Las elecciones de 2023 en Coahuila y el Estado de México fueron el último ejercicio para las fuerzas políticas antes de enfocar las baterías en lo que serán las elecciones de 2024, las más grandes en la historia del país (nuevamente).
Los procesos electorales se desarrollaron en medio de la incertidumbre del Plan B de la reforma electoral, desde su aprobación en el Congreso de la Unión hasta la declaración de invalidez del primer decreto por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Por momentos las campañas electorales de estas dos entidades pasaron a segundo plano pues fueron en parte opacadas por los ensayos de las estrategias de los partidos políticos para definir sus candidaturas, además sirvieron de pasarela para las y los aspirantes presidenciales.
La planeación y puesta en marcha de la jornada electoral estuvo a cargo de los OPLE de Coahuila y el Estado de México, así como del INE, además hubo un buen número de observadores electorales. La organización fue impecable, se instalaron el 99.99% de las casillas, los programas de resultados preliminares funcionaron correctamente, y que se dieron a conocer en tiempo los conteos rápidos, las cifras fueron coincidentes entre ambos. Consideramos que la comunicación de los institutos electorales locales en este sentido tiene una importante área de oportunidad, especialmente ante la gran cantidad de información falsa y desinformación que se genera.
Los resultados arrojaron como virtuales ganadores a Delfina Gómez en el Estado de México y a Manolo Jiménez en Coahuila. Es destacable que en ambas elecciones las candidaturas que obtuvieron el segundo lugar reconocieron oportunamente la derrota. Dentro de la democracia mexicana esto debe considerarse un avance democrático importante pues hasta ahora en la mayoría de las elecciones la regla era declararse ganador/a independientemente de lo que arrojaran los números preliminares.
Con los resultados del domingo, el mapa político quedaría de la siguiente forma:
A manera de conclusión, dejamos algunas de las reflexiones que incorporamos en nuestro Balance de las Elecciones 2023:
Hay una ira creciente por la poca ayuda que llega a las ciudades y pueblos de las montañas del Atlas.
El bebé de Khadija aún no tiene nombre y su primer hogar es una tienda de campaña junto a la carretera.
Nació minutos antes de que se produjera el mortífero terremoto del viernes por la noche en Marruecos.
Aunque Khadija y su hija salieron ilesas, el hospital de Marrakech donde se encontraban fue evacuado. Tras una rápida revisión, les pidieron que se marcharan apenas tres horas después del nacimiento.
“Nos dijeron que teníamos que irnos por miedo a las réplicas”, explicó.
El sismo de magnitud 6,8 sacudió el centro del país, con epicentro a 71 kilómetros de la turística Marrakech. Por ahora se cuentan más de 2.100 personas fallecidas en una decena de provincias y el número de heridos ha ascendido a más de 2.420. Unos 20 minutos después hubo una réplica de magnitud 4,9.
Con su recién nacida en brazos, Khadija y su marido intentaron tomar un taxi a primera hora del sábado para ir a su casa de Taddart, en la cordillera del Atlas, a unos 65 kilómetros de Marrakech.
Pero de camino se encontraron con que las carreteras estaban bloqueadas por corrimientos de tierra y sólo llegaron hasta el pueblo de Asni, a unos 15 kilómetros de su destino final.
Desde entonces, la familia vive en una tienda de campaña básica que han logrado construir junto a la carretera principal.
“No he recibido ninguna ayuda ni asistencia de las autoridades”, nos dijo, sosteniendo a su bebé mientras se protegía del sol bajo un endeble trozo de lona.
“Pedimos mantas a algunas personas de este pueblo para tener algo con lo que taparnos. Sólo tenemos a Dios”.
Khadija nos contó que sólo tiene un conjunto de ropa para el bebé.
Amigos de su ciudad natal les han contado que su casa está muy dañada y no saben cuándo podrán tener un lugar adecuado donde alojarse.
Cerca del lugar donde Khadija acampa, la frustración crece a medida que pasan los días y apenas llega ayuda a los pueblos y aldeas de las zonas montañosas al sur de Marrakech.
En Asni, a solo 50 kilómetros de Marrakech, la gente dice que necesita ayuda urgente.
Un grupo de gente enfadada rodeó a un reportero local y le arrojaron sus frustraciones: “No tenemos comida, no tenemos pan ni verduras. No tenemos nada”.
El reportero, en el centro de la multitud, tuvo que ser escoltado y llevado lejos por la policía, mientras la gente aún lo seguía, desesperada e intentando desahogar su ira.
“Nadie ha venido a nosotros, no tenemos nada. Sólo tenemos a Dios y al rey”, dijo un hombre de la multitud que no quiso dar su nombre.
Desde el terremoto vive al margen de la carretera principal del pueblo con sus cuatro hijos. Su casa sigue en pie, pero todas las paredes están muy agrietadas y tienen demasiado miedo para quedarse allí.
Han conseguido volver y coger algunas mantas, lo único que ahora tienen para dormir.
En un momento, un camión pasó entre la multitud. Algunas personas intentaron hacerle señas, esperando desesperadamente que les dejara suministros. Pero el camión siguió su camino, seguido de abucheos.
Algunos dicen que han recibido tiendas de campaña de las autoridades, pero no hay suficientes para todos.
Cerca de allí está Mbarka, otra persona que vive en una tienda de campaña. Nos guió por las calles laterales hasta su casa, en la que ya no puede vivir.
“No tengo medios para reconstruir la casa. De momento, sólo nos ayuda la gente de la zona”, nos contó.
Vivía allí con sus dos hijas, su yerno y tres nietos.
Cuando su casa empezó a temblar, salieron corriendo y casi fueron alcanzados por el derrumbe de una casa mucho más grande que empezó a deslizarse colina abajo.
“Creemos que el gobierno ayudará, pero hay 120 pueblos en la zona”, dijo su yerno Abdelhadi.
Con tanta gente necesitada de ayuda, un gran número de personas tendrá que esperar más tiempo para recibir asistencia.