“La soberbia y el egoísmo son los padres de la soledad”.
Desde que publiqué que iba a tratar de explicar mis razones para haber cerrado mi cuenta de Facebook, han pasado mil millones de cosas y por eso no me había dedicado a hacerlo.
De hecho con los tristes acontecimientos del sismo, no había tenido la stamina de postear porque no quería tocar el tema del terremoto y las reacciones neuróticas que percibí en el modo de ayuda y el protagonismo de algunas personas. Es un tema muy sensible y no están las cosas para hacer ningún tipo de crítica, aunque pues uno tiene sus opiniones, así que hay veces que es mejor callar para no lastimar a nadie.
La prudencia es una virtud que no me es tan familiar, pero he trabajado en eso ya un buen tiempo.
Al final lo que importa es la bendita reconstrucción. Los lazos que se han solidificado por parte de grupos de personas que están dedicando toda su energía creadora en la contribución, sin ningún tipo de reflector ni reconocimiento.
¡Enorme!
Bueno, pues en esta ocasión aprovecho para retomar el temazo Feis:
Pasa también que imagínate que con bombo y platillo cierro la chingadera; luego qué haces, que me agarra el estrés post-traumático o ansiedad de separación, y lo vuelvo a abrir a los tres días. Bueno pues no me quise echar el numerazo, así que fue un experimento que necesitaba dejar frutos a mediano plazo. Quería ver si realmente traería efectos positivos a mi vida y si sería -o no- capaz de mantenerme en esa postura, o iba a aflorar en algún punto la maldita voluntad de bola que muchos albergamos en las cavernas de nuestra almita. Digo, que viva la flexibilidad ante todo, ya ves que soy la reina de “es de sabios cambiar de opinión”, pero me parece que eso te da licencia para dar menudos bandazos (que también se me dan muy bien en mi parcela de cultivo *ojitos en blanco).
Ok.
Ya pasaron siete semanas desde que lo cerré.
Fue más o menos así como diría mi idolita Yuri en la maldita primavera (rola favorita de la Rufiana cuando intensea *ojitos en blanco).
Me pasó que mucha gente que me cae increíble en la vida real, me comenzó a caer mal por sus publicaciones en el ámbito virtual; me comencé a enterar de broncas que traen en varios frentes algunos amigos súper pros a los cuales respeto por su talento como maquillistas, peinadores, estilistas, diseñadores, directores, actores o simples conocidos dándose hasta con la cubeta con dimes y diretes de plano de mal gusto, o superficiales, u opiniones sumamente sesgadas por el mismo odio africano que se profesan entre ellos. Quién se quiere, quién se cae en los huevos y cómo reaccionan ante posts que no están destinados a joderles la existencia, pero que los hace sentir violentados por el hecho de que haya alguien que parece que la pasa mejor que ellos, o está más hot que ellos, o tiene más bondades económicas que ellos, o coge más seguido que ellos, o tienen más putos likes que ellos, para acabar pronto. Personas que ya se la creyeron y se marearon por la altura de un pinche ladrillo y que no ha entendido nada de qué va la vida, montados en unos mames de soberbia de auxilio/socorro fungiendo de jueces implacables ante contextos meramente humanos. Hay muchas personas que quiero mucho haciendo comentarios equivocados, egoístas o sintiéndose dueños absolutos de la verdad…
Los personajes que no son felices en realidad, se sienten provocados si tú, o alguien de los que siguen, la pasan bien aunque sea por un momento. Porque además habría que agregar que nadie, nadie, nadie, es feliz el cien por ciento del tiempo, y que son más las veces que estamos muchos en el hoyo, o con la vida medio a cuestas resolviendo mamada y media, que los que verdaderamente la pasan de huevos. Por eso mismo se da la sobre-compensación exhibiendo momentos de dizque perfección…
Encima que si las exes pendientes de qué hace uno y con quién, las exes del ex con el que decidiste salir de nuevo pegadas del coraje armando pedo/chisme, las amigas de las fulanitas mandando mensajes a uno como si fuéramos inchis para comentar el punto. Total te enteras de todos los traumas y pedos que tiene la gente en la cabeza.
En primer lugar, me vale tres hectáreas de chile lo que esas personas piensen, no porque me sienta más o menos que nadie, nomás porque me parece muy aburrido habitar en ese espacio de competencia con gente que respeto, sí, pero que a muy pocos admiro, o muy pocos abonan algo positivo REAL a mi vida.
Eso por un lado.
Y por el otro, no me da la gana de ver bajo esa luz tan de la chingada a ninguna persona que me importe y a la que quiera en mi vida #Deadevis.
Esa luz es nefasta.
Se ven pequeños “estoqueando” a individuos que les provoca morbo o curiosidad, y sorry –no tengo ni idea de por qué- pero en ese espacio se genera mucha envidia, cosa que –por ejemplo- no siento que ocurra ni en Instagram, ni tampoco en Twitter y creo que tiene que ver con que son espacios en donde las cuentas están abiertas al público. Supuestamente todos mis amigos de Facebook son gente conocida, si no por mí personalmente, sí a través de -por lo menos- 30 amigos en común. Nunca acepté a nadie que no cumpliera con ese criterio. Entonces peor todavía, porque se supone que son personas que sí interactúan conmigo en algunos ámbitos de mi vida “real”, pero que tiran mierda en el ámbito virtual todo el tiempo.
No me checa.
Digamos en slang de economista pues, que aflora el Número 2 que todes llevamos dentro. Ese individuo al que hemos reducido a una sola explicación omnicomprensiva que dice que somos puro egoísmo. Que sólo vemos por nosotros mismos. Que somos un yo-yo pues. Eso es el Número 2 y eso dice Ego. Las trampas del juego capitalista (Ariel, 2014), escrito por Frank Schirrmacher. Este señor realiza una genealogía de esta peligrosa idea que ha terminado por contaminarnos sin remedio a casi todos.
Y Facebook específicamente lo confirma. Cada cosa que publicamos va generando una información que nos convierte en seres sosos, previsibles y confirma la concepción de que el yo es lo único que cuenta. Esto mismo trasladado al mundo financiero ha sido una de las causas de la Gran Recesión de 2008, pero también de los anuncios dirigidos de Google, Instagram o Amazon, que se la pasan tratando de adivinar nuestras elecciones o de que la política haya terminado reducida, gracias al poder de las encuestas, a un simulacro al servicio de los mercados. Los ciudadanos se vuelven clientes y el Estado una gran computadora que nos impone comportamientos predeterminados y predecibles gracias a unos cuantos algoritmos, de los cuales no tenemos conciencia.
Nos sorben el seso en Agustín Lara.
Y perdón, pero yo no quiero ser de seso sorbible, si no pues ya habría acabado hace mucho de clientita de ESP o de cualquiera de esos cultos. (Sí, CULTOS aunque rechinen los “espianos”; comprobado además, ahora que sí hay literatura al respecto, y encima desde la experiencia personal de un insider… si no me creen, vayan a frankreport.com) Pero ese tema requiere de su propio espacio para echar chal como se #DebeDeDebe…
Lo que me preocupa, y me ocupa más, es que esta noción de que somos ego puro y maduro parece ser cierta (aunque haya cierto desplazamiento moral en tomar por cierta la objetivización que hacen los economistas para ponernos en una cajita muy mona en donde ya nos tiene desde la teoría de juegos a la fecha completamente descifrados según ellos a los seres humanos).
Schirrmacher pinta una nueva criatura al más puro estilo de Mary Shelley y nos brinda este Frankenstein que supuestamente somos. Un monstruo inventado por nosotros como una mera aproximación a la realidad -un modelo teórico como cualquier otro- que hoy controla infinitos ordenes de nuestra vida política, económica y social.
De nuestra vida cotidiana y eso es lo que me parece alarmante: le pegó al blanco, según yo. Efectivamente somos seres definidos y reducidos al egoísmo puro. Eso quedó claro en este sismo con las consecuencias que trajo la falta de integridad en casi todos los ordenes. Lo que está cabrón es que IP lo sabe y ahí hace su agosto con nosotros. Sabe que nos rige el ego y nuestros intereses personales. Ahí mero está la apuesta de Silicon Valley, y por lo que se alcanza a apreciar, lo hacen de huevos porque la casa siempre gana.
Siempre.
Billones de dólares, mismos que nosotros entregamos gustosos; pero ¿por qué no mejor cuestionamos en el terreno de las ideas? Pues porque estamos empachados de likes, y eso gasta la mayor parte de la energía.
Así que por eso cerré mi cuenta de Facebook.
Ahora quiero relacionarme con mis amigos como siempre lo había hecho: en persona. Quiero salirme del mundillo insulso de los conocidos de mis conocidos, en donde todos generamos envidias y corajes que –por lo menos a mí- no me trae nada valioso. Quiero aportar desde otro lugar en donde no conozco a quien me sigue, ni conozco a los que sigo (hablando del plano virtual) para tratar de participar de otra forma e intercambiar ideas o desarrollar otras dinámicas para sacudir conciencias, más allá de los celos que nuestra insulsa existencia le pueda causar a gente pequeña. Porque además tanto chisme siempre termina por afectar a propios y extraños, pues la mala leche se propaga y se cuela por donde menos lo esperas que es casi siempre an in house job, que es lo más pinche del tema.
Porque además era eso lo que justo sí terminaba afectándome, más los propios que los extraños francamente.
Adiós pues y nos vemos en vivo y a todo color cuando haya que vernos, que eso para mí es lo que vale la pena: compartir. Compartir mi tiempo que es mi máximo tesoro, con las personas que REALMENTE me mueven y abonan. Compartir mi tiempo que es el único recurso que tengo que no es renovable, pues como digo: la soberbia y el egoísmo, son los padres de la soledad y sola no me quiero morir…
Esta reconstrucción es de todos, en todos los planos. Este proceso tomará tiempo pero estoy convencida de que esta lucha que tenemos frente a nosotros, desplazará al abominable Número 2.
Que viva y reviva la contribución.
Por lo pronto, a nadie le cae mal un poco de misterio.