No nos equivoquemos, estar en desacuerdo en la forma en que se está gobernando (por llamarlo de alguna manera) no implica de manera lineal e inmediata querer regresar a la forma en que gobernaban administraciones pasadas. Este es un falso dilema que sirve como una cárcel mental del tipo “si no me apoyas es que apoyas lo que había”. Mentira, una más.
Hay que salir de esta trampa. Desde luego que sí hay de otra, que hay otras formas de gobernar distintas a la frivolidad foxista, la confrontación sangrienta de Calderón, la corrupción de Peña Nieto o la dogmática incompetencia de López Obrador.
Nuestro país saldrá adelante, como lo ha hecho en anteriores ocasiones, gracias a la gran capacidad de millones de personas y decenas de miles de empresas, organizaciones y amplias áreas del sector público que diariamente contribuyen con su trabajo y su talento para que el país no se nos deshaga entre las manos.
Las elecciones del 2021 presentan una gran oportunidad para elegir y recorrer nuevos caminos que nos ayuden a reconstruir y reorientar el rumbo de México. No modificar los actuales desequilibrios del poder sería garantía para no detener la libre caída hacia el abismo.
México es mucho más grande, rico y diverso que un monólogo estrecho de miras, hondo en resentimientos, hueco en innovación, impermeable al contexto, insensible al dolor, fácil en el engaño, cangrejesco en su concepción de la movilidad social.
El proceso electoral del 2021 es la gran oportunidad para la emergencia de liderazgos en los niveles locales, estatales y federales; es un momento clave para que propuestas políticas renovadas se presenten al electorado para mostrar nuevos caminos y posibilidades que miren al futuro y no al pasado reciente, o al ultrapasado encarnado en la estrecha y prejuiciosa visión del presidente en turno.
La vida, los sueños, los proyectos de los mexicanos y las mexicanas no deben limitarse al falso dilema entre escoger al fracaso de ayer o al fracaso de hoy. El campo está abierto para que puedan florecer nuevas ideas, actitudes, compromisos que den sentido a un sistema democrático que funcione como el mecanismo para captar y procesar los diversos intereses y puntos de vista propios de una sociedad plural, rica y diversa como la nuestra.
¡Claro que hay de otra! Necesitamos salir de la trampa de la polarización y trascender el fenómeno de futbolización de la política que limita el juego democrático a echar porras a los colores de uno u otro equipo, sin tener mínimo espacio para la autocrítica y la reflexión.
Es una manipulación perversa plantear que México se divide en dos equipos enfrentados a muerte. Necesitamos que en las elecciones del 2021 la vida democrática nos demuestre que México no son dos equipos sino UNO SOLO. En México cabemos todos, con nuestras diferencias, siempre reconociendo a los demás su derecho a pensar distinto y no por ello reducirlos a un enemigo.
Por un lado, los peores momentos en la historia de México han sido los de el “carro completo” y por el otro, aquellos donde el voto de castigo ha permitido encumbrar figuras políticas que no están a la altura del reto.
Estemos atentos y exigentes a las nuevas opciones que nos pedirán el voto en el 2021, Las necesitamos en verdad.