imperialismo colonialista, pero la sociedad vio a un grupo de líderes de la burguesía educados en inglés y vio cómo nos levantamos por ellos y defendimos sus intereses”. Después puntualiza: “fuimos cuidadosos de no malgastar esta recién ganada confianza con un mal gobierno y corrupción”.

La clave del éxito siempre fue la calidad de la gente a cargo”

                                                                                    Lee Kuan Yew

Fue así como, en 1959, un grupo de jóvenes, bien educados, trabajadores y comprometidos comenzó la aventura de llevar a un pequeño país sin recursos naturales a ser uno de los centros financieros, tecnológicos y marítimos más importantes del mundo. “Teníamos un profundo sentido de misión, de establecer un gobierno limpio y eficaz. Cuando tomamos juramento, todos usamos camisetas y pantalones blancos para simbolizar la pureza y honestidad en nuestro comportamiento personal y en nuestra vida pública. El pueblo esperaba eso de nosotros, y nosotros estábamos dispuestos a vivir así y cumplir sus expectativas”.

Todos sus ministros eran personas de gran mérito, académicamente preparados y profesionales honestos. Cabe mencionar que la mayoría de las esposas de estos ministros también podían, como recuerda Lee, “sostener a nuestras familias en caso de que no estuviéramos presentes”. Y es que los riesgos de luchar contra los corruptos siempre son altos. Lo más importante, como dijo también en nuestro breve encuentro, era el compartir ese verdadero compromiso que sentían con la causa anticorrupción: “logramos establecer un clima que miraba la corrupción en las oficinas públicas como una amenaza para la sociedad, y cuando los ministros sienten la confianza de la gente, los servidores públicos también pueden mantener su frente en alto y tomar decisiones con confianza”.

Desde que llegaron al poder en 1959, se aseguraron de que todos los recursos se utilizaran apropiadamente, que no se perdieran en el camino. Le dieron especial atención a las áreas donde el poder discrecional se pudiera utilizar para beneficio personal y diseñaron instrumentos que pudieran prevenir, detectar y disuadir esas prácticas. La principal agencia a cargo de esta tarea fue la Oficina de Investigación de Prácticas Corruptas, fundada por los británicos en 1952 para lidiar con el incremento de la corrupción —especialmente en los niveles bajos y medios de la policía—. Esta dependencia estaba integrada por inspectores ambulantes y alguaciles que debían tomar acciones en contra de quienes rompían la ley tomando los caminos públicos para la venta ambulante ilegal.

Sr. Lee era un firme creyente en la “meritocracia”, o el gobierno por los más capaces. Sus ministros de su gobierno eran bien pagados, para atraer talento del sector privado y frenar la corrupción. La corrupción, efectivamente, se convirtió en algo raro en Singapur. Criticado por ser un estado policial, el éxito de Singapur es que rara vez se ve un policía.

The Economist

“Decidimos concentrarnos en los grandes riesgos y dirigir nuestros esfuerzos a los niveles más altos”, dice Lee. Su exitosa estrategia contra la corrupción aplicaba aquel viejo proverbio rumano que dice: “una escalera ha de barrerse empezando de arriba hacia abajo”. “Para los peces más pequeños ajustamos los procedimientos y eliminamos la discrecionalidad publicando protocolos claros, incluso sacando permisos o aprobaciones en áreas menos importantes, pero primero nos fuimos por los peces grandes”. ¿Y cuántos peces grandes atraparon? Muchos, y de estos hay dos casos emblemáticos en particular que nos demuestran hasta dónde debe llegar este compromiso, si realmente se pretende erradicar las prácticas corruptas.

El primero es el de su ministro de Desarrollo Nacional, Teh Cheang Wan, en 1987. Tras ser acusado de malversar fondos equivalentes a unos 5 millones de pesos de hoy, decidió tomar su propia vida. “Primer ministro: Me he estado sintiendo muy triste y deprimido durante las últimas dos semanas. Me siento responsable por lo ocurrido en este desafortunado incidente y siento que debo asumir toda la responsabilidad. Como un honorable caballero oriental, siento que lo correcto es pagar con la pena más alta por mi equivocación”, leía su nota de suicidio. Lee visitó a su familia, dio sus condolencias y regresó a su oficina para terminar su trabajo.

El segundo ejemplo es muy interesante, sobre todo si se contrasta con los recientes casos de posible conflicto de interés en la administración de Enrique Peña Nieto. Me refiero aquí a los de las casas de Las Lomas y la de Malinalco que la empresa llamada Grupo Higa financió y vendió a la esposa y al secretario de Hacienda de nuestro actual presidente. Lee recuenta un incidente en el que su esposa y su hijo recibieron descuentos para la compra de propiedades inmobiliarias. Ante acusaciones de haber usado su influencia para obtener mejores precios, Lee le pidió al nuevo primer ministro que llevara el asunto al Parlamento para una completa discusión, de la cual salió perfectamente bien librado. “Como lo dije en el Parlamento, el hecho de que el sistema pudiera investigar y reportar mi conducta probó que era impersonal y efectivo, y que nadie estaba por sobre la ley”.

¿Llegara algún día en que nuestros gobernantes se comporten así ante la más mínima sospecha de corrupción y conflicto de interés? Si, pero solamente cuando hayamos elegido a personas honorables y de mérito.

Al final, Singapur terminó siendo un referente de nación donde prevalece el famoso Estado de derecho. “La ley y el orden proveen el marco para la estabilidad y el desarrollo” es una de las frases más citadas del ahora fallecido líder asiático. Como abogado, como liberal y como demócrata, Lee entendía perfectamente cómo el principio de equidad ante la ley para todos era esencial para el correcto funcionamiento de la sociedad.

Singapur hoy brilla como un ferviente ejemplo de como la cultura del mérito, a través de una meritocracia pública, si puede eliminar los privilegios y los vicios del poder.

 

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Imagen BBC