Tan útil como atractivo, el recién aparecido “Diccionario de mexicanismos”, publicado por editorial Planeta bajo el manejo y cuidado de la edición por parte de la Academia Mexicana de la Lengua, ratifica un hecho que no por más que sabido debe quedarse sin divulgar: la forma particular del español que se habla en estas tierras ostenta colorido y cadencia, humor y, naturalmente, poesía. Somos los hablantes de una zona luminosa del idioma español, aquella que ha consagrado un rotundo empleo de la imaginación para construir cultura y un lenguaje que la describa.
Dividido en la acostumbrada serie de entradas alfabéticas con que los diccionarios dan cuenta desde el siglo quince —o por ahí— de los significados correspondientes a cada uno de los términos reflejados en sus páginas, el encanto y la sutil notoriedad con que el Diccionario de Mexicanismos se distingue tiene que ver con la riqueza de alocuciones referidas y con el nivel de abstracción popular y construcción colectiva que cada uno de ellos oculta.
Según el acostumbradísimo (y hoy un poco horadado, hay que decirlo) Diccionario de la Lengua Española, por “cigarro” debiéramos entender “rollo de hojas de tabaco que se enciende por un extremo y se chupa o fuma por el opuesto”. Bien. Dentro del arsenal de mexicanismos de los que el diccionario de referencia da cuenta, una palabra derivada, “cigarrillo” no se refiere precisamente a lo que el lector está pensando, sino al “arbusto originario de México, de hasta 7 metros de altura, monoico; troncos con corteza delgada y quebradiza…” y una acepción tal como “fresco”, por ejemplo, se refiere a la manera con que en en el norte del país la gente común habla sobre un hombre homosexual. Mexicanismos. No solo habla popular, sino también términos cuyo significado profundo solo puede comprenderse si eres mexicano o si llevas muchos, pero muchos años viviendo en esta suave patria: cochito, cochupo, huitlacoche, huizache…mijo(a), miscelánea, ñango, tembeleque, zacatillo, zafada…
Como lengua viva que de hecho es, el español ha demostrado no tener límites idiomáticos. En el caso del español que se habla en nuestro país, un Diccionario como al que me refiero es consigna rotunda de que a la hora de hablar y definir significados, literalmente como México no hay dos. Ya chole chango chilango de un lado, pero también de la sierra morena cielito lindo vienen bajando. Una pizca de academia, por dos cucharaditas de caló e idiomas originarios y ya está: tenemos frente a nosotros la obra más lograda de nuestro andar por la historia: el lenguaje mexicano, del que el “Diccionario de mexicanismos” es consigna y testimonio. Ah chirriones, que libro tan fregón.
El documento fechado en diciembre de 1942 se refiere específicamente a tres campos de concentración y contradice la versión que ha mantenido la Santa Sede.
Una carta recientemente descubierta sugiere que el papa Pío XII, durante la Segunda Guerra Mundial, recibió información detallada por parte de un jesuita alemán de confianza, según la cual hasta 6.000 judíos y polacos eran asesinados en cámaras de gas cada día en la Polonia ocupada por los alemanes.
Eso es significativo porque entra en conflicto con la posición oficial que ha mantenido la Santa Sede de que en ese momento la información con la que contaba la Iglesia sobre las atrocidades que estaban cometiendo los nazis era vaga y no estaba verificada.
La carta fue descubierta por el archivista del Vaticano Giovanni Coco y fue publicada el domingo en en el periódico italiano Corriere della Sera con la aprobación de funcionarios de la Santa Sede y con el título “Pío XII lo sabía”.
Fechada el 14 de diciembre de 1942, la epístola fue escrita por el padre Lother Koenig, un jesuita que formaba parte de la resistencia antinazi en Alemania, y estaba dirigida al secretario personal del Papa en el Vaticano, el padre Robert Leiber.
La carta hace referencia a tres campos nazis —Belzec, Auschwitz y Dachau— y sugiere que hay otras cartas entre Koenig y Leiber que o bien han desaparecido o aún no se han encontrado.
Para Coco, “la novedad e importancia de este documento deriva de que ahora tenemos la certeza de que la Iglesia católica en Alemania envió a Pío XII noticias exactas y detalladas sobre los crímenes que se estaban perpetrando contra los judíos”. Y por tanto el Vaticano “tenía información de que los campos de trabajo eran realmente fábricas de muerte”.
El historiador David Kertzer, autor de varios libros sobre el papa Pío XII y su papel en la guerra, le dijo a la BBC que lo novedoso de la carta es que “habla específicamente de los crematorios, de miles de judíos que eran arrojados a los hornos cada día”.
Y por otro lado, que fue presentada por un archivista del Vaticano.
“Me parece que muestra un esfuerzo en el Vaticano o al menos en partes del Vaticano por comenzar a aceptar esta historia”, agregó.
La carta se encontraba entre los documentos que hasta hace poco se guardaban de forma desordenada en la Secretaría de Estado del Vaticano, según Coco.
Para Suzanne Brown-Fleming, directora de Programas Académicos Internacionales en el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos en Washington, que estos archivos se den a conocer muestra que el Vaticano se estaba tomando en serio la declaración del papa Francisco de que “la Iglesia no tiene miedo de la historia”.
Francisco ordenó que los archivos de guerra se abrieran en 2019.
“Hay tanto un deseo como un apoyo a que se evalúen cuidadosamente los documentos desde una perspectiva científica, ya sea favorable o desfavorable (para el Vaticano) lo que los documentos revelan”, añadió Brown-Fleming.
“Con la apertura de los archivos vaticanos de este periodo hace tres años, hemos desenterrado una variedad de documentos que muestran lo bien informado que estaba el Papa sobre los intentos nazis de exterminar a los judíos de Europa desde el momento en que se pusieron en marcha”, le dijo Kertzer a la BBC.
“Esta es sólo una pieza más”, concluye.
Kertzer añade que, más que lo que han revelado esos documentos, “lo que ha dañado la reputación del Vaticano es su negativa a enfrentar esta historia con ojos claros”.
El documento que se acaba de conocer probablemente alimentará el debate sobre el legado de Pío XII y su controversial campaña de beatificación, que actualmente se encuentra estancada.
Sus partidarios siempre han insistido en que el pontífice trabajó de maneras concretas detrás de escena para ayudar a los judíos y que no habló para evitar que empeorara la situación de los católicos en la Europa ocupada por los nazis.
Sus detractores afirman que por lo menos le faltó valor para dar a conocer la información que tenía a pesar de las peticiones directas de las potencias aliadas que luchaban contra Alemania.
Uno de los libros de Kertzer, además, reveló una larga y secreta negociación entre Hitler y Pío XII para alcanzar un acuerdo de no agresión.
Al final, la evidencia indica que el papel de Pío XII en la Segunda Guerra Mundial es ambiguo. Aunque consideraba que el nazismo era un movimiento político pagano que maltrataba a los católicos, no fue un Papa particularmente incómodo para el Tercer Reich.
Y tampoco denunció con claridad el exterminio judío, aunque quizás tenía conocimiento de la barbarie que estaba ocurriendo.
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