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Sentir-pensar-escuchar como un acto de amor a la naturaleza
Una vida examinada: reflexiones bioéticas
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El Programa Universitario de Bioética (UNAM) desarrolla investigaciones interdisciplinarias, docencia y difusión que promuevan la... Continuar Leyendo
5 minutos de lectura

Sentir-pensar-escuchar como un acto de amor a la naturaleza

Ante la crisis ecológica que vivimos requerimos un cambio de apreciación de la naturaleza. No basta con la construcción de argumentos genuinos que nos inviten a cambiar nuestra conducta, más bien, necesitamos aprender a sentir-pensar-escuchar a la naturaleza.
12 de julio, 2023
Por: Jaqueline Alcázar Morales

Jas xchi´ ja jkújoli

(Lo que pienso, lo que dice mi corazón)

Desde mediados del siglo pasado hemos visto florecer gran variedad de éticas no antropocéntricas que centran sus argumentos en el cuidado y respeto a la naturaleza. Desde los textos pioneros A Sand County Almanac de Aldo Leopold hasta Silent Spring de Rachel Carson, quienes de forma elocuente y bellísima señalan la importancia del respeto y cuidado del medio ambiente. Así, hacia la década de los setenta aparecieron posturas filosóficas zoocéntricas, biocéntricas y ecocéntricas que entretejen una serie de argumentaciones para considerar éticamente otras formas de vida, que no sólo sea la vida humana.

Si bien estas posturas éticas han facilitado un cambio de paradigma en el corazón mismo de la ética filosófica, no podría apostar que al usar una postura u otra en relación con una problemática ambiental podamos cambiar nuestra relación con el entorno natural. Además, el tipo de disertación ética que proponen este tipo de posturas filosóficas colocan en el centro un tipo de lenguaje que nos separa de las otras formas de vida. Cuando hablamos de medioambiente, de organismos, de ecosistemas, sin duda recurrimos al lenguaje científico que es imprescindible para entender cómo conservar o cuidar el medio ambiente.

No obstante, este lenguaje cientificista nos separa del mundo natural haciéndonos ver que lo que tenemos enfrente es tan sólo nuestro objeto de estudio y está allí sólo para conocerse o para instrumentalizarse con fines epistémicos, económicos, políticos, etcétera. Alicia Puleo señala que “la actitud antropocéntrica termina por negar consistencia ontológica a la Naturaleza no humana… y la noción de medio ambiente tiende a reducir el mundo natural a un simple escenario que conviene mantener en buenas condiciones, sólo para nuestro provecho, para nuestra mayor comodidad y gloria”.1

Por esta razón, me parece sustancial que nos detengamos y miremos dentro de nosotros mismos; pongamos atención a la fractura humana que nos ha hecho desligarnos de la naturaleza, que nos ha fragmentado y ha ocasionado que no nos consideremos parte de ella, sino sólo sus espectadores o sus buenos conocedores. Si bien esta postura es antropocéntrica, me parece fundamental señalar que no podemos extender el círculo de la consideración moral sin antes mirar dentro de nosotros mismos, sentirnos, pensarnos y escucharnos como animales que somos, como naturaleza capaz de sentir-pensar-escuchar.

De este modo, este breve texto invita a todos sus lectores a abrir el corazón ante la crisis ecológica que vivimos. No un corazón plagado de razonamientos y argumentaciones científicas sobre el porqué debemos o no tener conciencia ambiental y cambiar nuestras decisiones y acciones individuales y colectivas. Más bien quiero invitarlos a mirar profundamente la herida o la fractura de nuestro ser. Para ello, podemos recurrir a la filosofía de los pueblos originarios de nuestro país, específicamente, los pueblos tsotsiles, tseltales y tojolabales, quienes nos muestran que a través de su forma de vida nos relacionamos de modos diferentes con la misma realidad.2

“En la ciudad se pasan la vida hablando y diciendo cómo tienen que ser las cosas y la vida sin resolverlas —me decía un anciano tsotsil—. Nosotros no la pasamos hablando, la resolvemos haciendo y viviendo, el hacer es lo que nos invita al sentir-pensar”.3 De manera que en los pueblos originarios se puede vivir y leer la realidad desde otro ángulo, lo que propicia la construcción del sentir-pensar (aíel snopel). Esta forma de vivir acontece en el presente con recuerdos o memorias del pasado y con un futuro incierto. El vivir el aquí y el ahora es la propuesta de estos pueblos: transitar, construir y deconstruir es lo que nos puede llevar al sentir-pensar-hacer.3

Me parece que esta propuesta puede ser una alternativa para recuperarnos a nosotros mismos, como hijos del tiempo y señores de nuestra propia historia. Esto, sin duda, nos puede ayudar a potenciar nuestras prácticas individuales y colectivas.

Al mirarnos de forma genuina podremos responder ante la crisis ecológica que hemos ocasionado. Así, los tojolabales señalan que: “formamos parte de un conjunto de cosas dotadas de corazón, gracias al cual vivimos, ya que el corazón es la fuente de vida y se caracteriza por su capacidad de pensar”,2 he ahí la fuente del sentir-pensar-escuchar.

Una vez potenciando nuestro sentir-pensar-escuchar podremos tener la capacidad de vivir en comunidad intersubjetiva con los otros, no sólo humanos, sino con todas las formas de vida, ya que como dicen los pueblos originarios: todos los seres vivos también están dotados de corazón. No cabe duda, que esta propuesta se aleja de la lógica que rige nuestro pensamiento científico y filosófico, pero considero que puede ser una posible vía para curarnos de nosotros mismos; para aprender a sentir, a pensar y a escuchar a los otros, humanos y no humanos, lo que, sin duda, me parece que es un bello acto de amor a la naturaleza.

* Jaqueline Alcázar Morales es doctora en Ciencias en el área de Bioética por la Facultad de Medicina de la UNAM. Actualmente realiza una estancia posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM. Su área de especialización es en Bioética y Ambiente. Contacto: [email protected].

 

Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.

 

1 Puleo, A. (2022). Claves ecofeministas. Para rebeldes que aman a la Tierra y a los animales.

2 Lenkersdorf, C. (2017). Los hombres verdaderos. Voces y testimonios tojolabales. Siglo XXI Editores.

3 Bolom, M. (2020). A’iel snopel. Un ensayo sobre el lenguaje y la filosofía de los pueblos. Comité Editorial del CRESUR.

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Imagen BBC
El mar no para de devolver cuerpos: la angustia de sobrevivientes y familiares de víctimas de las inundaciones en Libia
4 minutos de lectura

Desgarradores testimonios de sobrevivientes y testigos directos de una tragedia que ha dejado miles de muertos y desaparecidos. “Es como si hubiera caído una bomba nuclear”.

14 de septiembre, 2023
Por: BBC News Mundo
0

Las imágenes son desoladoras. Cadáveres abandonados en las calles, personas sacando cuerpos debajo de los escombros con sus propias manos.

Testigos directos del horror le dijeron a la BBC que barrios y edificios enteros fueron arrastrados al mar mientras la gente dormía.

Y ahora “el mar está devolviendo decenas de cadáveres”, relató Hichem Abu Chkiouat, ministro de Aviación Civil y miembro del Comité de Emergencia en el este de Libia.

Esa es la situación que se vive en la ciudad portuaria de Derna tras las inundaciones causadas por la tormenta Daniel que arrasaron el este del país dejando una estela de destrucción con miles de muertos y desaparecidos.

Familiares buscan desesperados a sus seres queridos con la esperanza de encontrarlos vivos o al menos identificar sus cuerpos para darles sepultura.

Mientras los equipos de emergencia continúan trabajando, en algunas zonas de la ciudad cuerpos envueltos en sábanas están siendo arrojados en fosas comunes.

El número de muertos que dejaron las inundaciones en el este de Libia sigue aumentando. Las autoridades dicen que se han encontrado más de 5.000 cadáveres solo en la ciudad de Derna, mientras que en los alrededores y en el resto del país ya se contabilizan decenas de miles desplazados.

Voluntarios han llegado a la zona para socorrer a los sobrevivientes

“Es un completo desastre. Estoy realmente en shock”, dijo un médico que viajó a Derna para tratar a los heridos.

“Como si hubiera caído una bomba nuclear”

Equipos de rescate en el mar.
Getty Images
Edificios y barrios completos fueron arrastrados hacia el mar.

El medio de comunicación local Derna Zoom publicó en la red social X (anteriormente Twitter) que una cuarta parte de la ciudad quedó “completamente aniquilada”.

“Es como si hubiera caído una bomba nuclear”, decía el mensaje.

Quienes han logrado comunicarse con familiares y amigos en la zona afectada están desconsolados.

La gente está viviendo el “día del juicio final”, le dijo a la BBC el periodista libio Johr Ali.

Un amigo encontró a su sobrino “muerto en la calle, arrojado por el agua desde su tejado”, relató el reportero.

Ali, que vive exiliado en Estambul debido a los ataques a periodistas en Libia, comentó que otro de sus amigos perdió a toda su familia en el desastre.

“Su madre, su padre, sus dos hermanos, su hermana Maryam, su esposa (…) y su pequeño hijo de 8 meses… Todos ellos murieron, toda su familia está muerta y él me pregunta qué debe hacer”.

En otro caso, Ali dijo que un sobreviviente le contó que había visto a “una mujer colgada de las farolas, porque las inundaciones se la llevaron”.

“Murió allí”, añadió Ali.

Las calles de Derna están cubiertas de barro y escombros y llenas de vehículos volcados.

“La gente escucha los llantos de los bebés bajo tierra y no saben cómo llegar hasta ellos”, relató el periodista.

“Parecía un tsunami”

Rescatistas en Libia
EPA
Las lluvias “arrastraron barriadas enteras con sus residentes hasta el mar”.

El rescatista Kasim al Qatani le dijo a la BBC que no hay agua potable en Derna y que escasean los suministros médicos.

Agregó que el único hospital de Derna ya no podía recibir pacientes porque “hay más de 700 cadáveres esperando en el hospital y no es tan grande”.

Aunque la tragedia comenzó con las intensas lluvias causadas por la tormenta Daniel, testigos dijeron que la situación se salió de control cuando oyeron la explosión de una gran presa que terminó expulsando un gigantesco torrente de agua que “parecía un tsunami”.

La información disponible hasta ahora señala que las lluvias provocaron el colapso de dos represas en el río Derna, “que arrastraron barriadas enteras con sus residentes hasta el mar”, según explicó Ahmed Mismari, portavoz del Ejército Nacional Libio, que controla el este del país.

Además de Derna, también se han visto afectadas las ciudades de Bengasi, Susa y Al Marj, todas ellas en el este, así como Misrata, en el oeste, en medio de las peores inundaciones en las últimas cuatro décadas en el país.

Un país partido en dos

Rescatista en Libia
Getty Images
Equipos de rescate trabajan intensamente en las zonas devastadas por las inundaciones.

El médico libio Najib Tarhoni, que trabaja en un hospital cerca de Derna, pidió ayuda con urgencia.

“Tengo amigos aquí en el hospital que han perdido a la mayoría de sus familias… han perdido a todos”, le dijo a la BBC.

“Sólo necesitamos gente que entienda la situación: ayuda logística, perros que realmente puedan oler a la gente y sacarla de debajo de la tierra. Sólo necesitamos ayuda humanitaria, gente que realmente sepa lo que está haciendo”.

También existe una necesidad urgente de equipos forenses y de rescate especializados y otros dedicados a la recuperación de cadáveres, les dijo a los medios turcos el jefe del Sindicato de Médicos Libios, Mohammed al Ghoush.

Los esfuerzos de rescate se han visto complicados por el hecho de que Libia está dividida entre gobiernos rivales y el país lleva más de una década de conflicto.

La lucha entre facciones ha llevado al abandono de la infraestructura y ha dado lugar a una pobreza generalizada en un país con pocos recursos y experiencia para enfrentar este tipo de catástrofes.

Auto bajo escombros en Libia.
Getty Images
Las víctimas y los rescatistas piden ayuda humanitaria.
línea gris
BBC

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