“Estudia para que tengas un mejor futuro” es una frase recurrente en muchos hogares mexicanos. Claro ejemplo de que, en México, la educación es considerada el agente de movilidad social por excelencia. Y no es para menos: Compara Carreras 2023 mostró que, en términos de generación de ingresos, estudiar una licenciatura tiene mejores rendimientos que el oro. ¿Por qué parecería, entonces, que en México no se está apostando lo suficiente en ella?
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) mostró que, en promedio, de los 13 mil 322 pesos de su gasto total, un hogar mexicano destinó 935 pesos al mes a la educación durante 2022. La cifra tuvo una disminución drástica respecto a 2018, antes de la crisis sanitaria y económica: el gasto educativo disminuyó 19.8 % en términos reales. ¿Cuál es la explicación? ¿Tiene que ver con una menor confianza en la educación? ¿O hay otros motivos?
Para encontrar la respuesta es necesario tomar en cuenta los gastos de los hogares entre el 2018 y el 2022. En esos cuatro años, la manera en que los hogares mexicanos gastan cambió y los recursos destinados a la alimentación, el cuidado de la salud, la limpieza y el cuidado personal cobraron más relevancia. El mayor ajuste se dio en los alimentos, cuyo gasto incrementó en 2.5 % en comparación con 2018 (equivalente a 424 pesos mensuales); una de las razones fue la elevada inflación en alimentos durante los últimos años.
El incremento en alimentos afecta más a los hogares de menores ingresos que tienden a destinar el 50 % de su gasto a este tipo de bienes, mientras que los hogares de mayores recursos cuentan con mayor facilidad para soportar estos incrementos (quienes destinan el 28 % de su gasto). Entre 2022 y 2018 el gasto destinado en alimentos creció 22 % para los hogares de menores recursos (decil 1) mientras que para los hogares de mayores recursos (decil 10) el aumento fue de 6 %. Sobrellevar el incremento en precios en bienes tan necesarios como la comida provocó que muchos hogares se vieran obligados a reducir el dinero que destinan a otros rubros, como la educación.
A pesar de la disminución generalizada, las brechas entre los hogares persisten, pues los hogares de mayores ingresos gastan en educación 16 veces lo que gastan los hogares de menores ingresos. La reducción en el gasto en educación no se dio porque los hogares mexicanos dejaran de creer en la educación, sino porque ahora les es más difícil poder invertir en ella.
Los cambios no sólo se dieron en el gasto, sino en la asistencia y la dedicación al tiempo escolar. La ENIGH 2022 mostró que menos niños y niñas están asistiendo a la escuela: el año pasado hubo 700 mil 164 estudiantes menos que en 2018, los principales afectados fueron los infantes que asisten a preescolar; en ese grupo se perdieron 433 mil estudiantes.
La educación no es exclusivamente una inversión de dinero, sino también de tiempo, y el hecho de que ambos factores hayan caído pinta un panorama preocupante para la población joven del país y sus prospectos en el futuro.
Las razones por las cuales una persona no asiste a la escuela pueden ser múltiples -falta de acceso a centros educativos cercanos, recursos económicos escasos o un contexto que les impida asistir-, pero en todos los casos esos impedimentos deben ser eliminados. El sector público tiene la obligación de implementar políticas y acciones encaminadas a garantizar que todos los mexicanos puedan acceder a educación de calidad, independientemente de su condición económica. De lo contrario, concretar ese mejor futuro para la juventud del país será una meta difícil de cumplir.
* Diana V. Hernández Mejía es investigadora del IMCO.
Desgarradores testimonios de sobrevivientes y testigos directos de una tragedia que ha dejado miles de muertos y desaparecidos. “Es como si hubiera caído una bomba nuclear”.
Las imágenes son desoladoras. Cadáveres abandonados en las calles, personas sacando cuerpos debajo de los escombros con sus propias manos.
Testigos directos del horror le dijeron a la BBC que barrios y edificios enteros fueron arrastrados al mar mientras la gente dormía.
Y ahora “el mar está devolviendo decenas de cadáveres”, relató Hichem Abu Chkiouat, ministro de Aviación Civil y miembro del Comité de Emergencia en el este de Libia.
Esa es la situación que se vive en la ciudad portuaria de Derna tras las inundaciones causadas por la tormenta Daniel que arrasaron el este del país dejando una estela de destrucción con miles de muertos y desaparecidos.
Familiares buscan desesperados a sus seres queridos con la esperanza de encontrarlos vivos o al menos identificar sus cuerpos para darles sepultura.
Mientras los equipos de emergencia continúan trabajando, en algunas zonas de la ciudad cuerpos envueltos en sábanas están siendo arrojados en fosas comunes.
El número de muertos que dejaron las inundaciones en el este de Libia sigue aumentando. Las autoridades dicen que se han encontrado más de 5.000 cadáveres solo en la ciudad de Derna, mientras que en los alrededores y en el resto del país ya se contabilizan decenas de miles desplazados.
Voluntarios han llegado a la zona para socorrer a los sobrevivientes
“Es un completo desastre. Estoy realmente en shock”, dijo un médico que viajó a Derna para tratar a los heridos.
El medio de comunicación local Derna Zoom publicó en la red social X (anteriormente Twitter) que una cuarta parte de la ciudad quedó “completamente aniquilada”.
“Es como si hubiera caído una bomba nuclear”, decía el mensaje.
Quienes han logrado comunicarse con familiares y amigos en la zona afectada están desconsolados.
La gente está viviendo el “día del juicio final”, le dijo a la BBC el periodista libio Johr Ali.
Un amigo encontró a su sobrino “muerto en la calle, arrojado por el agua desde su tejado”, relató el reportero.
Ali, que vive exiliado en Estambul debido a los ataques a periodistas en Libia, comentó que otro de sus amigos perdió a toda su familia en el desastre.
“Su madre, su padre, sus dos hermanos, su hermana Maryam, su esposa (…) y su pequeño hijo de 8 meses… Todos ellos murieron, toda su familia está muerta y él me pregunta qué debe hacer”.
En otro caso, Ali dijo que un sobreviviente le contó que había visto a “una mujer colgada de las farolas, porque las inundaciones se la llevaron”.
“Murió allí”, añadió Ali.
Las calles de Derna están cubiertas de barro y escombros y llenas de vehículos volcados.
“La gente escucha los llantos de los bebés bajo tierra y no saben cómo llegar hasta ellos”, relató el periodista.
El rescatista Kasim al Qatani le dijo a la BBC que no hay agua potable en Derna y que escasean los suministros médicos.
Agregó que el único hospital de Derna ya no podía recibir pacientes porque “hay más de 700 cadáveres esperando en el hospital y no es tan grande”.
Aunque la tragedia comenzó con las intensas lluvias causadas por la tormenta Daniel, testigos dijeron que la situación se salió de control cuando oyeron la explosión de una gran presa que terminó expulsando un gigantesco torrente de agua que “parecía un tsunami”.
La información disponible hasta ahora señala que las lluvias provocaron el colapso de dos represas en el río Derna, “que arrastraron barriadas enteras con sus residentes hasta el mar”, según explicó Ahmed Mismari, portavoz del Ejército Nacional Libio, que controla el este del país.
Además de Derna, también se han visto afectadas las ciudades de Bengasi, Susa y Al Marj, todas ellas en el este, así como Misrata, en el oeste, en medio de las peores inundaciones en las últimas cuatro décadas en el país.
El médico libio Najib Tarhoni, que trabaja en un hospital cerca de Derna, pidió ayuda con urgencia.
“Tengo amigos aquí en el hospital que han perdido a la mayoría de sus familias… han perdido a todos”, le dijo a la BBC.
“Sólo necesitamos gente que entienda la situación: ayuda logística, perros que realmente puedan oler a la gente y sacarla de debajo de la tierra. Sólo necesitamos ayuda humanitaria, gente que realmente sepa lo que está haciendo”.
También existe una necesidad urgente de equipos forenses y de rescate especializados y otros dedicados a la recuperación de cadáveres, les dijo a los medios turcos el jefe del Sindicato de Médicos Libios, Mohammed al Ghoush.
Los esfuerzos de rescate se han visto complicados por el hecho de que Libia está dividida entre gobiernos rivales y el país lleva más de una década de conflicto.
La lucha entre facciones ha llevado al abandono de la infraestructura y ha dado lugar a una pobreza generalizada en un país con pocos recursos y experiencia para enfrentar este tipo de catástrofes.
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