En México poco más de 16 de cada 100 habitantes tienen 9 años o menos, según el censo más reciente del Instituto Nacional de Geografía y Estadística. Se trata de un sector de la población que casi alcanza los 21 millones de personas, y es un grupo con carencias y necesidades que deben ser atendidas.

Eso sí, de lo que se haga en esta etapa depende en buena medida cómo va a ser este segmento de la población en la edad adulta.

Y es que también en los primeros años se pueden sentar las bases para la adopción de herramientas que serán útiles a lo largo de la vida. Pero hay muchas maneras de ponerlas al alcance de las infancias y el juego es una de las más efectivas.

“Los juegos representan una oportunidad fantástica, un espacio de exploración y de conexión sin igual para que niñas y niños realmente tomen conciencia desde la vivencia propia”, afirmó Dina Buchbinder, fundadora y presidenta de Educación para Compartir.

Para este cambio de paradigma que plantea la organización es necesario un mayor involucramiento y conciencia por parte de los adultos que, de una u otra manera, están al cuidado de niñas y niños.

“Cuando hablamos de primera infancia y de cómo acompañamos y apoyamos a las niñas y niños a desarrollar su máximo potencial de forma integral, pensamos siempre en el rol tan importante que juegan papás, mamás y cuidadores. La calidad de las relaciones que las niñas y niños forman con los adultos en su vida es lo que les genera confianza, seguridad y los ayuda a regularse y a sentirse sanos”, expresó Eva Fernández, gerente de Inversión Social en Primera Infancia de Fundación FEMSA, uno de los principales aliados de Educación para Compartir.

Es difícil imaginar cómo será el futuro que enfrentarán como adultos quienes hoy son niñas y niños; cambio climático, crisis energética, efectos a largo plazo de la pandemia, por mencionar algunos, son los retos que deberán enfrentar. Por otro lado desarrollos tecnológicos y probablemente una mayor conciencia serán las herramientas con las que les hagan frente.

“Imaginamos un futuro muy complicado. Imaginamos un futuro con un cambio climático, con muchos retos que en este momento ni siquiera nos imaginamos cuáles son, trabajos que ni siquiera se han inventado, problemáticas que en este momento quizá ni siquiera estamos viendo. Entonces se necesita de una educación y de unos seres humanos capaces de afrontar estos retos sumamente inciertos, donde se necesitarán grandes capacidades de colaboración, práctica de valores, resolución de problemas, respeto por el otro, colaboración con el otro y mucha creatividad para adaptarse y resolver estos retos que en este momento no estamos viendo”, aseguró García Sámano.

Por ello es importante que, desde hoy, niñas y niños desarrollen esas habilidades para hacer frente a los retos de lo que será la segunda mitad del siglo XXI.

“Cuando hablamos de que niñas y niños son el presente, o sea, están aquí hoy, no es solamente que van a estar en el futuro y que es importante apostarle a su futuro, es porque hoy es importante, y porque ellas y ellos están aquí. Hay muchos estudios longitudinales de qué pasa cuando inviertes en primera infancia, si relegamos lo que es importante para otro momento, no creo que sea una muy buena estrategia”, añadió Buchbinder.

Atender y ofrecer a los infantes las mejores herramientas para su desarrollo es un tema que cada vez toma mayor relevancia, pero que aún es necesario impulsar para poner estos asuntos en el centro de la agenda pública.

“Estamos apoyando también todos los colectivos o las organizaciones que están empujando la visibilización de la primera infancia y los derechos de la niñez, y cómo podemos poner a la primera infancia en el centro de las conversaciones públicas y de la agenda pública, sobre todo cuando estamos hablando de salud y de educación. Estamos empujando de manera importante el poner a las niñas y niños en el centro de cómo vemos los espacios públicos y cómo diseñamos las ciudades”, enfatizó Fernández.

¿Qué hacemos los adultos?

El papel de los adultos para la formación de las niñas y niños es fundamental. No solo es importante al momento en que un maestro se pone frente al aula, sino en todo momento. El ejemplo que los mayores dan con sus conductas genera un importante impacto en el desarrollo de las infancias.
“A veces los adultos no necesariamente predicamos con el ejemplo. Eso es algo bien importante, que podamos cada vez estar más conscientes de nuestras acciones y del efecto que tienen en nuestras niñas y niños”, dijo Buchbinder.

Los cuidadores de la niñez también tienen que quitarse el uniforme de adultos y reconocer que los menores se encuentran en otra etapa. Es decir, ejercer la crianza positiva.

“La crianza positiva, primero, es ubicarnos en una etapa de vida que tiene características muy claras. Los adultos tenemos una forma de ver la vida, estamos en una etapa diferente de vida, pero no nos damos cuenta. Entonces le pedimos a niñas y niños que hagan algo contrario a su naturaleza y a su etapa de vida: a los adultos nos gusta el orden, a los adultos nos gusta decirles a las niñas y niños qué hacer, cuándo hacerlo, cómo hacerlo; les decimos que ‘quédate quieto’, ‘cállate y escucha’, cuando esto es contrario a la naturaleza de niñas y niños. En la infancia, las niñas y niños lo que buscan es moverse, explorar, conocer el mundo, comunicarse, hablar de sus hallazgos”, explicó García Sámano.
Es decir, entender que el trabajo de los niños es jugar y por esta vía los adultos pueden intervenir para ejercer una crianza más positiva. Por ejemplo, cuando una niña o un niño siente que está perdiendo el control, el adulto tiene dos opciones: la opción tradicional es el típico “siéntate, cállate”, pero la crianza positiva “es acompañar a niñas y niños para que comprendan qué es lo que está sucediendo, qué sientes, por qué lo sientes”, comentó.

Y de nueva cuenta es aquí donde el juego puede tener un papel muy relevante como herramienta para fomentar valores en los pequeños, pero no solo eso, sino incidir en concientizarlos sobre temáticas más profundas.
“Toda la metodología de Educación para Compartir es a través del juego, la reflexión y la acción; entonces jugamos y tenemos una experiencia que involucra toda una serie de valores en la práctica, y también involucra los grandes retos globales, conocidos como los Objetivos de Desarrollo Sostenibles de Naciones Unidas”, sostuvo Buchbinder.

La fundadora de Educación para Compartir asegura que, incluso en casa, las oportunidades para jugar con las niñas y niños y formar un equipo para aprender con ellos son infinitas.

“A veces es como bajar la guardia y poder aprender a desaprender; ¿a qué me refiero?, a que tenemos conceptualizado el juego como algo que es totalmente extra, que es como ‘bueno, pues ahora ya van a jugar y entonces ya no es importante’, pero para niñas y niños el juego en realidad es el medio más importante de conexión, de expresión, de descubrimiento, de exploración.
Si nosotras como adultos nos podemos permitir también jugar y disfrutar genuinamente de jugar y podernos meter en esos mundos de imaginación, va a ser mucho más fácil que se nos empiecen a ocurrir distintas maneras de traer estos valores a la luz”, sentenció.

Puso como ejemplo el hecho de guardar los platos o hacer cualquier tipo de limpieza en la casa que al hacerlos con las niñas y niños pueden servir para fomentar el trabajo en equipo.
“Son ejemplos sumamente cotidianos, no tiene que ser una cosa extraordinaria, simplemente lo extraordinario es poderse divertir y poder conectar, escuchar y ver lo que a nuestras niñas y niños les interesa y les emociona y los hace soñar. Por ese momento estar 100% presentes ayuda mucho a poder traducir valores a la práctica en casa, y también poder disfrutar que, francamente, es algo que muchas veces como adultos se nos olvida que también nos gusta jugar”, aseguró.