Alrededor del 30% de las personas que murieron en Mexicali tenían en el cuerpo restos de fentanilo y en el 50% de los casos se identificaron otro tipo de sustancias psicoactivas.
En entrevista con Milenio, César Raúl González Vaca, director del Servicio Médico Forese (Semefo) de Baja California, explicó que de los casos relacionados al fentanilo, en el 80% estaba combinado con algún otro tipo de droga, principalmente cristal, por lo que existe el riesgo que los consumidores no sepan qué están comprando.
En julio de 2022, el Semefo de Baja California inició un programa piloto en Mexicali, autorizado por el Poder Judicial del estado, para realizar pruebas y determinar cuáles son las drogas más consumidas entre las persona que perdieron la vida en la ciudad.
Se trata de pruebas que requieren sangre u orina y arrojan un resultado positivo o negativo, esto significa que no se puede determinar si hubo una sobredosis, solo se identifica el consumo, dijo. Además de que se realiza en todos los cuerpos, independientemente de la causa de muerte.
“Del total, la mitad salió positivo a algo y entre el 23 y el 33% son positivos a fentanilo, la segunda droga detectada, es en promedio un 30%”, dijo a Milenio González Vaca.
Como entidad fronteriza, Baja California comparte problemáticas con el estado de California en Estados Unidos, el cual en 2022 registró 10 mil 179 muertes por fentanilo, lo que representa el 10% de decesos relacionados al consumo de dicha sustancia en todo ese país.
En México, en 2020, la Secretaría de la Defensa Nacional reconoció que el decomiso del fentanilo creció en un 465% y en el primer trimestre del 2023 anunció otro aumento del 92%.
Por otro lado, en Baja California, la Secretaría de Seguridad Ciudadana local reportó un incremento de 300% en el decomiso del fentanilo para 2022, reveló el semanario Zeta.
Tras el aumento de muertes y consumo de fentanilo en EU, en Mexicali inició el programa piloto para identificar dicha sustancia en los cadáveres que llegaban al Semefo.
“Para empezar, de 100% de las pruebas realizadas, de 50% a 55% resultaron positivas a alguna droga, de todos esos, 33% fue positiva a fentanilo. Fue el segundo lugar en drogas de abuso utilizadas, ya desbancó a la cocaína, mariguana, barbitúricos y benzodiacepinas, quien está por encima ahorita nada más es el cristal”, dijo César González Vaca en 2022.
Desde marzo de 2023, el programa piloto se está aplicando en Tijuana, otra ciudad fronteriza, pero hasta el momento no hay datos suficientes para darlos a conocer.
El fentanilo es un opioide sintético similar a la morfina, pero entre 50 y 150 veces más potente. De acuerdo con la organización Programa de Política de Drogas (PPD), a pesar de tener un uso médico, también se produce y se usa de forma ilegal y se relaciona con la epidemia de sobredosis en América del Norte.
Recientemente, la Organización de las Naciones Unidas alertó sobre el aumento de la producción de fentanilo en México como una de las principales fuentes de tráfico hacia los Estados Unidos, pero también sobre el contacto de las personas usuarias de sustancias en el norte del país con este fuerte opioide.
En México no existen datos epidemiológicos sobre muertes relacionadas con fentanilo. Sin embargo, la llegada de esta sustancia a EU ha provocado una controversia binacional, pues mientras Washington señala a los cárteles mexicanos como preponderantes en producción y tráfico del opioide; el presidente, Andrés Manuel López Obrador, niega que se produzca en México y asegura que es importado desde China.
Pese a sus declaraciones, el 15 de febrero la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) publicó un comunicado informando sobre el aseguramiento “de un centro de manufactura de pastillas de fentanilo y el laboratorio con mayor capacidad de producción de metanfetamina en el municipio de Culiacán, Sinaloa”.
Cuatro días después, otro comunicado donde se reportó el aseguramiento de un centro de manufactura de pastillas de fentanilo en Culiacán, donde se decomisaron 530 mil pastillas de posible fentanilo y 30 kilos de probable fentanilo en polvo.
“Si bien el número de casos de uso de fentanilo que se registran son escasos, estos van en aumento y que se concentran primordialmente en la frontera con Estados Unidos, donde el uso de esta sustancia se ha convertido en una crisis de salud pública”.
Dichos casos crecientes, se presentan principalmente entre los hombres y en los estados de Baja California y Sonora. Ese mismo año, autoridades de Salud de Estados Unidos reportaron que en aquel país se dio un récord de muertes por sobredosis, más de 105 mil, y dos tercios de ellas relacionadas con drogas sintéticas, como el fentanilo.
En la década de 1950, en la isla se realizó un ensayo a gran escala para probar la píldora anticonceptiva entre mujeres pobres.
Dos mujeres, de pie en un complejo de vivienda pública en San Juan, Puerto Rico, miran perplejas. Una de ellas, tímida, describe unos síntomas: “Se me fue el mundo, se me nubló la vista. Lo único que dije fue: ‘Virgen del Carmen, cuídame a mis hijos‘”.
Luego, diciendo que no con la cabeza, la otra comenta: “Se estaba experimentando con nosotras sin saberlo”.
La escena es parte del documental “La Operación” (1982). Las mujeres, cuyos nombres no son mencionados, describían cómo fue su participación en el primer ensayo clínico a gran escala en el que se probó la efectividad de la píldora anticonceptiva en los años 50 del siglo pasado.
En el filme ambas afirman que desconocían ser parte de una investigación.
Como ellas, otras cientos de mujeres boricuas de origen humilde, sin saberlo, fueron pacientes del estudio dirigido por dos académicos estadounidenses.
El medicamento, que desde su comercialización en 1960 permitió que las mujeres tuviesen mayor control sobre sus cuerpos, porque no dependían del hombre para planificar la maternidad, fue probado en Puerto Rico gracias a una peculiar política pública de control de la sobrepoblación impulsada por el gobierno local de la isla y EE.UU.
En medio de un boom de nacimientos durante la primera mitad del siglo XX, con muchos ciudadanos en situación de extrema pobreza, la solución de los políticos de turno nombrados por EE.UU. fue fomentar que los puertorriqueños no tuvieran hijos.
Y sus iniciativas, explica la profesora de la Universidad de Puerto Rico Ana María García, directora de “La Operación”, estaban diseñadas específicamente para que esa reducción de la población se diera entre las comunidades más pobres.
“Fueron dirigidas a las mujeres más pobres, más racializadas y menos escolarizadas del país”, dice, por su parte, Lourdes Inoa, de la ONG feminista puertorriqueña Taller Salud.
“Porque eran quienes menos oportunidad tenían de conocer las repercusiones de participar de este tipo de procedimientos. El consentimiento, en este contexto, es altamente cuestionable”, añade.
Con financiación privada, pero también del Estado, la isla fue “un gran laboratorio de control de natalidad”, sostiene García.
Y las mujeres, añade Inoa, se convirtieron “en conejillos de indias”.
El origen de la píldora, que según Naciones Unidas actualmente es usada por 150 millones de mujeres en todo el mundo, tuvo lugar lejos de Puerto Rico, entre las paredes de la prestigiosa Universidad de Harvard, en Massachusetts.
Quienes desarrollaron el fármaco fueron dos reconocidos profesores de la institución: John Rock y Gregory Pincus.
El primero, cuenta la historiadora Margaret Marsh, profesora en la Universidad de Rutgers en New Jersey, era uno de los expertos en fertilidad más importantes de Norteamérica, paradojalmente católico, y que pensaba que los matrimonios debían tener el derecho a decidir cuándo tener hijos.
El segundo era un biólogo que en más de una ocasión catalogó la sobrepoblación como “el mayor problema para los países en desarrollo”.
Ambos estuvieron financiados y supervisados muy de cerca por Margaret Sanger, enfermera y experta en salud fundadora de la organización Planned Parenthood, y por la acaudalada líder sufragista Katharine McCormick.
Ellas, afirma Inoa, “buscaban que las mujeres estuvieran insertadas en diversas facetas de la sociedad, para que tuvieran mayor poder”. Controlar la maternidad era esencial para lograrlo.
Pero es conocido que Sanger defendía la eugenesia, la filosofía social que defiende la mejora de la raza humana mediante la selección biológica.
Y por eso permitió que se experimentara en mujeres pobres y en situaciones de vulnerabilidad.
“El movimiento por el control de la natalidad, de alguna manera, tenía dos vertientes. Una buscaba que las mujeres tomaran sus propias decisiones reproductivas y la otra era la idea de que el control de natalidad era bueno porque la gente pobre tendría menos hijos”, agrega Marsh.
Las primeras investigaciones de la píldora anticonceptiva en EE.UU. se realizaron en ratas y otros animales.
Luego, en una decisión “poco ética”, los científicos administraron el medicamento a un reducido grupo de pacientes en un hospital público para personas con problemas de salud mental de Massachusetts, cuenta Marsh, quien es experta en la historia de la anticoncepción en EE.UU.
“Las familias de las pacientes sí dieron el permiso para que se realizara el estudio, pero ellas en sí, por estar en un hospital psiquiátrico, no consintieron. Aunque en esa época esto era legal”, comenta.
En esta fase, Pincus y Rock descubrieron que los compuestos que habían creado tenían el resultado de detener la ovulación. Así que buscaron un lugar para hacer un ensayo a mayor escala, para que los reguladores estadounidenses aprobaran la píldora.
En Massachussets, explica la profesora García, el control de natalidad era ilegal. Allí también había limitaciones legales para las experimentación con seres humanos.
Fue entonces cuando los científicos tuvieron que identificar un “lugar ideal”.
Decidieron ir a Puerto Rico porque allí la esterilización, y en general la experimentación para lograr la anticoncepción, era legal desde 1937.
“Se aprobó una ley en un momento histórico, cuando en el resto del planeta, incluyendo EE.UU., la esterilización amplia no era legal”, señala García.
La legislación fue firmada por el gobernador Blanton C. Winship, un hombre que también apoyaba la eugenesia públicamente, y quien -según un artículo del New York Times- urgía a que en Puerto Rico se investigara el control poblacional, porque para él era el único “medio confiable para mejorar la raza humana”.
En la década de 1950, cuando los investigadores de la píldora llegaron a la isla, un 41% de las mujeres puertorriqueñas en edad reproductiva ya había probado algún método de anticoncepción, según un estudio de la Universidad de Puerto Rico.
Esto fue posible gracias a que la legislación permitió la creación de decenas de clínicas de planificación familiar alrededor del territorio, incluso en los pueblos más remotos, subvencionadas por el gobierno y que tenían personal que fomentaba el control de natalidad entre las mujeres.
La red de clínicas atrajo también la atención de Pincus y Rock, quienes pensaron que podían usarlas para desarrollar su proyecto.
El equipo, sin embargo, decidió concentrarse primero en un solo barrio de San Juan, la capital.
En la isla el experimento comenzó en 1955 como un proyecto en el que participaron estudiantes de medicina y enfermería. Pero el estudio era demasiado complicado y doloroso, por lo que muchas no lo terminaban.
Además, la píldora probada en Puerto Rico era una dosis mucho más alta que la actual y causaba fuertes efectos secundarios.
“Era necesario realizarles análisis de orina, biopsias endometriales y otras pruebas para determinar si estaban ovulando o no. Es un procedimiento incómodo. Si tienes a estudiantes que realmente no tienen la necesidad de métodos de anticoncepción, no iban a estar dispuestas a continuar”, comenta Marsh.
El medicamento les causaba nauseas, mareos, vómitos y dolor de cabeza. Pincus, sin embargo, descartó estos efectos secundarios y alegó que eran una consecuencia “psicosomática”.
“Creía tanto en la pastilla, que él se la estaba dando a sus familiares. A sus nietas, sus hijas, las amigas de sus hijos”, dice Marsh, quien escribió una biografía sobre Rock, colega de trabajo de Pincus.
El equipo decidió continuar la experimentación, pero esta vez en Río Piedras, un suburbio del norte de Puerto Rico.
Trabajadores sociales y personal médico visitaba puerta por puerta a las mujeres, ofreciéndoles la píldora anticonceptiva y, a algunas de ellas, les realizaban exámenes para recolectar datos, sin ninguna retribución monetaria.
El rechazo por parte diversos sectores de la sociedad puertorriqueña fue inmediato.
“Hubo notas de prensa que catalogaron como ‘maltusianas’ las investigaciones. También por parte de médicos, incluso de los que estuvieron en el proceso de reclutamiento de mujeres, quienes pensaban que los efectos secundarios debían tomarse con seriedad y que era necesario hacer más pruebas y no descartarlos”, dice Inoa, de Taller Salud.
Por los efectos secundarios muchas de estas mujeres, al igual que en los estudios anteriores, decidían dejar el tratamiento. Otras, golpeadas por la pobreza, accedían a tomar la píldora como un método reversible de control de natalidad.
Según Marsh, tres personas del ensayo clínico que se realizó en la isla caribeña murieron. No obstante, nunca se les hizo una autopsia, por lo que se desconoce cuáles fueron las causas precisas de su fallecimiento.
Pese a las muertes, al ver que la píldora tenía el efecto de evitar embarazos, los científicos extendieron su proyecto a otros pueblos de Puerto Rico, y más adelante a Haití, México, Nueva York, Seattle y California.
En total participaron unas 900 mujeres, de las que alrededor de 500 eran puertorriqueñas.
En 1960, la Agencia de Drogas y Alimentos de EE.UU. (FDA, en inglés) aprobó el Envoid, como se llamó la primera pastilla, como un método anticonceptivo.
Su expansión fue veloz. En tan solo siete años, 13 millones de mujeres en el mundo la usaban.
Pero luego de ser avalada por la FDA, la píldora continuó causando efectos secundarios fuertes, como coágulos de sangre, lo que provocó demandas. En la isla, pese a las acciones legales en otras partes de EE.UU., los estudios continuaron hasta 1964.
Todavía hoy, afirma Inoa, no hay investigaciones “significativas” que busquen “otro tipo de métodos de anticoncepción que no tengan los efectos secundarios de la píldora que existe ahora”.
Mientras, los estudios para crear un medicamento anticonceptivo oral para hombres tampoco han dado frutos, aunque comenzaron hace 30 años.
“Las mayores experimentaciones siempre han sido en personas gestantes”, concluye.
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