Recientemente, las redes sociales y en específico el trend “rosa pastel”, cuestionaron la utilidad de la educación superior al viralizarse algunos jóvenes profesionistas que narraban con desilusión sus experiencias en el mundo laboral. Así, gracias a TikTok se abrió una discusión que reflexiona sobre la pertinencia de invertir tiempo y recursos en una carrera universitaria en el mundo actual.
Como en cualquier tipo de inversión, el objetivo de destinar tiempo y dinero a una carrera es obtener mayores beneficios a futuro, tomando en consideración y asumiendo los riesgos asociados. Contrario a lo que nos diría TikTok, una carrera universitaria es una excelente inversión, que permite aumentar los ingresos futuros y reducir los riesgos asociados al empleo, pues facilita encontrar un trabajo con salario competitivo y prestaciones.
Como evidencia, algunas cifras. En 2022 los trabajadores con educación superior obtuvieron ingresos 85 % más altos que los egresados de bachillerato, tuvieron 30 % más probabilidades de trabajar en la formalidad y fueron siete veces más propensos a ocupar puestos directivos dentro de las empresas.
La educación superior además proporciona algo más que solo conocimientos prácticos, ya que abre oportunidades para trabajar en proyectos grupales, participar en debates y actividades prácticas que fomentan el desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico y la resolución de problemas, esenciales para sobresalir en el mundo laboral actual.
Si bien la educación superior es una inversión segura y rentable, es una realidad que el panorama laboral que enfrentan los profesionistas es cada vez más competido, lo que se traduce en una reducción del premio por estudiar. En 2016, cuando el 23 % de la población tenía una carrera profesional, el ingreso de los egresados de una carrera era más del doble (206 %) que los egresados de bachillerato. Pero en seis años, al mismo tiempo que se observó un crecimiento de 15 % en la población universitaria, el beneficio económico que se recibe al estudiar cayó en 11 %. Este panorama pone de manifiesto la importancia de elegir mejor entre las opciones universitarias.
No todas las carreras ofrecen los mismos beneficios. El mercado laboral se transforma con velocidad y con ello se modifican también las habilidades que demandan los empleadores. La clave para que la educación superior se traduzca en un futuro laboral exitoso empieza por elegir una carrera con información a la mano.
No se puede perder de vista el vínculo que existe entre el mercado laboral y la formación de talento. Las condiciones laborales dependen en gran medida de cuán bien se adapte el perfil del profesionista a las habilidades requeridas por los empleadores. Sin embargo, cuando los futuros profesionistas eligen una carrera, rara vez toman en cuenta el panorama laboral al que tendrán que enfrentarse al egresar.
Datos como el desempleo, la informalidad o los ingresos esperados de los profesionistas son ventanas a través de las cuales se puede visualizar las condiciones que enfrentarán. De esta manera, los jóvenes que están por elegir carrera pueden elegir mejor y prepararse para entrar al mercado de trabajo. Conocer esta información puede ser la diferencia entre acceder a empleos de calidad o tener una mala experiencia que termine en desilusión.
Afortunadamente existen herramientas como Compara Carreras, que diseñamos en el IMCO para que de forma gratuita, interactiva y actualizada, los jóvenes accedan a este tipo de información para poner en perspectiva los beneficios y los riesgos que tiene cada plan educativo. Elegir bien una carrera universitaria es invertir en el futuro laboral. Esto requiere evaluar las tendencias laborales e identificar las habilidades necesarias para brillar en el mundo profesional.
En última instancia, el valor de la educación superior perdura, siempre y cuando la elección de carrera se tome con ojos abiertos. La formación de talento tiene beneficios para los futuros profesionistas, pero también favorece a las empresas y contribuye a la competitividad del país.
* Martha Castro (@Martha_CCM) y Sebastián Corona investigador (@Tian_Corona) son investigadores del @imcomx.
Mamadou Safayou Barry, un guineano de 25 años, emprendió un viaje en bicicleta de más de 4.000 kilómetros para estudiar en la universidad de sus sueños.
La Universidad de sus sueños estaba a más de 4 mil kilómetros de su hogar y aún así Mamadou Safayou Barry decidió montarse en su bicicleta y atravesar 6 países para llegar hasta ella.
En mayo, partió de Guinea hacia el prestigioso centro Al-Azhar, situado en Egipto con la esperanza de ser aceptado.
En el camino de esta aventura, el joven de 25 años y padre de un niño, soportó un calor abrasador durante 4 meses y hasta fue detenido en uno de los países repletos de militantes islamistas o golpes de estado.
Pero valió la pena.
Cuando finalmente llegó a El Cairo recibió una beca por parte de la institución.
Estoy “muy, muy” feliz, le dijo a la BBC.
Agregó que pese a no poder pagar el curso de Estudios Islámicos en Al-Azhar, ni los vuelos a Egipto, la reputación de la universidad lo impulsó a arriesgarse en un viaje a través de Mali, Burkina Faso, Togo, Benin, Níger y Chad.
Al-Azhar es uno de los centros de aprendizaje islámico sunita más influyentes del mundo.
También es uno de los más antiguos. Fue fundado en el año 670 d.C.
Barry salió de su casa “en busca de conocimientos islámicos”, pero en Malí, Burkina Faso o Níger, los ataques de militantes islamistas contra civiles son frecuentes y los recientes golpes de estado han provocado inestabilidad política.
“Viajar por estos países es muy difícil porque no tienen seguridad en este momento”, dijo.
“Tienen muchos problemas y la gente está muy asustada. En Mali y Burkina Faso la gente me miraba como si fuera una amenaza. Veía a los militares por todas partes portando armas grandes y coches“, dijo Barry.
Dijo que fue arrestado y detenido tres veces sin una buena razón: dos en Burkina Faso y una en Togo.
Sin embargo, la suerte de Barry cambió cuando llegó a Chad.
Un periodista lo entrevistó y publicó su historia en internet, lo que llevó a algunos buenos samaritanos a financiarle un vuelo a Egipto.
Esto le evitó andar en bicicleta por Sudán, dónde algunas áreas son actualmente zonas de guerra.
El 5 de septiembre llegó finalmente a El Cairo.
Su determinación le valió una reunión con la decana de estudios islámicos, Nahla Elseidy.
Después de hablar con él, Elseidy le ofreció una plaza en el curso de Estudios Islámicos de Al-Azhar, con una beca completa.
La decana dijo en las redes sociales que la universidad estaba dispuesta a ofrecer sus conocimientos a estudiantes de todo el mundo
Y que esta filosofía “no sólo cubre a los estudiantes internacionales en Egipto sino que también se extiende más allá. Al-Azhar recibe estudiantes de todos los países, los cuida y les ofrece ayudas”.
Barry dijo que estaba “muy, muy feliz” de haber recibido la beca.
“No puedo expresar lo feliz que estoy. Le di gracias a Dios“, dijo.
Barry añadió que los problemas que se encontró durante su expedición quedaron olvidadas hace mucho tiempo y borrados por la alegría de poder convertirse en un becario de Al-Azhar.
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