Desarrollado por primera vez en 1959 e introducido en la década de 1960 como un analgésico endovenoso, el fentanilo en sus diversas formas (tabletas, parches, inyecciones, etc.) se utiliza como anestésico y para aliviar los dolores agudos.
100 veces más potente que la morfina y 50 más que la heroína, el fentanilo es un opioide sintético aprobado para usos médicos por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA).
Sin embargo, cuando se utiliza de forma recreativa, fuera del contexto médico, esta poderosa droga puede ser mortal.
Tal es el número de estadounidenses que están muriendo de sobredosis por su consumo (70.601 muertes en 2021 por sobredosis de opioides sintéticos, mayormente fentanilo, según el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas), que el gobierno aprobó recientemente la venta sin receta de naloxona, un fármaco que bloquea el efecto de los opiáceos.
¿Pero qué efecto tiene exactamente el fentanilo sobre el cerebro? ¿Y por qué resulta tan peligroso?
Desarrollado por primera vez en 1959 e introducido en la década de 1960 como un analgésico endovenoso, el fentanilo en sus diversas formas (tabletas, parches, inyecciones, etc.) se utiliza como anestésico y para aliviar los dolores agudos provocados por una cirugía o una condición de salud compleja que genera dolores crónicos.
Al igual que otros opioides como la heroína o la morfina, el fentanilo interactúa con los receptores de opioides que se encuentran en áreas del cerebro que controlan el dolor y las emociones.
Estos receptores responden normalmente a sustancias químicas que libera nuestro propio cuerpo para hacernos sentir bien, como recompensa por actividades que contribuyen a nuestra supervivencia, como por ejemplo comer, beber o tener relaciones sexuales.
El efecto de los opioides depende de qué cantidad de esta sustancia entre en el cerebro y qué tan rápido lo haga.
Como se trata de una droga extremadamente poderosa en pequeñas dosis, no se requiere una gran cantidad para que llegue al cerebro y además el fentanilo lo hace muy rápidamente.
Una vez que el fentanilo entra en el cerebro, interactúa con los receptores de opioides, facilita la liberación de dopamina, anula el dolor, le da al usuario un subidón, una sensación de calma y reduce la ansiedad.
“Es un poco como la cocaína, en el sentido de que la primera vez que la gente la usa, tiene un subidón y luego va buscando otra vez ese efecto. Pero cuando la vuelven a consumir, nunca logran el subidón de la primera vez y entonces tienden a incrementar la dosis”, le explica a BBC Mundo Daniel Sitar, profesor emérito de la facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad de Manitoba, en Canadá.
Esta sensación es lo que vuelve al fentanilo tan poderosamente adictivo. Sin embargo, otro de sus efectos en el cerebro -y esto es lo que lo hace letal- es que hace que la persona deje de respirar y muera por hipoxia.
El tronco cerebral, que controla la función respiratoria, también tiene receptores de opioides. Y, cuando estos se ven inundados de fentanilo, “puedes dejar de respirar, incluso aunque estés consciente”, explica Sitar.
Un estudio reciente llevado a cabo por investigadores del Hospital General Massachusetts, afiliado a la Universidad de Harvard, reveló que la droga detiene la respiración antes de que se vean otros cambios y antes de que se pierda la conciencia.
La investigación reveló también que el fentanilo comienza a provocar un deterioro en la respiración alrededor de cuatro minutos antes de que haya cambios en el estado de alerta y a una concentración 1.700 veces más baja en comparación con otros fármacos que causan sedación.
“Esto explica por qué el fentanilo es tan mortal: hace que las personas dejen de respirar incluso antes de que se den cuenta“, señaló el investigador Patrick L. Purdon, autor principal de la investigación.
En cambio en un contexto médico, cuando se usan dosis altas como anestesia durante una operación, la supresión de la respiración “no es realmente un problema, porque la persona está intubada y los pulmones se inflan mecánicamente para simular la respiración”, señala Sitar.
Los hallazgos del estudio de Harvard dejan en evidencia que ninguna cantidad de fentanilo es segura fuera de un entorno médico controlado por especialistas.
Sitar añade también que, por otra parte, cuando el fentanilo se utiliza de modo recreativo, la gente por lo general no sabe qué cantidad está tomando.
Además, aclara, la droga suele estar adulterada con otras sustancias químicas, lo que “hace que sus efectos sean impredecibles, ya que varian según la mezcla”.
“A veces está mezclado con estimulantes, porque estos tienden a exagerar el componente de la recompensa”, dice el investigador.
Esto acelera la liberación de dopamina, y el impacto en la función respiratoria.
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