El pasado 13 de septiembre, un mes antes de cumplir cinco años, el Programa de Seguridad Ciudadana (PSC) de la Ibero CDMX publicó el número 15 de la serie Descifrando la conferencia de prensa presidencial, colección que traduce al público y analiza una parte de la información oficial en torno a la militarización de la seguridad pública y el militarismo del sistema político mexicano. Como es costumbre, esta nueva entrega presenta evidencia inédita soportada en fuentes oficiales de información -en su mayoría-.
Ha sido un lustro de monitoreo permanente sobre estos temas; por aquí se puede ver la mayoría de lo publicado que incluye un informe sobre la militarización de la seguridad pública con Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto y otro con la continuación de este fenómeno, más la fase superior: la ideología del militarismo encabezada por López Obrador.
La serie Descifrando reúne documentos cortos, acompañados de gráficos y mapas interactivos que hacen mucho más accesible su lectura y ponderación analítica. Ya se cuentan por miles las lecturas de estos documentos, destacando el que responde a la pregunta ¿Qué es la Guardia Nacional?, publicado en agosto de 2021, entrega que fue a su vez actualizada en abril pasado con el lanzamiento del Descifrando que responde la misma pregunta, pero con datos hasta 2023.
Regresando al más reciente producto, hemos informado que, por vez primera, ya hay más militares en operaciones de seguridad pública que policías estatales y municipales; hemos dado a conocer también que en 2022 ya había más militares que policías desplegados en 11 entidades de la República Mexicana y mostramos además la coincidencia entre el incremento de personal militar y el declive del policial.
La evidencia cuantitativa, el análisis de la información oficial y la investigación de otros actores independientes nos ha permitido confirmar que “la Guardia Nacional se ha posicionado como una institución suplementaria a las policías del país”. Orientado el crecimiento de esta institución (militar en los hechos y civil en la Constitución) a la sustitución de las policías civiles, se supondría que el despliegue guarda coherencia con la proporción del delito. No es el caso.
El número 15 de la serie Descifrando incluye un gráfico también inédito que compara tasa de personal policial y militar por cada mil habitantes contra tasa de víctimas de homicidio y femicidio. No pierdan la oportunidad de navegar el cuadro interactivo usando los filtros que permiten confirmar la incoherencia de la estrategia de despliegue, sean civiles o militares los que se comparan con la victimización.
Queremos invitar a mirar la militarización y el militarismo con atención al paso del tiempo, reconociendo estos fenómenos como la más grave alteración estructural al régimen constitucional de derechos, donde aún hoy la norma suprema ordena que las instituciones de seguridad pública tendrán carácter civil. Estamos observando el silencio respecto a todo esto desde la inmensa mayoría de la llamada clase política y de la sociedad y también estamos buscando descifrarlo.
En todo caso, nuestro trabajo es poner a discusión pública nuestras hipótesis. La más importante hasta hoy es que la militarización y el militarismo no son principalmente un proyecto de seguridad, sino uno de reconstrucción del régimen y del sistema político. Creemos que se viene construyendo un cinturón político de protección militar en torno a una nueva hegemonía que va insertando a las Fuerzas Armadas en un nuevo rol partícipe en la disputa por el poder público.
Afirmamos que si en estricto sentido el despliegue militar fuera un proyecto de seguridad, la evidencia del impacto sería relevante en el discurso oficial. Y hay quienes creen que lo es porque presidencia habla de reducción de algunos delitos, independientemente de que no se haya publicado la comprobación de relación alguna entre el despliegue y esa supuesta disminución (el registro de homicidios violentos lleva años bajo cuestionamiento).
Desde acá vemos más hacia lo que no se habla; por ejemplo, no hay rendición de cuentas alguna sobre el despliegue militar de cara a la multiplicación de bolsas territoriales de gobernanza criminal, muchas de ellas, por cierto, donde ese despliegue intensivo lleva más tiempo, cual es el caso de Guerrero.
Se reportaban 40 mil efectivos militares desplegados en el 2015 y hoy suman poco más de 260 mil; un crecimiento quizá sin paralelo global en un país que aporta 11 de las 15 ciudades con las más altas tasas de homicidios violentos del mundo. ¿Para qué?
Cuando el terremoto destruyó su casa, Tayeb ait Ighenbaz tuvo que elegir a quién salvar. La decisión de rescatar a su hijo de los escombros y dejar morir a sus padres aún lo atormenta.
Tayeb ait Ighenbaz se vio obligado a elegir entre salvar a su hijo de 11 años o a sus padres cuando estos quedaron atrapados bajo los escombros tras el devastador terremoto en Marruecos del pasado viernes.
El pastor de cabras de una pequeña comunidad en las montañas del Atlas dice que está atormentado por la decisión que tuvo que tomar.
Tayeb estaba con su esposa, sus dos hijos y sus padres el viernes por la noche en su pequeña casa de piedra cuando esta fue sacudida por el mayor terremoto que ha sufrido el país en 60 años.
Acompaño a Tayeb a su antigua casa que ahora está en ruinas.
Todavía se puede ver parcialmente el interior de la construcción. Él señala los escombros mientras me dice: “Allí es donde estaban”.
“Todo pasó muy rápido. Cuando sucedió el terremoto, todos corrimos hacia la puerta. Mi padre estaba durmiendo y yo le grité a mi madre que saliera, pero ella se quedó a esperarlo”, dice.
Del otro lado, él solo podía ver a su esposa y a su hija.
Cuando regresó a la casa derrumbada, Tayeb encontró a su hijo y a sus padres atrapados entre los escombros. La mano de su hijo se asomaba entre los cascotes.
Sabía que tenía que actuar rápidamente, y se dirigió hacia donde estaba su hijo Adam, y comenzó a cavar deseperadamente para sacarlo.
Cuando fue a buscar a sus padres, atrapados bajo una gran losa de piedra, dice que ya era demasiado tarde.
“Tuve que escoger entre mis padres y mi hijo”, dice con lágrimas en los ojos.
“No pude ayudar a mis padres porque una pared cayó sobre sus cuerpos. Es muy triste. Vi como morían mis padres”.
Tayeb señala las manchas sobre su pantalón, y me dice que es la sangre de sus padres. Toda su ropa está dentro de su casa. No ha podido cambiarse desde que se produjo el sismo.
La familia vive ahora junto a sus parientes en carpas improvisadas cerca de su antigua casa. Tayeb cuenta que todo su dinero está en la casa, y que la mayoría de sus cabras han muerto.
“Es como haber nacido otra vez en una nueva vida. Sin padres, sin casa, sin comida, sin ropa. Tengo 50 años y tengo que empezar de nuevo”, dice.
Él no puede ahora pensar en cómo continuar, pero se acuerda de las lecciones que le enseñaron sus padres.
“Siempre me decían ‘sé paciente, trabaja duro, nunca te rindas’”.
Mientras conversamos, su hijo Adam se acerca vestido con una camiseta del club de fútbol Juventus con el nombre de Ronaldo en la espalda, y abraza a su padre.
“Mi papá me salvó de la muerte”, dice sonriendo.
Unos metros más lejos, camino a la ciudad de Amizmiz, otro hijo abraza a su padre.
Abdulmajid ait Jaefer dice que estaba en su casa con su esposa y sus tres hijos cuando comenzó el terremoto y “el piso se cayó”.
Su hijo Mohamed, de 12 años, salió del edificio, pero el resto de la familia quedó atrapada.
Abdulmajid cuenta que sus piernas quedaron atrapadas bajo los escombros, pero que un vecino lo ayudó a salir.
Luego pasó dos horas tratando de rescatar a su esposa y a una de sus hijas.
Las dos estaban muertas cuando logró sacarlas de entre los escombros.
Al día siguiente, el cuerpo sin vida de otra de sus hijas fue rescatado.
Abdulmajid, de 47 años, duerme ahora bajo un toldo frente a lo que quedó de su casa.
Puede ver la cocina, con la nevera aún de pie y ropa colgada puesta a secar.
Dice que no puede abandonar la zona porque necesita “hacer guardia” para proteger sus posesiones, y el recuerdo de su vida allí.
“Esa es mi cocina y mi nevera. Todos estábamos allí. Ahora solo puedo mirar hacia allí”, dice.
Antes del viernes, Abdulmajid dice que nunca jamás pensó en un terremoto. “Incluso ahora, no lo puedo creer”.
Mientras conversamos, un auto para cerca de nosotros y un grupo de gente baja para ofrecer sus condolencias. Otros que caminan por la calle se detienen para darle un abrazo al padre y esposo.
“Éramos cinco en mi familia. Ahora somos dos”, me dice con tristeza.
“Por el momento, solo puedo pensar en una cosa: mi hijo”.
Reporteo adicional: Wahid El Moutanna.
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