La voluntad de la coalición gobernante siempre fue cristalina. Aunque arropados en discursos emancipadores, los hoy ocupantes del poder están motivados por su pulsante necesidad de ser la nueva élite del partido hegemónico autoritario. La agenda nunca fue emancipatoria, sino un programa de reemplazo de élites y un regreso nostálgico al nacionalismo petrolero. El intento de minar al Instituto Nacional Electoral es la culminación de un proyecto: el regreso de una forma caprichosa y ambivalente de nacionalismo que, como en los viejos tiempos, depende del ocupante en turno de la presidencia.
Ante este hecho, al final del año, la melancolía regresa a mí. Pasé por un largo duelo político -y emocional- al ver cómo el proyecto en el que me embarqué, con muchos, se parecía más al PRI que a la izquierda liberadora que se nos prometió. En días recientes, lo que me provocó todavía más pesadumbre fue observar que, ante una amenaza directa a la democracia mexicana, personas y sectores de izquierda -sean o no morenistas- simplemente han caído en el cinismo, el desinterés y quizás ya en la resignación de que volveremos a los viejos tiempos.
Como muchos, me sentí tremendamente incómodo de que partidos y sectores sociales de la derecha mexicana estuvieron más dispuestos a enfrentar al nacionalismo autoritario que la izquierda no morenista. En un regreso al siglo XX mexicano, la izquierda parece estar resignada a medrar del partido hegemónico, mientras unos pocos hablan de elecciones, ahí en su rincón. Yo quería manifestarme con “los míos”, las izquierdas, los movimientos, pero los sentí francamente apáticos. Entiendo que no queríamos marchar con quienes nos han atacado por décadas, pero no creamos una alternativa, o nuestra propia narrativa democrática.
Sin embargo, entiendo perfectamente por qué el llamado a defender al INE es tan necesario para la derecha mexicana en todas sus expresiones: saben que un regreso al pasado implica el ostracismo de su agenda política. En cambio, para la izquierda (que está en sus filas o en los márgenes a espera del cambio de sexenio), lo que ha logrado Morena es crear una poderosa ilusión de que su agenda no será marginalizada también. Pero después de cuatro años de agresiva austeridad, ecocidio, ortodoxia macroeconómica y continuación militarizada de la guerra contra las drogas, no puedo seguir bebiendo de esa ilusión que tuve que engullir por meses.
Igualmente, comprendo que hay izquierdas que no tienen fe alguna en la democracia electoral, o incluso en la misma idea de la democracia, que pasa de los comunistas a los anarquistas, y a las bases indígenas comunitarias. Este texto probablemente poco les apelará y, quizás con la misma sorna que escribía el subcomandante Marcos en 2006, nos asestarán un cruento recordatorio de que esta coalición gobernante siempre fue honesta con sus intenciones autoritarias. Lo único que puedo decir es que los escucho, y los entiendo, aunque sigo convencido de la democracia.
En esta era de incertidumbre tan abrumadora, quizás solo puedo avizorar un escenario en que el INE sobrevive, las elecciones libres continúan, y que Morena al menos no tendrá las mayorías parlamentarias que ha tenido hasta ahora para que se le regrese al INE la integridad que tenía después de lo que será la última reforma a las leyes electorales secundarias en próximos días. Sin embargo, incluso en esta hipotética situación optimista, el desastre de fondo es que cualquier agenda de izquierda que no sea petróleo y algunas transferencias monetarias quedará enterrada por un largo rato.
Inicialmente pensé en escribir sobre cómo la integridad administrativa del INE -más allá del Consejo General- es esencial para el conteo de votos, la parte más profesional de nuestro sistema electoral. Pero me queda claro que sería infructífero porque muchos creen en el mito fundacional de Morena: hubo un fraude electoral en 2006. Yo estuve en esas elecciones como representante de partido, y conociendo el proceso en cada uno de sus pasos, me quedó claro que la acusación del fraude como manipulación directa de las casillas jamás tuvo suficiente evidencia. Pero este es un mito dogmático. No una realidad. Los convencidos simplemente no dejarán de estarlo por más que se pretenda entablar una discusión razonable.
Pero más allá de 2006, Morena descansa sobre la idea de que ellos -esa amorfa élite política- son la única dueña y representante de la voluntad popular. Que todo fue fraude y engaño cuando no ganaban. Que todo fue verdad cuando “hicieron lo imposible” para que “el fraude no sucediera” en 2018. En cambio, la realidad electoral fue más sencilla, en 2006 ese polo político -en el que yo estaba- no logró convencer a suficientes mexicanos, y en 2018 sí pudo. Y esa es la democracia electoral: es un proceso intenso de convencimiento político. En mucho, la gran diferencia entre esos dos momentos fue el colapso de la oposición. De esa manera, ni las derechas hoy fuera del gobierno fueron dueñas de las mayorías después de 1997, ni Morena lo será en 2024. Los ciudadanos son libres e iguales, en cada ciclo electoral, para decidir quién gobernará, y ya. En eso, no sé si Morena gane tanto en 2024 como en 2018, pero ese parece el escenario más probable. Morena ganará porque sigue representando una insatisfacción mayoritaria con la élite anterior. Mi problema, desde mis principios de izquierda, es que “no ser los otros”, petróleo, militares y transferencias no es el programa de gobierno con el que concuerdo.
Luego entonces, me siento aislado y sin alternativas políticas. Seguro varios militantes de las ideas de izquierda sentimos eso, y es un producto -en parte- del diseño del sistema electoral: las barreras para la formación de partidos son muy altas y tendientes solo a favorecer a organizaciones clientelares. Por el otro lado, las izquierdas no lopezobradoristas están atomizadas, desorganizadas y sin capacidad de cambiar la agenda política.
Sin duda, creo que la crítica más profunda y acertada a la democracia electoral es que muchos sectores y alternativas políticas no están representados a pesar de que haya elecciones. Hay todavía -incluso en este gobierno- capturas por parte del sector privado de las estructuras de poder que deberían servir al ciudadano. Ante esta crítica, los defensores clásicos de la transición democrática en México han hecho oídos sordos. Pero incluso si hoy se redujeran las barreras para formar partidos, o para lanzar consultas, el problema de fondo es que Morena logró desactivar a partes importantes de los movimientos y organizaciones sociales del país. Morena logró redirigir la insatisfacción mayoritaria con la élite anterior al proponerse a ellos como un reemplazo supuestamente honesto. Desafortunadamente, el costo que todos cargamos es que, ante las dimensiones tan tremendas de los problemas del país, el programa y calidad del gobierno actual es francamente mediocre.
Mi preocupación más urgente es que un gradual proceso de restitución del sistema de partido hegemónico autoritario cerrará puertas a la disidencia, a la expresión, a la organización, pero sobre todo a la transformación política de izquierda socialista democrática en México. Hoy por hoy, algunos han decidido que preferirán éxitos políticos ocasionales dentro de las entrañas del partido aspirante a hegemónico. Les aviso que los oportunistas que han llenado las filas de dicha organización los bloquearán hasta el cansancio, porque ellos son usufructuarios del cambio gatopardista: todo se revolucionó “por cuarta vez” para quedar más o menos igual. Quizás ya lo han sufrido y piensan que el sexenio que sigue será diferente con quien ocupe la presidencia por Morena. Que solo hace falta aguantar dos años más. Les deseo suerte, pero después de cuatro años, soy francamente escéptico de dicha ruta.
Aquí llamo a defender a la democracia electoral -la integridad del sistema de conteo del voto- no porque comulgue con las derechas que no están en el gobierno (aunque hay muchas derechas en el gobierno y en el partido gobernante). Defiendo al INE porque, como ellos, yo veo el mismo el mismo riesgo para las izquierdas: quienes no comulguen con el programa lopezobradorista estarán en el ostracismo permanente.
Me niego a creer que no hay un espacio para un socialismo de izquierda, ecologista, feminista y antimilitarista. Defiendo el derecho a votar y ser votado -en lugar de aceptar el arbitraje de un partido hegemónico de centro nacionalista cacha todo-, porque me gustaría que al menos haya una luz para que quizás un día, los que creemos en los ideales antes mencionados, podamos organizarnos y tener la misma oportunidad que tuvo el lopezobradorismo de convencer a la población del país. Y quizás, ahora sí, ganar con nuestro programa. Cierro el año con tristeza porque parece que la izquierda no lopezobradorista parece resignada, sin esperanza. Les digo algo: no habrá esperanza si no la creamos. No obstante, estoy agotado. Después de cuatro años, siento que estoy nadando a contracorriente. Pero sé que no soy el único.
Profesores y maestros han estado protestando durante semanas en todo el país exigiendo mayores derechos en las aulas.
Tras varias semanas de protestas realizadas por profesores en Corea del Sur, el gobierno aprobó una nueva ley para proteger más a los docentes de los padres que se quejan y los acosan.
Durante nueve semanas, profesores y maestros han estado protestando para exigir mayores derechos del ejercicios de sus funciones dentro de las aulas.
Afirman haber sido frecuentemente acosados por los padres de los alumnos que algunas veces los acusan maliciosamente de abuso infantil, para que los destituyan de sus cargos.
La ola de protestas se desató tras el suicidio de una joven maestra que había sido bombardeada por las quejas de los padres en Corea del Sur.
La maestra, que llevaba poco más de un año enseñando escribió que se había sentido tan abrumada por la locura de su trabajo que “quería dejarse ir”.
La situación de los profesores se ha vuelto imposible desde su punto de vista. Varios afirman que han sido denunciados por sujetar y restringir a un niño violento, o por simplemente llamarle la atención a un alumno.
Los profesores acusaron a los padres de aprovecharse de la ley de Bienestar Infantil, aprobada en 2014, que establece el despido automático de los profesores acusados de abuso infantil.
Según la nueva legislación, conocida como el proyecto de ley para el Restablecimiento de los Derechos de Profesores, los docentes no serán destituidos tan pronto se reporte el abuso infantil; se necesitará realizar más investigaciones y tomar más evidencia.
También habrá apoyo financiero disponible para la defensa legal de los profesores demandados y se impondrá mayor responsabilidad a los directores y rectores de las escuelas para que protejan a su plantel.
Las protestas de los profesores estallaron después del suicidio en julio de una maestra de primaria de 23 años que estaba abrumada por las quejas de los padres.
La joven maestra cumplía su sueño de infancia de ejercer la misma profesión de su madre y adoraba a los niños, contó uno de sus primos que descubrió el diario que había dejado atrás.
En éste describía las presiones de su trabajo, de un alumno que había herido en la cabeza a otro con un lápiz y cómo ella se había enzarzado en acaloradas llamadas telefónicas y mensajes con los padres.
Los profesores afirmaron que la cultura de denuncias maliciosas los habían dejado incapaces de enseñar o mantener la disciplina de los alumnos.
La Federación de Sindicatos de Maestros de Corea del Sur recibió con beneplácito la nueva legislación, declarando que tanto “expandiría el derecho a enseñar como proteger el derecho de los estudiantes para aprender”.
El sindicato expresó su “más profundo agradecimiento” a los profesores que se lanzaron a las calles durante nueve semanas seguidas, exigiendo mejores condiciones, y dijo que el resultado de hoy se debía a la fortaleza de ellos.
En las semanas recientes, el gobierno y las autoridades locales ya habían implementado una serie de medidas para proteger a los profesores y facilitarles el ejercicio de su trabajo, pero ninguna de estas era legalmente vinculante.
Las nuevas directivas del gobierno, formuladas a principios de este mes, estipulan que los profesores tienen el derecho a retirar de las aulas a los estudiantes indisciplinados y sujetarlos si es necesario.
Además de eso, la Oficina de Educación de Seúl anunció planes esta semana de grabar todas las llamadas de los padres hechas a los profesores y de instalar un chatbot (un simulador digital de conversación) para que actúe como primera línea de defensa contra las quejas de los padres.
Sin embargo, algunos maestros arguyen que las nuevas leyes no van suficientemente lejos.
El presidente de la Federación de Sindicatos de Profesores, Kim Yong-seo, llamó la nueva legislación “un gran paso hacia la protección de los profesores y estudiantes”, pero señaló que había áreas que todavía necesitaban mejorarse.
Hizo un llamado a los políticos para que enmienden el Acta de Bienestar Infantil, sosteniendo que no debería ser posible que una simple acción disciplinaria de los alumnos sea catalogada como abuso infantil.
Unos profesores también quieren que se penalicen a los los padres que hagan acusaciones falsas de abuso infantil.
Kim Jin-seo, una profesora de 28 años que habló con la BBC durante una de las protestas, dijo que la nueva ley no impediría las denuncias infundadas de abuso infantil, porque sin el temor de repercusiones, los padres continuarían acusando maliciosamente a los profesores que no les cayeran bien.
Se estima que la sociedad hipercompetitiva de Corea del Sur es en parte responsable de la cultura de hostigamiento por parte de los padres.
Los resultados académicos son considerados el mejor indicador del éxito, lo que significa que los estudiantes compiten ferozmente para obtener las mejores calificaciones desde una edad muy temprana para garantizar la entrada a las principales universidades.
Ahora puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.