Carlos Eduardo y Ángel García, padre e hijo, fueron desaparecidos el pasado 5 de enero. Tres meses después, en abril, algunos de sus restos fueron localizados en una fosa clandestina del Área Metropolitana de Guadalajara, Jalisco.
Irma, esposa y madre, relata que si la desaparición fue un calvario, también lo es la entrega de los restos de sus familiares.
“(Me dicen) que todavía no estaban las confrontas que les tienen que hacer… nos dicen que supuestamente (la entrega) puede ser en dos meses, tres meses o un año. Que porque las máquinas que están checando el ADN de los perfiles se tardan”.
Irma acude cada 15 días al Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF) para ver si obtiene una nueva respuesta, pues espera que el genetista le informe sobre los resultados de una confronta de ADN, que permitirá saber si un brazo y una cabeza, corresponden a su hijo y su esposo, respectivamente. Para así avanzar en su caso.
De momento ya realizó el primer paso, que es la identificación visual. Ella corroboró que los restos corresponden a su hijo y a su esposo, ahora sigue la confronta genética.
Irma dio sus muestras genéticas y acude periódicamente, pero sé da cuenta que esta atorada, pues en esta etapa la espera puede ser muy larga. Familias buscadoras llevan años en la lista de espera.
Por eso decidió manifestarse con el resto de familias buscadoras afuera de las instalaciones del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses para presionar a la dependencia y que pronto agilicen la búsqueda de los restos faltantes, le realicen las confrontas genéticas y le entreguen los restos de sus familiares para darles sepultura.
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Las familias corearon y solicitaron la presencia de autoridades, pero después de una hora de negativa, decidieron cerrar la avenida Lázaro Cárdenas, una de las principales avenidas en el Área Metropolitana de Guadalajara, ubicada a un costado del Instituto.
Finalmente, las familias fueron recibidas por las autoridades, con la promesa de que revisarán caso por caso para notificarle avances en la investigación.
En la misma situación están Jenifer Sevilla y su familia, quienes desde hace cuatro meses esperan los restos genéticos de su madre, Beatriz Luna Nuño, reportada en enero como desaparecida y 15 días después algunos de sus restos fueron localizados en la fosa clandestina de San Isidro Mazatepec, Jalisco.
Gracias a que la abuela de Jenifer comenzó a revisar los catálogos de restos humanos que permanecen en resguardo, fue que la identificaron visualmente en febrero.
“Hay mucha fila antes de ella y hay que esperar”, dice Jennifer. Por el caso la autoridad ha realizado siete confrontas genéticas y quedan dos más, pero no les definen fecha para los resultados.
En enero de este año, Gustavo Quezada, titular del IJCF, reconoció que podrían agilizar el proceso. La propuesta es entregar restos de los cuerpos, con completo, siempre y cuando estén la cabeza y el dorso, órganos principales del cuerpo que confirmarían la muerte de la persona.
Esto evitaría que las familias siguieran esperando a que fueran localizados los órganos o extremidades restantes, para darles sepultura.
En el caso de Jenifer, estaría dispuesta a recibir los restos de su mamá que permanecen en las cámaras frigoríficas. “Yo creí que sí, porque no sabemos las condiciones en las que está, en las que fue encontrada, no sabemos, yo creo que como familiares nos sirve para darle un despido adecuado”, dijo.
Las familias que acudieron al instituto están desesperadas por tener avances en sus casos. Algunos de ellos llevan más de dos años en espera de que les realicen las confrontas correspondientes, otros esperan que la autoridad encuentre el resto del cuerpo para que pueda ser enterrado.
Jalisco es la entidad con más desaparecidos en el país, con 14 mil 996 casos registrados, de acuerdo con el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas.
El documento fechado en diciembre de 1942 se refiere específicamente a tres campos de concentración y contradice la versión que ha mantenido la Santa Sede.
Una carta recientemente descubierta sugiere que el papa Pío XII, durante la Segunda Guerra Mundial, recibió información detallada por parte de un jesuita alemán de confianza, según la cual hasta 6.000 judíos y polacos eran asesinados en cámaras de gas cada día en la Polonia ocupada por los alemanes.
Eso es significativo porque entra en conflicto con la posición oficial que ha mantenido la Santa Sede de que en ese momento la información con la que contaba la Iglesia sobre las atrocidades que estaban cometiendo los nazis era vaga y no estaba verificada.
La carta fue descubierta por el archivista del Vaticano Giovanni Coco y fue publicada el domingo en en el periódico italiano Corriere della Sera con la aprobación de funcionarios de la Santa Sede y con el título “Pío XII lo sabía”.
Fechada el 14 de diciembre de 1942, la epístola fue escrita por el padre Lother Koenig, un jesuita que formaba parte de la resistencia antinazi en Alemania, y estaba dirigida al secretario personal del Papa en el Vaticano, el padre Robert Leiber.
La carta hace referencia a tres campos nazis —Belzec, Auschwitz y Dachau— y sugiere que hay otras cartas entre Koenig y Leiber que o bien han desaparecido o aún no se han encontrado.
Para Coco, “la novedad e importancia de este documento deriva de que ahora tenemos la certeza de que la Iglesia católica en Alemania envió a Pío XII noticias exactas y detalladas sobre los crímenes que se estaban perpetrando contra los judíos”. Y por tanto el Vaticano “tenía información de que los campos de trabajo eran realmente fábricas de muerte”.
El historiador David Kertzer, autor de varios libros sobre el papa Pío XII y su papel en la guerra, le dijo a la BBC que lo novedoso de la carta es que “habla específicamente de los crematorios, de miles de judíos que eran arrojados a los hornos cada día”.
Y por otro lado, que fue presentada por un archivista del Vaticano.
“Me parece que muestra un esfuerzo en el Vaticano o al menos en partes del Vaticano por comenzar a aceptar esta historia”, agregó.
La carta se encontraba entre los documentos que hasta hace poco se guardaban de forma desordenada en la Secretaría de Estado del Vaticano, según Coco.
Para Suzanne Brown-Fleming, directora de Programas Académicos Internacionales en el Museo Conmemorativo del Holocausto de Estados Unidos en Washington, que estos archivos se den a conocer muestra que el Vaticano se estaba tomando en serio la declaración del papa Francisco de que “la Iglesia no tiene miedo de la historia”.
Francisco ordenó que los archivos de guerra se abrieran en 2019.
“Hay tanto un deseo como un apoyo a que se evalúen cuidadosamente los documentos desde una perspectiva científica, ya sea favorable o desfavorable (para el Vaticano) lo que los documentos revelan”, añadió Brown-Fleming.
“Con la apertura de los archivos vaticanos de este periodo hace tres años, hemos desenterrado una variedad de documentos que muestran lo bien informado que estaba el Papa sobre los intentos nazis de exterminar a los judíos de Europa desde el momento en que se pusieron en marcha”, le dijo Kertzer a la BBC.
“Esta es sólo una pieza más”, concluye.
Kertzer añade que, más que lo que han revelado esos documentos, “lo que ha dañado la reputación del Vaticano es su negativa a enfrentar esta historia con ojos claros”.
El documento que se acaba de conocer probablemente alimentará el debate sobre el legado de Pío XII y su controversial campaña de beatificación, que actualmente se encuentra estancada.
Sus partidarios siempre han insistido en que el pontífice trabajó de maneras concretas detrás de escena para ayudar a los judíos y que no habló para evitar que empeorara la situación de los católicos en la Europa ocupada por los nazis.
Sus detractores afirman que por lo menos le faltó valor para dar a conocer la información que tenía a pesar de las peticiones directas de las potencias aliadas que luchaban contra Alemania.
Uno de los libros de Kertzer, además, reveló una larga y secreta negociación entre Hitler y Pío XII para alcanzar un acuerdo de no agresión.
Al final, la evidencia indica que el papel de Pío XII en la Segunda Guerra Mundial es ambiguo. Aunque consideraba que el nazismo era un movimiento político pagano que maltrataba a los católicos, no fue un Papa particularmente incómodo para el Tercer Reich.
Y tampoco denunció con claridad el exterminio judío, aunque quizás tenía conocimiento de la barbarie que estaba ocurriendo.
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