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Romper la espiral del “Yo no fui… fue Teté”
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Guido Lara es Presidente Fundador de LEXIA. Doctor en Teoría de la Comunicación y Métodos... Continuar Leyendo
4 minutos de lectura

Romper la espiral del “Yo no fui… fue Teté”

Ya sea que apoyes o te opongas a la gestión del actual gobierno, el primer paso es no tatuarte la camiseta del equipo con el que te identificas porque eso nubla tu juicio y te convierte en un fanático –y con los fanáticos no se puede dialogar, ni negociar, ni construir.
17 de noviembre, 2020
Por: Guido Lara

Nuestro México empeora día con día. Estamos inmersos en una espiral de decadencia que debemos detener a como dé lugar. Tenemos que romper el círculo vicioso de echarnos la culpa unos a otros de nuestros fracasos como sociedad. ¿De qué sirve el torneo cotidiano de asignación de culpas, carencias y reproches, si no empezamos nosotros mismos por asumir lo que a cada uno nos toca?

Menos culpas a los demás y mayor reconocimiento de las responsabilidades propias es el punto de partida indispensable para romper la espiral del “Yo no fui, fue Teté”.

¿Qué hemos hecho los mexicanos para llegar a esto? ¿Qué han hecho los miembros de mis grupos sociales, que ha hecho mi familia, qué he hecho yo? ¿Cuál es mi responsabilidad personal para haber caído tan bajo?

Las redes sociales de todo tipo -Facebook, Twitter, los múltiples grupos de WhatsApp- escenifican el combate infinito para descalificar, recriminar, humillar, insultar, pendejear a los de enfrente.

El premio cotidiano es la catarsis que canaliza nuestro malestar, libera nuestras frustraciones y se contenta con “chingar” o aplicársela a los “rivales”. Al final del día lo único que se logra es una efímera satisfacción emocional que no construye ni soluciona nada y que crea su propia demanda de adicción: hay que seguirlo haciendo, cada vez más y más.

En este comportamiento adictivo, todos nos vamos enganchando y cada vez se necesita subir la dosis para sentir algo… y mientras tanto el país se nos cae a pedazos sin avances ni mejoras en la economía, la seguridad, la equidad de género, la educación o la salud… en nada.

De la misma manera que en Estados Unidos, Donald Trump no es la causa sino el síntoma de una sociedad dividida y enferma, en México tenemos el gobierno que tenemos como reflejo de administraciones públicas que fracasaron, de unas elites económicas, políticas y culturales que fallamos, de un conjunto de ciudadanos que no asumimos nuestras obligaciones y que al mismo tiempo enaltecemos y premiamos a los campeones en echar culpas y a los expertos en responsabilizar a los demás de los problemas comunes.

Preguntémonoslo en serio: ¿Lo habíamos hecho muy bien antes de las elecciones del 2018? ¿El bajo nivel de la gestión gubernamental actual nos sirve para ocultar hoy nuestras propias carencias? ¿Todo es culpa de la desastrosa gestión de AMLO y nosotros solo somos víctimas inocentes? ¿En serio no tenemos ninguna responsabilidad pasada, presente y futura?

Echar culpas. Los mercenarios del resentimiento que llegan al poder y gobiernan en todos los continentes del planeta son expertos en este juego. A eso dedican su tiempo y energías. Así amasan y consolidan su poder político y electoral.

Muchos políticos en todo el mundo están sacando raja y gran provecho de esta dinámica perversa de responsabilizaciones, reclamos e insultos cruzados. Estamos cayendo en la trampa de la polarización, en la salida fácil de aceptar la imposición mental de que la sociedad se divide en buenos y malos, en víctimas y victimarios, en ojetes y ojeteados.

Si no asumimos las responsabilidades individuales se las estamos poniendo fácil.

Ya sea que apoyes o te opongas a la gestión del actual gobierno, el primer paso es no tatuarte la camiseta del equipo con el que te identificas porque eso nubla tu juicio y te convierte en un fanático –y con los fanáticos no se puede dialogar, ni negociar, ni construir.

Hay que superar el fenómeno de futbolización de la política en el que te desvives por apoyar a tu equipo, diga lo que diga o haga lo que haga. No debemos olvidar que lo que verdaderamente debiera importar es mejorar como país y como sociedad, no que gane un equipo y derrote al otro. Hay que buscar relaciones gana-gana que sean constructivas y que trabajen a favor del bien común.

¡Sí! El Bien Común es lo que debiera buscar la conversación social, el proceso político, las medidas económicas, las reivindicaciones sociales. Lamentablemente hoy nos contentamos con “abaratar” y despreciar al otro.

Es más fácil decirle que es pendejo o corrupto en lugar de escucharle de verdad sobre lo que siente, lo que le duele, lo que lo ilusiona o lo que lo mueve.

Si queremos ser más que peones de un ajedrez ajeno, donde los jugadores nos manejan como títeres para conservar su poder -lo que solo los beneficia a ellos mismos y a nadie más- es vital no limitarnos a defender por defender, a atacar por atacar, a insultar por insultar. Más allá de a qué equipo le voy, la realidad existe.

Si de verdad queremos corregir el rumbo es esencial que reconozcamos nuestra responsabilidad individual en el origen y recrudecimiento de los problemas actuales. ¿Qué hicimos en el pasado para que baste recordarlo para “justificar” las acciones del presente? ¿Qué estamos haciendo hoy para resolver los problemas de fondo que nos trajeron hasta aquí? ¿Es viable un futuro mejor si no reconocemos nuestros errores -clasismo, racismo, indolencia, victimismo, fanatismo, ignorancia etc.- como punto de partida para corregirlos?

En México solo mejoraremos cuando aprendamos a decir Yo sí fui, no fue Teté.

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Imagen BBC