Después de un viaje de 24 horas en autobús, un joven llegó a Monterrey, Nuevo León, procedente del ejido de La Cruz, en Chihuahua. Corría el año de 1947 y el joven buscaba una buena escuela para iniciar sus estudios universitarios; quería ser ingeniero.
La primera puerta que tocó fue la del Tecnológico de Monterrey, que en ese entonces tenía apenas cuatro años de haberse fundado, aunque ya se había corrido la voz en el país de su prestigio y excelencia. Como balde de agua fría le cayó la cifra que le dieron del costo por semestre: 600 pesos, una cantidad que ni de lejos podía pagar –había pedido prestado para pagar su viaje a Monterrey–; pero un rayo de esperanza se asomó cuando la persona que lo atendió le recomendó que buscara a don Eugenio Garza Sada para que le ayudara.
A la mañana del día siguiente, el aspirante a universitario esperó a don Eugenio en el lugar donde le dijeron que diariamente estacionaba su auto. Cuando el empresario llegó, el joven fue a su encuentro y le contó su situación: quería estudiar en el Tecnológico de Monterrey, pero no podía pagarlo; como única credencial presentó sus calificaciones de la preparatoria. Don Eugenio sacó una tarjeta personal, escribió algo en ella y le dijo que la llevara a la persona que lo había atendido el día anterior. Esa misma mañana, el joven quedó formalmente inscrito y no pagó un solo centavo a lo largo de sus estudios, aunque sabía que cada semestre el empresario iba personalmente a revisar sus calificaciones.
EL “PADRE” DEL TECNOLÓGICO
El empresario don Eugenio Garza Sada nace el 11 de enero de 1892, cursó la preparatoria y la universidad en Estados Unidos y a su regreso a México entró a trabajar en 1917 en la Cervecería Cuauhtémoc. Al morir, a los 81 años ya era reconocido como un gran hombre de negocios pues fungía como presidente del grupo Valores Industriales S.A. (VISA) que reunía a varias empresas que se habían formado en torno a la cervecería. Ese grupo ha evolucionado hasta lo que hoy conocemos como FEMSA.
Ingeniero civil de profesión, siempre se caracterizó como un visionario, pues dentro de Cervecería Cuauhtémoc fundó la Sociedad Cuauhtémoc y Famosa que ofrecía a los empleados de la empresa prestaciones que era únicas en esa época como servicios de salud y un gran centro de recreación. También en 1957 fomentó la creación de la colonia Cuauhtémoc, en Monterrey en un terreno de 40 hectáreas donde inició un programa habitacional para los trabajadores de las empresas del grupo que ya dirigía don Eugenio Garza Sada.
La fundación del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey –su noveno hijo, decía– es otra de sus aportaciones y para su creación reunió a un grupo de empresarios regiomontanos que apoyaban la idea. Desde la fundación de la institución, hasta la muerte de don Eugenio, el empresario fungió como presidente del Consejo Directivo del Tecnológico.
“Él veía a la educación como el principal medio de transformación de vidas y por eso su apuesta y su apoyo, no nada más a la Fundación del Tecnológico, sino a múltiples instituciones, tanto a través de la empresa, como fuera la empresa”, narra Cícero Willis director del Centro Eugenio Garza Sada.
LA FUNDACIÓN
En 1943, un grupo de empresarios encabezados por don Eugenio Garza Sada fundó el Tecnológico de Monterrey, que inició actividades con únicamente 350 alumnos y unos 27 profesores –17 de ellos de planta, lo que significaba una innovación en el país para la época–. Se ofrecían ingeniería y carreras contables, recuerda el historiador regiomontano César Salinas, coordinador de los Acervos del Centro Eugenio Garza Sada.
“La casa donde inició pertenecía a mis bisabuelos, en la calle Abasolo, en el centro de Monterrey, una casa de aquellos tiempos. Y así inició el Tec, don Eugenio mencionaba que ‘los grandes proyectos inician de la manera más sencilla’ y este es un ejemplo de una visión enorme empezando con grandes retos, de poco a poco y con un gran compromiso personal”, dice Willis.
¿Y cuáles fueron los motivos para su fundación? En palabras de Juan Gerardo Garza Treviño, maestro en Educación con especialidad en Docencia a Nivel Superior del Tecnológico de Monterrey, uno de los propósitos centrales era que don Eugenio Garza Sada quería que la institución contribuyera a la transformación del país.
“Es importante señalar que, desde su fundación, el Tecnológico ha transformado la vida de miles de personas, que han sido y siguen siendo agentes de cambio en sus organizaciones, en sus comunidades y el entorno en donde viven”, agrega Garza Treviño.
No obstante, en los años de su fundación, la creación de una institución con elevadas colegiaturas enfrentaba algunas resistencias que don Eugenio supo superar.
“Usted me alega que será muy costoso levantar un Instituto como el MIT (Massachusetts Institute of Technology) en nuestro país -como si yo no lo supiera de sobra-, pero dígame si no es más caro que los jóvenes carezcan de opciones de calidad o deban ir a formarse a otros lugares. Para realizarlo no ocupamos ‘carteras dispuestas’ -como usted dice-, necesitamos hombres resueltos que crean que la educación lo puede todo, y de esos, aunque no lo crea, existimos algunos, por lo menos en Monterrey”, le dijo Garza Sada a León Ávalos y Vez, el primer rector del ITESM, en el año de 1943.
Y a más de 75 años de su fundación, el Tecnológico de Monterrey cuenta con más de 90,000 alumnos, ofrece casi 50 carreras universitarias y tiene 26 campus alrededor del país donde se tiene la misión de ofrecer educación de calidad y excelencia, a fin de que el legado de don Eugenio permanezca vigente.
Este nivel queda de manifiesto en diversas evaluaciones nacionales e internacionales, por ejemplo, la evaluadora inglesa Quacquarelli Symonds ubica al Tecnológico de Monterrey como la mejor Universidad de México y la tercera de América Latina (publicado en 2019), misma posición que en el país le otorga el Times Higher Education Latin America University Ranking (publicado en 2019).
LOS PILARES
“El Tec surgió como una opción de calidad internacional en México. Ese era su diferenciador, o sea, los empresarios que lo apoyaron pensaban que, en lugar de estudiar en el MIT, o Harvard, o Stanford, puedes estudiar en México en una institución con una calidad que les compita”, explica César Salinas al detallar uno de los pilares de la institución que impulsaron su fundación y siguen vigentes en la actualidad.
Mantener un énfasis en la tecnología y la ciencia con impacto social y que los alumnos recibieran una formación integral son otros dos pilares que tuvo la institución al ser fundada, en opinión del historiador.
“Él (don Eugenio) decía: ‘el alumno no solamente está aquí para aprender conocimientos y ser un buen profesionista, está aquí para formarse como persona, como individuo, como ciudadano, como padre de familia, como vecino’, entonces esta formación integral le ofrecía al alumno participación política, participación en los deportes, en cuestiones culturales, en experiencias de las clases de verano, con extranjeros, toda esa formación le daba un ‘plus’ tremendo al tecnológico y yo creo que todavía las mantiene”, señala.
Para Garza Treviño existen tres rasgos fundamentales que don Eugenio aportó al Tecnológico de Monterrey y que hoy siguen vigentes: innovación, calidad académica y educación integral.
En material de innovación la lista es larga, por ejemplo, desde que en su fundación se optó por profesores de planta y no de cátedra como se estilaba en la época, también por la impartición de programas por semestre con cursos de verano o la instalación de laboratorios. Además, a lo largo de su historia el Tecnológico ha sido de las primeras instituciones en tener centros de cálculo, internet, clases a distancia, entre otras innovaciones.
“Asegurar la calidad académica era prioridad para don Eugenio y por eso buscó los primeros convenios con universidades extranjeras. En 1947 se establecieron con la Universidad de Louisiana para el intercambio de alumnos”, recuerda, al mencionar también que en la actualidad todos los programas académicos de la institución están certificados por organizaciones internacionales.
LA INCLUSIÓN
Sí, el Tecnológico de Monterrey es una institución privada. No obstante, desde su fundación hasta nuestros días permanece ese afán de no cerrarle sus puertas a jóvenes de excelencia con ganas de estudiar, como fue el caso del joven chihuahuense en 1947 o los más de 100 jóvenes por año (desde hace seis años) que anualmente se incorporan al programa Líderes del Mañana que reciben una beca del 100% de la colegiatura a quienes tienen un promedio superior de 90 y que se caracterizan por ser emprendedores y que haya cristalizado algún proyecto de desarrollo comunitario.
Desde siempre, el Tecnológico de Monterrey cobró colegiaturas que podrían considerarse inaccesibles para la mayoría de la población, pero también desde su inició ofreció becas para que jóvenes sobresalientes en lo académico y también en lo deportivo, de esta forma, en 1944, afirma César Salinas, apenas nueve meses después de iniciar operaciones, la institución creó el primer fondo para ello, a iniciativa de don Eugenio Garza Sada.
“En la actualidad 48% de los alumnos tiene algún tipo de beca o de apoyo financiero para sus estudios. Es la mitad prácticamente. Y aproximadamente 12% de los alumnos ha significado la primera generación que tiene estudios de nivel superior”, añade Cícero Willis.
Con esta visión coindice Garza Treviño: “eso (el sistema de becas) es también algo que era filosofía de don Eugenio, en otras palabras, el Tecnológico tiene múltiples modelos y fórmulas de becas, porque la mística es abrirle las puertas a cualquier joven que quiera estudiar”.
PRESENTE Y FUTURO
Hoy es evidente que la semilla sembrada por don Eugenio en 1943 ha rendido frutos. Garza Treviño cita un estudio que el Tecnológico realizó con motivo de los 75 años de la institución, elaborado en conjunto con la empresa ranqueadora QS en el que se busca medir el impacto que han tenido los egresados en el país.
“En el impacto económico lo que se encontró fue que 41% de los egresados han fundado empresas, lo que implica 208,974 empresas; en cuanto el impacto social, a partir de los años cincuenta, han fundado 30 mil organizaciones sin fines de lucro, y en cuanto a la innovación, 9% de los encuestados ha inventado algún proceso innovador. Entonces la influencia ha sido múltiple, yo diría exponencial”, considera el académico.
De esta manera se comprueba que la idea de don Eugenio de que la institución sirviera para transformar el país, sigue vigente. Además, con base en el ideario del empresario regiomontano, el Tecnológico de Monterrey tiene clara su visión de futuro con el documento titulado Rumbo al 2030 en el cual se manifiestan tres ideas fundamentales.
La primera es educación integral, es decir, seguir formando universitarios con conocimientos técnicos, pero también con perfil humanista. La segunda es mantener el liderazgo en emprendimiento e innovación que caracteriza a la institución. La tercera idea es la visión social, es decir el compromiso por mejorar las comunidades y ayudar a quienes más lo necesitan.
UNA LECCIÓN PARA LA PANDEMIA
Septiembre de 2020: el sistema educativo del país, y del mundo, enfrenta un reto sin precedente. Mantener la educación de niños y jóvenes en medio de una pandemia que ha obligado a cerrar las aulas. La educación a distancia y las clases virtuales se convierten de la noche a la mañana, no solo en una alternativa sino en la única solución en muchos casos para que la labor educativa no se detenga.
Con el legado de don Eugenio Garza Sada de promover la innovación como parte del ADN del Tecnológico de Monterrey, en 1990 fue la primera institución en ofrecer un modelo de educación a distancia: la universidad virtual por medio de la cual se impartían cursos, programas y seminarios para todos los campus.
Pero muchos años antes, desde su fundación, recuerda Garza Treviño, don Eugenio tuvo la visión de plasmar en un documento cuál debería ser la participación del alumno en el proceso de aprendizaje:
“El sistema de enseñanza que practica la institución reconoce como fundamento, el trabajo responsable de alumno bajo la dirección de sus profesores. Los profesores dirigen, pero no sustituyen al alumno, al alumno le corresponde el interés de verificar y el esfuerzo por asimilar y retener los conocimientos que se le comunican. El instituto condena la actitud meramente receptiva y encomia una participación operante, quiere que el alumno, dirija su energía y la totalidad de su tiempo útil a la tarea de su propio aprendizaje”.
Son palabras escritas en 1943 y que hoy en día parecen tener más vigencia que nunca.
Hay una ira creciente por la poca ayuda que llega a las ciudades y pueblos de las montañas del Atlas.
El bebé de Khadija aún no tiene nombre y su primer hogar es una tienda de campaña junto a la carretera.
Nació minutos antes de que se produjera el mortífero terremoto del viernes por la noche en Marruecos.
Aunque Khadija y su hija salieron ilesas, el hospital de Marrakech donde se encontraban fue evacuado. Tras una rápida revisión, les pidieron que se marcharan apenas tres horas después del nacimiento.
“Nos dijeron que teníamos que irnos por miedo a las réplicas”, explicó.
El sismo de magnitud 6,8 sacudió el centro del país, con epicentro a 71 kilómetros de la turística Marrakech. Por ahora se cuentan más de 2.100 personas fallecidas en una decena de provincias y el número de heridos ha ascendido a más de 2.420. Unos 20 minutos después hubo una réplica de magnitud 4,9.
Con su recién nacida en brazos, Khadija y su marido intentaron tomar un taxi a primera hora del sábado para ir a su casa de Taddart, en la cordillera del Atlas, a unos 65 kilómetros de Marrakech.
Pero de camino se encontraron con que las carreteras estaban bloqueadas por corrimientos de tierra y sólo llegaron hasta el pueblo de Asni, a unos 15 kilómetros de su destino final.
Desde entonces, la familia vive en una tienda de campaña básica que han logrado construir junto a la carretera principal.
“No he recibido ninguna ayuda ni asistencia de las autoridades”, nos dijo, sosteniendo a su bebé mientras se protegía del sol bajo un endeble trozo de lona.
“Pedimos mantas a algunas personas de este pueblo para tener algo con lo que taparnos. Sólo tenemos a Dios”.
Khadija nos contó que sólo tiene un conjunto de ropa para el bebé.
Amigos de su ciudad natal les han contado que su casa está muy dañada y no saben cuándo podrán tener un lugar adecuado donde alojarse.
Cerca del lugar donde Khadija acampa, la frustración crece a medida que pasan los días y apenas llega ayuda a los pueblos y aldeas de las zonas montañosas al sur de Marrakech.
En Asni, a solo 50 kilómetros de Marrakech, la gente dice que necesita ayuda urgente.
Un grupo de gente enfadada rodeó a un reportero local y le arrojaron sus frustraciones: “No tenemos comida, no tenemos pan ni verduras. No tenemos nada”.
El reportero, en el centro de la multitud, tuvo que ser escoltado y llevado lejos por la policía, mientras la gente aún lo seguía, desesperada e intentando desahogar su ira.
“Nadie ha venido a nosotros, no tenemos nada. Sólo tenemos a Dios y al rey”, dijo un hombre de la multitud que no quiso dar su nombre.
Desde el terremoto vive al margen de la carretera principal del pueblo con sus cuatro hijos. Su casa sigue en pie, pero todas las paredes están muy agrietadas y tienen demasiado miedo para quedarse allí.
Han conseguido volver y coger algunas mantas, lo único que ahora tienen para dormir.
En un momento, un camión pasó entre la multitud. Algunas personas intentaron hacerle señas, esperando desesperadamente que les dejara suministros. Pero el camión siguió su camino, seguido de abucheos.
Algunos dicen que han recibido tiendas de campaña de las autoridades, pero no hay suficientes para todos.
Cerca de allí está Mbarka, otra persona que vive en una tienda de campaña. Nos guió por las calles laterales hasta su casa, en la que ya no puede vivir.
“No tengo medios para reconstruir la casa. De momento, sólo nos ayuda la gente de la zona”, nos contó.
Vivía allí con sus dos hijas, su yerno y tres nietos.
Cuando su casa empezó a temblar, salieron corriendo y casi fueron alcanzados por el derrumbe de una casa mucho más grande que empezó a deslizarse colina abajo.
“Creemos que el gobierno ayudará, pero hay 120 pueblos en la zona”, dijo su yerno Abdelhadi.
Con tanta gente necesitada de ayuda, un gran número de personas tendrá que esperar más tiempo para recibir asistencia.