Las asociaciones cannábicas (o clubes sociales de cannabis, CSC) en España surgieron hace más de 25 años y ahora se encuentran en múltiples lugares del mundo, incluyendo en México. Este modelo creció porque la posesión de drogas en España nunca ha sido sancionada penalmente y en 1979 la Suprema Corte emitió una sentencia determinando que el “consumo compartido” entre individuos fuera legal. Posterior a esa decisión, activistas se juntaron para crear asociaciones. Hubo repercusiones del Estado, con el gobierno deteniendo y sancionando a fundadores de asociaciones desde 1994 con penas de tiempo en prisión y multas desproporcionadas. La persecución sigue hoy con distintos niveles, pero a la par las asociaciones se mantienen abiertas y estables.
El vacío legal de las asociaciones significa que hoy en día hay más de 1,200 asociaciones en España, con alrededor de 400 en la región de Cataluña. Dieciocho de los clubes catalanes forman parte de una federación conocida como la Federación de Asociaciones de Cannabis de Catalunya (CATFAC) para tener una plataforma política, implementar medidas de reducción de riesgos y capacitar a las asociaciones. También existe una federación nacional conocida como la Confederación de Federaciones de Asociaciones Cannábicas (ConFAC) con alrededor de 100 clubes. Según la Federación, 12 % de las personas usuarias de cannabis en España acceden a la planta a través de clubes. La cultura cannábica ha florecido en estos años, con la revista Cáñamo saliendo en 1997, growshops abriendo desde 1999 y la feria Spannabis en 2004.
Desde 2012, y liderado por el Departamento de Salud de Cataluña, el Parlamento Catalan ha aprobado iniciativas sobre la regulación de las CSC para poder permitir su implementación y tener reglas claras. Sin embargo, la Corte Constitucional del país ha suspendido estas iniciativas y en 2021, la Suprema Corte también suspendió los estatutos catalanes. Este tipo de intervención por parte de Madrid ya es algo recurrente para la Comunidad Autónoma de Cataluña, algo que motiva y también desincentiva a activistas al mismo tiempo. Sigue siendo un modelo para poder aprender y aplicar en otros contextos.
Entre el 6 y 11 de marzo de 2023, tuve la oportunidad de participar en un tour de asociaciones en Barcelona, auspiciado por la organización ICEERS y patrocinado por Open Society Foundations. El propósito de asistir esa semana era entender el modelo de asociaciones como una forma no comercial de acceder a la planta, conocer las formas de distintas asociaciones, tener contacto con las autoridades de salud en Cataluña, con organizaciones de la sociedad y también fortalecer el “networking” entre los participantes internacionales. Hubo representantes de países como Estados Unidos, Barbados, Sudáfrica, Malta, Suiza, Colombia, Reino Unido, Hungría y yo, de México.
Durante la semana aprendimos del funcionamiento de los clubes, desde los más comunitarios, hasta conocer algunos ejemplos más comerciales. Yo había visitado clubes en Madrid y el País Vasco, pero nunca con la rigurosidad de este tour y acompañada de expertas de todo el mundo.
Existen dos modelos principales. La versión “comunitaria” tiene entre 250-300 miembros y alrededor de tres empleadxs por club, las personas que ahí trabajan dedican la mayor parte de su tiempo a cultivar la cannabis. Como el cultivo sigue siendo una actividad ilegal, se hace en un local aparte en las afueras de la ciudad, donde hay menos riesgo de cateo por parte de las autoridades.
Hablando con los fundadores, decían que no necesitaban buscar más integrantes (o turistas) para cubrir las cuotas, sino que con sus 300 miembros podían pagar un sueldo digno, estar felizmente con sus plantas y además aportar al movimiento como parte de la federación como una plataforma política. En estos clubes pudimos ver los reglamentos internos y conocer las actividades culturales que ofrecían como “stand-up” cannábico. Nos contaron que la mayoría de los socios llevaban su cannabis a casa para consumirlo ahí, pero mientras estuvimos en el club vimos algunas mesas de personas fumando juntas, tomando alguna bebida (sin alcohol) y platicando. El escenario era muy parecido a un bar, pero con ese olor a cannabis que tanto nos encanta y sin el riesgo de personas embriagándose.
El otro modelo es más “comercial” y puede tener más de 1,000 miembros y un mayor número de empleadxs para monitorear la entrada, servir bebidas y dispensar cannabis. Se supone que cada persona tiene que ser avalada por otro miembro, pero también hay ejemplos donde no ha sido necesario y es suficiente pagar 20 euros para registrarte como socio y después poder entrar para disfrutar del espacio, comprar cannabis y otros productos en la asociación. El gerente de una de estás asociaciones nos platicó que cada dos semanas limpian el registro y quitan a las personas que no han regresado para mantener su número de socios más bajo. Ese club fue muy agradable, contaba con un espacio afuera, un bar de café y licuados, mesas de billar y espacios de relajación. Como nos contó, quería crear un espacio donde “tu abuela podría estar cómoda”.
Todas las asociaciones mencionaron ciertas medidas de reducción de riesgos que toman como capacitar a sus empleadxs, ofrecer materiales de menor riesgo como filtros y vaporizadores. Y también buscaban tener socios de uso medicinal, con la posibilidad de tener seguimiento médico gratuito, aunque los datos demostraron que en promedio el 3 % de los socios en clubes eran de uso medicinal. En casos de usos problemáticos tenían opciones de doctores que podrían acompañar y facilitar el tratamiento. El Departamento de Salud de Cataluña mantiene una relación abierta con los clubes, proveyendo cursos, materiales y a favor de su regulación, con el propósito de separar el mercado de cannabis de otros mercados y promover una perspectiva de salud pública.
En el viaje visitamos el Hash Marijuana and Hemp Museo, que es una maravilla desde el edificio hasta todos los objetos que te dan una visión amplia de qué es posible hacer con la planta. También tuvimos presentaciones de todos los participantes para conocer sus marcos regulatorios y tener un intercambio. Conocimos el laboratorio de Energy Control, el trabajo de la Red de Mujeres Antiprohibicionistas (REMA) y el espacio de Metzineres, que es innovadora en su enfoque de reducción de riesgos y daños. Fue mucho para procesar en pocos días, además de que toda la comida fue vegetariana, ¡una delicia!
Decir que fue un lujo y un honor participar quedaría corto. Aprendí un montón y me quedé con ganas de compartir muchas ideas para crear clubes por todo México. Estoy muy agradecida por la oportunidad de representar a nuestro país en estos viajes internacionales y compartir nuestro recorrido hacia la regulación con respeto a los derechos humanos de las personas usuarias. Las CSCs han demostrado ser una gran posibilidad para México y ya vemos ejemplos surgiendo en varios estados de la República. No tengo duda que veremos más en los siguientes meses y años.
Desde la coalición #RegulaciónPorLaPaz hemos propuesto la incorporación de las asociaciones cannábicas en cualquier modelo regulatorio como una vía no comercial para tener acceso a la planta. Pueden ver este artículo de Mariana Sevilla para conocer más. Sabemos que el mundo está cambiando y que nosotros formamos parte de este cambio de paradigma. El camino será largo, pero somos muchas y cada día somos más. ¡Seguimos!
* Zara Snapp (@zarasnapp) es directora de @InstitutoRIAmx (México), maestra en políticas públicas por la Universidad de Harvard y autora del Diccionario de Drogas.
Las muestras del asteroide Bennu que recolectó la sonda Osiris-Rex podrían dar indicios sobre cómo se inició la vida en la Tierra.
Este domingo, la cápsula Osiris-Rex de la Nasa atravesó la atmósfera de la Tierra a unas 15 veces la velocidad de la bala de un rifle.
A esas velocidades, se convirtió en una bola de fuego en el cielo, pero un escudo contra el calor y un paracaídas frenaron el descenso, convirtiéndolo en un suave aterrizaje en el desierto de Utah, en EE.UU.
La cápsula trae un cargamento precioso: un puñado de polvo recolectado del asteroide Bennu, una roca espacial del tamaño de una montaña que puede darnos información clave para responder a una de las preguntas más profundas para los humanos: ¿de dónde venimos?
“Cuando tengamos los 250 g del asteroide Bennu, estaremos viendo material que existía antes que existiera nuestro planeta, incluso algunos granos podrían ser más viejos que nuestro sistema solar”, dice el profesor Dante Lauretta, investigador principal de la misión.
“Estamos tratando de rastrear nuestros inicios. ¿Cómo se formó la Tierra y por qué es un lugar habitable? ¿De dónde viene toda el agua de nuestros océanos? ¿de dónde viene todo el aire que existe en nuestra atmósfera? Y de manera más importante, ¿cuál es la fuente de todas las moléculas orgánicas que componen la vida en la Tierra?”.
La creencia que prevalece es que muchos de los componentes clave para la vida llegaron a nuestro planeta durante una época muy temprana de la historia de la Tierra en una lluvia de meteoritos, muchos de ellos a lo mejor parecidos a Bennu.
La travesía para conseguir los fragmentos de Bennu comenzó en 2016, cuando la NASA lanzó la nave Osiris Rex hacia el objeto de 500 metros de diámetro.
Le tomaría dos años en llegar al cuerpo rocoso y otros dos años más se dedicaron a cartografiarlo, antes de que el equipo de la misión pudiera identificar con confianza un lugar en la superficie de la piedra espacial en el que recoger una muestra de “tierra”.
Alguien clave a la hora de tomar esa decisión fue la leyenda británica del rock y astrofísico Brian May. El guitarrista de Queen es un experto en mapeo de imágenes estéreo.
Tiene la habilidad de alinear dos imágenes con diferentes ángulos de un mismo objeto para dar un sentido de perspectiva, formando una escena 3D. Él y su colaboradora Claudia Manzoni hicieron esto para elaborar la lista final de lugares en Bennu en los que recoger muestras. Ellos definieron los lugares más seguros para el acercamiento.
El momento de la captura de la muestra, el 20 de octubre de 2020, fue increíble.
Osiris Rex descendió hasta el asteroide, sosteniendo su mecanismo de agarre al final de un palo de 3 metros de longitud.
La idea era darle un golpe a la superficie de la roca y, al mismo tiempo, soltar un soplido de gas de nitrógeno para levantar polvo. Pero lo que ocurrió después fue un shock.
Cuando el mecanismo hizo contacto, la superficie se partió como un fluido. Para cuando el gas se disparó, el disco ya estaba 10 cm por debajo. La presión del nitrógeno abrió un agujero de 8 mts de diámetro. El material voló por todos lados, pero lo importante es que parte cayó en la cámara de recolección.
Así que aquí estamos. Osiris-Rex entregó la muestra del asteroide Bennu al final de lo que ha sido un viaje de ida y vuelta de siete años y de 7 mil millones de kilómetros.
La cámara será llevada al Centro Espacial Johnson, en Texas, donde se ha construido un cuarto especial dedicado al análisis de las muestras.
El doctor Ashley King del Museo de Historia Natural (NHM) de Londres, será uno de los primeros en poner sus guantes sobre el material. Forma parte del equipo “mirada rápida”, que será el que haga el análisis inicial.
“Traer muestras de un asteroide no es algo que hagamos muy a menudo. Así que quieres hacer esas mediciones iniciales y quieres hacerlas muy bien”, dice. “Es muy emocionante”.
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La Nasa ve al asteroide Bennu como la roca más peligrosa del sistema solar. Su trayectoria en el espacio hace que sea el asteroide con mayores probabilidades de impactar a la Tierra del que se tenga conocimiento.
Pero no hay que asustarse, las probabilidades son muy bajas, parecidas a que lances una moneda al aire y te salga cara once veces seguidas. Y un impacto no ocurriría el próximo siglo.
Bennu seguramente tenga agua, y bastante: al menos el 10% de su peso, y toda en sus minerales. Los científicos intentarán ver si las proporciones de los distintos tipos de átomos de hidrógeno en esta agua es parecida a la de los océanos de la Tierra.
Si, como creen algunos expertos, la Tierra temprana estaba tan caliente que perdió gran parte de su agua, el encontrar una coincidencia de H2O en Bennu podría impulsar la idea de que un bombardeo posterior de asteroides tuvo gran relevancia en darles volumen a nuestros océanos.
También es posible que Bennu contenga entre 5% y 10% de su peso en carbono. Aquí radica gran parte del interés. Como sabemos, nuestro planeta se basa en la química orgánica. Al igual que el agua, ¿habrán llegado las moléculas desde el espacio para que empezara la biología en la joven Tierra?
“Uno de los primeros análisis que se les harán a las muestras incluirá hacer un inventario de todas las moléculas basadas en carbono que contenga”, dice la profesora Sara Russell.
“Sabemos, a través de estudiar meteoritos, que los asteroides probablemente contienen distintas moléculas orgánicas. Pero en los meteoritos, muchas veces están bastante contaminadas, así que estas muestras nos dan una oportunidad de descubrir realmente cuáles son los componentes orgánicos prístinos de Bennu”.
El profesor Lauretta agrega: “De hecho, nunca hemos buscado en los meteoritos los aminoácidos de las proteínas por este problema de la contaminación. Así que creemos que realmente vamos a avanzar en nuestro entendimiento de lo que llamamos la ‘hipótesis de entrega exógena’, la idea que estos asteroides fueron la fuente de los bloques fundacionales de la vida”.
Reportería adicional de Rebecca Morelle, Alison Francis y Kevin Church
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