A veces no sé cómo logré llegar hasta aquí. Son las doce de la noche, Nicolás duerme. Pienso en cómo mi futuro se convirtió en una serie de sucesos que con el tiempo parecerían milagros, y que han jugado más a mi favor que yo misma. Me dono a la ciencia para comprobar que la buena suerte existe. Nicolás es el más grande de esos milagros.
Escribo de noche por primera vez en años. A mis treinta y siete y sus casi cinco, las noches son para dormir temprano. ¿Está mal que todavía duerma conmigo? Cuando pienso en eso me invaden dos sentimientos: primero, el de culpa. ¿Duerme conmigo por él o por mí? ¿Estoy estorbando su independencia?
Acostarlo cada noche a mi lado y quedarnos dormidos con las manos entrelazadas después de jugar al pulpo, donde mi mano es el pulpo y la de él es el animal que se le ocurra, no puede ser más que positivo para nuestras vidas. En ocasiones somos amigos y platicamos mientras nadamos, otras veces me deja claro que soy un pulpo que se lo quiere comer. Últimamente, si no soy la mejor, soy la más malvada de todas. ¿Me duró tan poco ser la madre perfecta? Sabía que llegaría ese día, pero no sabía que tan temprano.
La segunda sensación que me da dormir junto a mi hijo es de permanencia. Como si el tiempo y el mundo se detuvieran. La felicidad es ese momento. Mi vida no tiene sentido ni tendrá, pero sé reconocer los milagros. Desde niña me sentía incómoda en el mundo, Nicolás me enseña que de aquí somos los dos. Eso es un milagro dentro de otro milagro. La vida es brava, pero también es buena.
[Mientras escribo escucho cómo tose y pienso en el mal tino de haberme puesto a escribir esta noche. Fue interrumpida por un ataque de tos, decía su epitafio. Todas las madres sabemos que los hijos son una interrupción constante].
Cuando Nicolás y yo estamos acostados la eternidad se impone, no hay nada que nos interrumpa. Lleva algunas semanas preguntándome sobre la muerte y lo único que viene a mi mente es el recuerdo que tengo preguntándole exactamente lo mismo a mi madre. Le pedía jurarme que jamás se moriría. Nunca lo juró, pero apenas ahora entiendo por qué. Porque las madres no rompemos nuestra palabra. El amor que juramos el día que parimos lo llevamos toda la vida.
A veces no tengo idea de cómo logré llegar hasta aquí, con una madre, un hijo, un pez y un gato. Pero, desde luego, se trata de un milagro. Y sé reconocerlos. Me dono a la ciencia también para probarlos.
Desgarradores testimonios de sobrevivientes y testigos directos de una tragedia que ha dejado miles de muertos y desaparecidos. “Es como si hubiera caído una bomba nuclear”.
Las imágenes son desoladoras. Cadáveres abandonados en las calles, personas sacando cuerpos debajo de los escombros con sus propias manos.
Testigos directos del horror le dijeron a la BBC que barrios y edificios enteros fueron arrastrados al mar mientras la gente dormía.
Y ahora “el mar está devolviendo decenas de cadáveres”, relató Hichem Abu Chkiouat, ministro de Aviación Civil y miembro del Comité de Emergencia en el este de Libia.
Esa es la situación que se vive en la ciudad portuaria de Derna tras las inundaciones causadas por la tormenta Daniel que arrasaron el este del país dejando una estela de destrucción con miles de muertos y desaparecidos.
Familiares buscan desesperados a sus seres queridos con la esperanza de encontrarlos vivos o al menos identificar sus cuerpos para darles sepultura.
Mientras los equipos de emergencia continúan trabajando, en algunas zonas de la ciudad cuerpos envueltos en sábanas están siendo arrojados en fosas comunes.
El número de muertos que dejaron las inundaciones en el este de Libia sigue aumentando. Las autoridades dicen que se han encontrado más de 5.000 cadáveres solo en la ciudad de Derna, mientras que en los alrededores y en el resto del país ya se contabilizan decenas de miles desplazados.
Voluntarios han llegado a la zona para socorrer a los sobrevivientes
“Es un completo desastre. Estoy realmente en shock”, dijo un médico que viajó a Derna para tratar a los heridos.
El medio de comunicación local Derna Zoom publicó en la red social X (anteriormente Twitter) que una cuarta parte de la ciudad quedó “completamente aniquilada”.
“Es como si hubiera caído una bomba nuclear”, decía el mensaje.
Quienes han logrado comunicarse con familiares y amigos en la zona afectada están desconsolados.
La gente está viviendo el “día del juicio final”, le dijo a la BBC el periodista libio Johr Ali.
Un amigo encontró a su sobrino “muerto en la calle, arrojado por el agua desde su tejado”, relató el reportero.
Ali, que vive exiliado en Estambul debido a los ataques a periodistas en Libia, comentó que otro de sus amigos perdió a toda su familia en el desastre.
“Su madre, su padre, sus dos hermanos, su hermana Maryam, su esposa (…) y su pequeño hijo de 8 meses… Todos ellos murieron, toda su familia está muerta y él me pregunta qué debe hacer”.
En otro caso, Ali dijo que un sobreviviente le contó que había visto a “una mujer colgada de las farolas, porque las inundaciones se la llevaron”.
“Murió allí”, añadió Ali.
Las calles de Derna están cubiertas de barro y escombros y llenas de vehículos volcados.
“La gente escucha los llantos de los bebés bajo tierra y no saben cómo llegar hasta ellos”, relató el periodista.
El rescatista Kasim al Qatani le dijo a la BBC que no hay agua potable en Derna y que escasean los suministros médicos.
Agregó que el único hospital de Derna ya no podía recibir pacientes porque “hay más de 700 cadáveres esperando en el hospital y no es tan grande”.
Aunque la tragedia comenzó con las intensas lluvias causadas por la tormenta Daniel, testigos dijeron que la situación se salió de control cuando oyeron la explosión de una gran presa que terminó expulsando un gigantesco torrente de agua que “parecía un tsunami”.
La información disponible hasta ahora señala que las lluvias provocaron el colapso de dos represas en el río Derna, “que arrastraron barriadas enteras con sus residentes hasta el mar”, según explicó Ahmed Mismari, portavoz del Ejército Nacional Libio, que controla el este del país.
Además de Derna, también se han visto afectadas las ciudades de Bengasi, Susa y Al Marj, todas ellas en el este, así como Misrata, en el oeste, en medio de las peores inundaciones en las últimas cuatro décadas en el país.
El médico libio Najib Tarhoni, que trabaja en un hospital cerca de Derna, pidió ayuda con urgencia.
“Tengo amigos aquí en el hospital que han perdido a la mayoría de sus familias… han perdido a todos”, le dijo a la BBC.
“Sólo necesitamos gente que entienda la situación: ayuda logística, perros que realmente puedan oler a la gente y sacarla de debajo de la tierra. Sólo necesitamos ayuda humanitaria, gente que realmente sepa lo que está haciendo”.
También existe una necesidad urgente de equipos forenses y de rescate especializados y otros dedicados a la recuperación de cadáveres, les dijo a los medios turcos el jefe del Sindicato de Médicos Libios, Mohammed al Ghoush.
Los esfuerzos de rescate se han visto complicados por el hecho de que Libia está dividida entre gobiernos rivales y el país lleva más de una década de conflicto.
La lucha entre facciones ha llevado al abandono de la infraestructura y ha dado lugar a una pobreza generalizada en un país con pocos recursos y experiencia para enfrentar este tipo de catástrofes.
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