Recuerdo en 2015 cuando decidí salir del closet psicoactivo en su totalidad. Ya llevaba cuatro años trabajando en las políticas de drogas, dando conferencias, escribiendo artículos y organizando comunidades afectadas en exigir mejores políticas públicas. Mi pareja me preguntó, “¿estas segura?” y dije, “claro, creo que ya todo mundo lo sabe y espero que no tenga repercusiones negativas”. Junto con Aram Barra hablamos de nuestro consumo en una entrevista sobre nuestros amparos que eventualmente llegaron a la Suprema Corte, gracias a la asesoría jurídica de Andrés Aguinaco.
Antes de eso, los que habían ganado amparos decían que no eran consumidores, que solo estaban en contra de la prohibición. Afortunadamente, no he sentido algún impacto negativo en mi vida profesional en hablar de mi consumo. Mucho de esto tiene que ver con el privilegio que cargo como mujer blanca, de clase media y con estudios avanzados. Sin embargo, al convertirme en madre en 2017 me di cuenta del triple estigma que llega por ser una persona usuaria de sustancias psicoactivas, una mujer y, ahora, madre y cuidadora de mi criatura.
Cuando me enteré de mi embarazo, un embarazo planeado y deseado, cambié mis hábitos de consumo, como la mayoría de las mujeres en nuestro consumo de sustancias tanto legales como ilegales. Muchas dejamos de consumir café o alcohol. Otras consumimos menos. Yo le bajé mucho a mi consumo de cannabis, pero no lo suspendí por completo. Hice mucha investigación sobre los pocos estudios que existen en el tema, y más si haces un análisis de los estudios que no contienen un sesgo. Hablé con amigas y me asesoré lo más posible.
Decidí seguir consumiendo en cantidades bajas, usando más la vía de administración comestible y bajando la combustión. Lo pensé dentro de la filosofía de reducción de daños y gestión del placer. Suspendí mi consumo de alcohol porque eso fue más fácil y puse énfasis en comer bien, hacer ejercicio, tomar vitaminas y cuidarme de la mejor forma. Pero si estaba en una reunión de amigxs, sí consumía cannabis.
Tenemos culpa internalizada. No sé cómo sucede, pero convertirte en madre te hace sentir que cada una de tus decisiones son sumamente importantes y que, si no estás con tu hijx, no estás cumpliendo; si no estás trabajando, no estás cumpliendo. La culpa aumenta. Es una situación compleja de cargar culpa y al mismo tiempo tener que recordar que TU bienestar es tan importante como el bienestar de tu criatura. Afortunadamente para mí, mi pareja nunca me hizo sentir culpa por mis decisiones, solo me dio apoyo, pero sé que para muchas mujeres la relación con la pareja en el sentido del consumo puede generar fricciones.
La otra parte importante de ser madre es la pérdida de tu propia identidad. Jazmin Barrera escribe sobre esto de una forma magistral en su libro Línea Negra. Tu cuerpo, tu tiempo, tu mente ya no es tuya, sino que lo das, casi todo, al bebé en el postparto, y es un renacimiento y transformación de ti en todos sus sentidos. Tener el espacio para poder sentir ese duelo y reconciliarte con ese cambio es fundamental. Yo aún siento que me falta procesar eso, aunque han pasado más de cinco años y tengo dos hijxs. Es difícil encontrar esos espacios de contención y el tiempo para poder aprovecharlos.
Súmale a eso el consumo de cannabis en el periodo de lactancia y/o embarazo y la soledad crece aún más. En el postparto, mi consumo cambió a ser un uso terapéutico.
Transformó a ser un momento para mí. Cinco minutos para inhalar y exhalar, para sentir el “yo” de nuevo cuando ya todos están durmiendo. Un momento para sonreír y pensar en lo bonito que fue el día o llorar y sentir el peso de la responsabilidad que cargamos en la maternidad.
En la actualidad, la mayoría de las mujeres que me escriben lo hacen porque tienen preguntas sobre el consumo en la lactancia o embarazo. No existe suficientes estudios y más cuando incluyes grupos de control para aislar e investigar solo los efectos de la cannabis en estos periodos de nuestras vidas. Desde el Instituto RIA hemos compartido la información que existe y actualmente estamos implementando una campaña sobre mujeres y consumo. Tenemos que exigir más estudios sobre esto y también abrir espacios para compartir nuestras experiencias.
En este día de las madres, si es posible y eres una persona usuaria, habla con tu comunidad y tu familia, tenemos que normalizar que es posible ser una madre productiva, funcional, amorosa y usuaria.
Y si es en tu posibilidad, también les invito a marchar el 10 de mayo con las madres que buscan a sus hijxs desaparecidxs. Hay acciones en muchas ciudades del país y su lucha es nuestra también. Por la no-repetición del estigma, los prejuicios, las violaciones a los derechos humanos ejercido por el estado. Tenemos que crear la comunidad que queremos para no sentir la soledad.
Seguimos juntas, hermana, esta es tu manada, consumas o no, siempre estamos juntas.
El documento fechado en diciembre de 1942 se refiere específicamente a tres campos de concentración y contradice la versión que ha mantenido la Santa Sede.
Una carta recientemente descubierta sugiere que el papa Pío XII, durante la Segunda Guerra Mundial, recibió información detallada por parte de un jesuita alemán de confianza, según la cual hasta 6.000 judíos y polacos eran asesinados en cámaras de gas cada día en la Polonia ocupada por los alemanes.
Eso es significativo porque entra en conflicto con la posición oficial que ha mantenido la Santa Sede de que en ese momento la información con la que contaba la Iglesia sobre las atrocidades que estaban cometiendo los nazis era vaga y no estaba verificada.
La carta fue descubierta por el archivista del Vaticano Giovanni Coco y fue publicada el domingo en en el periódico italiano Corriere della Sera con la aprobación de funcionarios de la Santa Sede y con el título “Pío XII lo sabía”.
Fechada el 14 de diciembre de 1942, la epístola fue escrita por el padre Lother Koenig, un jesuita que formaba parte de la resistencia antinazi en Alemania, y estaba dirigida al secretario personal del Papa en el Vaticano, el padre Robert Leiber.
La carta hace referencia a tres campos nazis —Belzec, Auschwitz y Dachau— y sugiere que hay otras cartas entre Koenig y Leiber que o bien han desaparecido o aún no se han encontrado.
Para Coco, “la novedad e importancia de este documento deriva de que ahora tenemos la certeza de que la Iglesia católica en Alemania envió a Pío XII noticias exactas y detalladas sobre los crímenes que se estaban perpetrando contra los judíos”. Y por tanto el Vaticano “tenía información de que los campos de trabajo eran realmente fábricas de muerte”.
El historiador David Kertzer, autor de varios libros sobre el papa Pío XII y su papel en la guerra, le dijo a la BBC que lo novedoso de la carta es que “habla específicamente de los crematorios, de miles de judíos que eran arrojados a los hornos cada día”.
Y por otro lado, que fue presentada por un archivista del Vaticano.
“Me parece que muestra un esfuerzo en el Vaticano o al menos en partes del Vaticano por comenzar a aceptar esta historia”, agregó.
La carta se encontraba entre los documentos que hasta hace poco se guardaban de forma desordenada en la Secretaría de Estado del Vaticano, según Coco.
Para Suzanne Brown-Fleming, directora de Programas Académicos Internacionales en el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos en Washington, que estos archivos se den a conocer muestra que el Vaticano se estaba tomando en serio la declaración del papa Francisco de que “la Iglesia no tiene miedo de la historia”.
Francisco ordenó que los archivos de guerra se abrieran en 2019.
“Hay tanto un deseo como un apoyo a que se evalúen cuidadosamente los documentos desde una perspectiva científica, ya sea favorable o desfavorable (para el Vaticano) lo que los documentos revelan”, añadió Brown-Fleming.
“Con la apertura de los archivos vaticanos de este periodo hace tres años, hemos desenterrado una variedad de documentos que muestran lo bien informado que estaba el Papa sobre los intentos nazis de exterminar a los judíos de Europa desde el momento en que se pusieron en marcha”, le dijo Kertzer a la BBC.
“Esta es sólo una pieza más”, concluye.
Kertzer añade que, más que lo que han revelado esos documentos, “lo que ha dañado la reputación del Vaticano es su negativa a enfrentar esta historia con ojos claros”.
El documento que se acaba de conocer probablemente alimentará el debate sobre el legado de Pío XII y su controversial campaña de beatificación, que actualmente se encuentra estancada.
Sus partidarios siempre han insistido en que el pontífice trabajó de maneras concretas detrás de escena para ayudar a los judíos y que no habló para evitar que empeorara la situación de los católicos en la Europa ocupada por los nazis.
Sus detractores afirman que por lo menos le faltó valor para dar a conocer la información que tenía a pesar de las peticiones directas de las potencias aliadas que luchaban contra Alemania.
Uno de los libros de Kertzer, además, reveló una larga y secreta negociación entre Hitler y Pío XII para alcanzar un acuerdo de no agresión.
Al final, la evidencia indica que el papel de Pío XII en la Segunda Guerra Mundial es ambiguo. Aunque consideraba que el nazismo era un movimiento político pagano que maltrataba a los católicos, no fue un Papa particularmente incómodo para el Tercer Reich.
Y tampoco denunció con claridad el exterminio judío, aunque quizás tenía conocimiento de la barbarie que estaba ocurriendo.
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