Jorge Sánchez recuerda que, en 2015, cuando su padre el periodista Moisés Sánchez fue asesinado en el municipio de Medellín de Bravo, en Veracruz, el entonces diputado local Cuitláhuac García exigió justicia al exgobernador Javier Duarte.
Ocho años después, con Duarte sentenciado por asociación delictuosa y Cuitláhuac García como gobernador de Veracruz, el asesinato de Moisés Sánchez sigue impune.
Jorge Sánchez, también periodista, resume en una frase cómo ha prevalecido la impunidad: “es el mismo discurso, son iguales”.
Cuitláhuac García poco ha hecho por esclarecer los 18 casos de periodistas asesinados durante la administración del priista Javier Duarte (2010-2016) y los cinco registrados en el gobierno del panista Miguel Ángel Yunes (2016-2018) y, en su gestión, han ocurrido cinco asesinatos más.
Además, el gobierno de Cuitláhuac García es señalado por acosar a comunicadores que cuestionan su gobierno.
Familiares de las víctimas se han tenido que organizar en una red para demandar justicia y recientemente casos como el de la periodista Claudia Guerrero, quien acusa persecución por parte del ejecutivo estatal, colocan la atención en el maltrato a la prensa en la entidad con más periodistas asesinados en México durante este siglo.
Si bien la mayor parte de homicidios contra reporteros en Veracruz se registró durante la administración del priista Javier Duarte, en los siguientes dos gobiernos continuó el cúmulo de agresiones impunes contra comunicadores y periodistas.
De acuerdo con los registros de la organización Artículo 19, desde que inició el actual gobierno de Cuitláhuac García, cinco periodistas han sido asesinados: Jorge Celestino Ruiz Vázquez (2 de Agosto de 2019); María Elena Ferral (30 de Marzo de 2020); Julio Valdivia (9 de septiembre de 2020); Jacinto Romero Flores (19 de agosto de 2021); José Luis Arenas Gamboa (10 de enero de 2022).
Estos asesinatos se suman a los 26 crímenes contabilizados en la entidad desde el año 2000.
Estos cinco asesinatos en la entidad representan el 20% de los 40 crímenes contra periodistas ocurridos en el actual sexenio; por lo que sigue siendo el estado más peligroso para ejercer el periodismo, de acuerdo con el registro de Artículo 19.
Ante la inacción de las autoridades, en septiembre de 2022, el Tribunal de los Pueblos para los Periodistas Asesinados responsabilizó al Estado mexicano por el asesinato de Miguel Ángel López Velazco, conocido con el seudónimo Milo Vela —como firmaba sus columnas en Notiver—, luego de que un grupo armado entró a su casa para asesinar al periodista, a su esposa y a uno de sus hijos.
En esta entidad, de acuerdo con una encuesta realizada a 220 comunicadores por parte de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas de Veracruz, se registró que 22.2% de los periodistas recibió intimidaciones por policías estatales y el 17.7% dijo haber recibido intimidaciones por algún personaje del gobierno veracruzano.
En enero de 2019, Cuitláhuac García develó una placa en Xalapa con los nombres de periodistas asesinados en Veracruz en los 18 años previos. El gobierno estatal se comprometió a no entorpecer la labor periodística y enaltecer y fomentar la libertad de expresión.
Familiares de periodistas asesinados y desaparecidos le reclamaron al gobernador que no los había recibido y éste se comprometió a que daría seguimiento a cada caso y se reuniría con las familias, pero no cumplió.
Familiares de periodistas agredidos se han organizado para pedir justicia ante la inacción de las autoridades. Una de estas asociaciones es la Red de memoria y lucha de periodistas asesinados o desaparecidos, que conforman 17 familias de comunicadores, 15 de ellas provenientes de Veracruz.
En enero de 2023 una comisión de esta Red se presentó ante el presidente Andrés Manuel López Obrador en su conferencia matutina para pedir una audiencia. Sólo así lograron reuniones con representantes de la Secretaría de Gobernación, la Secretaría de Seguridad Ciudadana y las autoridades veracruzanas. Tuvieron un encuentro con autoridades federales en febrero y otro en marzo. Asimismo, el 28 de ese mes, la Red se reunió con el gobernador Cuitláhuac García y la fiscal general de Veracruz, Verónica Hernández Giadáns, para exigir justicia para los periodistas asesinados; también estuvieron funcionarios federales de Segob y Seguridad.
Los familiares informaron que algunos casos llevan hasta una década en la impunidad, las investigaciones están mal hechas o se perdió evidencia, por lo que difícilmente se logrará el esclarecimiento o sentencias. Sin embargo, el gobernador y la fiscal insistieron en que ya se terminó la impunidad y que detendrían a los responsables.
La Red también pidió reivindicar la memoria de los periodistas asesinados, porque desde el gobierno se ha revictimizado a los comunicadores. Los familiares manifestaron la falta de atención a las víctimas, principalmente porque la mayoría no ha tenido acceso a los programas que se supone fueron hechos para estos casos.
En esas reuniones, tanto el gobierno estatal como el federal se comprometieron a darle seguimiento a las investigaciones con encuentros periódicos; sin embargo, los suspendieron ante la falta de avances, según explicaron a la Red.
“Iba a haber otra reunión se supone que en abril, ya no se llevó a cabo. Después la recorrieron para mayo, y tampoco. Ya prácticamente esas fueron todas las reuniones. Nos dijeron que no tenían resultados y que no iba a haber reuniones hasta que tuvieran algo qué mostrarnos”, explica Jorge Sánchez.
Cuitláhuac García se había comprometido a pedir una disculpa pública para el 7 de junio. El gobernador tampoco cumplió y no notificó a los familiares.
“Ahí vemos que el discurso es exactamente el mismo, un discurso vacío solamente para salir del fango en el cual están metidos”, agrega Jorge Sánchez, cuyo padre Moisés Sánchez fue desaparecido y asesinado en enero de 2015.
“Nosotros percibimos que cerraron las puertas debido a su ineptitud, a que no tienen nada. Y eso es algo no sé si entre insultante o hipócrita, el descaro que tienen. No tienen el valor de reunirse con nosotros y aceptar que no tienen nada, que no han hecho nada. No puede ser que nos reunamos y nos reunamos y no haya ningún avance”, agrega.
Sánchez relata que los familiares han dicho a las autoridades que les digan si no habrá justicia para los casos más antiguos debido a que las pruebas se perdieron y diligencias no se realizaron.
“Las personas que detengan van a salir por faltas al debido proceso porque todo está mal hecho… Si no va a haber justicia para los casos, principalmente que llevan más de cinco años, que lo acepten. El gobernador en su momento, y (Alejandro) Encinas y los fiscales dijeron ‘sí va a haber justicia porque ya no es como antes…’. Repiten ese mantra que es hipócrita porque tú no puedes decir que ya no va a haber impunidad, pero no haces nada para que no haya impunidad”, puntualiza.
“Se van a ir y los casos van a seguir en la impunidad. Eso es lo que creemos que ellos quieren evitar, quedar expuestos de que no han hecho nada, que son iguales prácticamente”.
Alma Elia Ramírez Herrera, esposa de Víctor Manuel Báez, lleva más de una década a la espera de justicia por el asesinato de su pareja en junio de 2012. Las líneas de investigación de las autoridades, acusa, buscan manchar el nombre de los periodistas. No hay ningún culpable ni un sospechoso.
En el caso de su esposo, relata Alma Ramírez, las autoridades han insistido en vincularlo con grupos delictivos, pero no le han mostrado ningún documento.
La médica de profesión señala que no percibe ninguna diferencia entre las tres administraciones estatales de partidos distintos —PRI, PAN y Morena—. Todos los gobiernos se encargan de hacer omisiones, dice.
“Todos se echan la bolita. Lo único que han hecho es humillarnos. En mi caso sufrí maltrato, sufrí agresiones, sufrí trato como si fuera familiar de un delincuente. Sé que todos mis compañeros han pasado por las mismas, que no soy la única, pero soy la que más tiempo ha llevado. Recibí amenazas. Yo trabajo para la Fiscalía, soy médico forense y siempre fue la agresión de que o me calmaba o me corrían, y yo era la fuente de ingreso para el bienestar de mi familia. Yo por temor o desconocimiento mucho tiempo me mantuve callada”.
Las autoridades le dijeron a Alma Ramírez que las personas que secuestraron a su esposo murieron después en un enfrentamiento, pero no le han enseñado ninguna prueba. A ella no le informaron nada, lo que supo fue a través de investigación propia y notas periodísticas.
Además, explica que denunció al funcionario Ricardo Cárdenas, encargado de la Fiscal Especializada en Delitos Electorales y en Delitos Contra la Libertad de Expresión, ante la Comisión de Derechos Humanos por el maltrato que recibió de su parte. Sin embargo, eso ha derivado en que no tenga información de lo ocurrido con su caso desde octubre de 2022.
La organización Propuesta Cívica comprobó que las desapariciones y los asesinatos de periodistas cometidos en Veracruz durante el periodo de Javier Duarte continúan en la impunidad hasta ahora; y además se han sumado nuevos casos que la Fiscalía estatal no investiga de forma adecuada.
El 30 de marzo de 2020, la periodista María Elena Ferral Hernández fue baleada por dos hombres que iban a bordo de una motocicleta. Ferral era corresponsal de los periódicos Diario de Xalapa y El Heraldo de Poza Rica; también fundó el portal Quinto Poder de Veracruz.
Propuesta Cívica documentó que la actual Fiscalía de Veracruz, a cargo de Verónica Hernández Giadáns, no ha garantizado la participación en todas las etapas del procedimiento penal de las víctimas indirectas, no informa con claridad los procesos penales de cada uno de los presuntos responsables a las víctimas indirectas y no ha garantizado la reparación integral del daño.
En este crimen, ocurrido 16 meses después de que Cuitláhuac García tomara protesta en el cargo, quedan aún por ejecutarse órdenes de aprehensión, incluidas las de los presuntos autores intelectuales. Está pendiente que todas las personas implicadas sean llevadas a juicio y sentenciadas y que la familia de María Elena Ferral reciba una reparación integral.
La organización precisa que a pesar de que la periodista dejó muchas pistas sobre quiénes se verían afectados con su trabajo periodístico, los autores de su asesinato siguen libres. No obstante, tanto la fiscalía como otras autoridades han desarrollado un discurso político y asegurado que el asesinato de la periodista ha sido esclarecido y la investigación está cerrada.
Desde octubre de 2021, Propuesta Cívica y Reporteros sin Fronteras han documentado omisiones de las autoridades que han obstaculizado el acceso a la justicia, la verdad y la reparación del daño, como la anulación de las audiencias de juicio oral por decisión judicial.
El abogado Víctor Javier Martínez, de Propuesta Cívica, explica en entrevista que ante los pocos avances con casos que rebasan incluso más de una década, buscan que a través de mecanismos internacionales se pueda garantizar saber qué sucedió y definir la responsabilidad penal.
“Podríamos decir ya de primera mano desde la área de defensa legal de Propuesta Cívica que las autoridades de Veracruz no han cambiado o más bien el estado de Veracruz no ha cambiado las labores de debida diligencia de este tipo de investigaciones porque lamentablemente no hay una infraestructura real en la Fiscalía de Veracruz que permita realizar investigaciones diligentes”.
Martínez explica que se han topado con deficiencias graves en las investigaciones para la identificación de los responsables.
El abogado advierte que pese a testigos y pruebas, falta una diligencia mucho más grande de parte de la Fiscalía y seriedad al momento de realizar este tipo de investigaciones.
“En la ley hay una autonomía de la Fiscalía respecto al gobierno pero en los hechos a veces la autonomía no queda tan clara. Derivado de esta falta de autonomía a veces impacta las líneas políticas de los casos, pero más allá de eso hay una responsabilidad directa de lo que se conoce como la parte acusadora: quién está armando la investigación, quién te tiene identificado como una persona que presuntamente cometió un delito. Y hay un mar de actores que participan en la investigación que están bajo el mando de la fiscalía —peritos, policías de investigación, analistas— sobre quienes corre mucha responsabilidad de cómo llegan los casos a los jueces”.
El pasado 15 de junio, la columnista veracruzana Claudia Guerrero recibió un citatorio para comparecer por una carpeta abierta en la Dirección de investigaciones ministeriales de la Fiscalía General del Estado de Veracruz.
Guerrero explica en entrevista que, ante el temor de una persecución, decidió ampararse antes de presentarse ante las autoridades.
“Desgraciadamente no confiamos en las instituciones ministeriales aquí en el estado de Veracruz, que ha sido una persecución de opositores, de empresarios, de medios de comunicación, y no iba a ser la excepción en una servidora que se ha dedicado a puntualizar los actos de corrupción aquí”, señala.
La columnista destaca que no sabe de qué se le acusa y responsabiliza a Cuitláhuac García de perseguirla por su labor periodística con la intención de intimidarla.
“Esto es una persecución. Es callar a la mensajera, tratar de intimidar y ponerme como ejemplo ante todos los medios de comunicación en el estado y en el país, para que vean lo que le pasa a un periodista metiche que se dedica a mostrar los actos de corrupción y evidenciando que el gobierno de Cuitláhuac García no es honesto y que ha hecho una serie de violaciones al Estado de derecho y a contratos fantasmas, prestanombres, enriquecido de forma inexplicable muchos políticos aquí en el estado de Veracruz y el gobernador ha tratado de ocultar estas anomalías; también la grave anomalía que está prevaleciendo en el estado porque sus policías se han dedicado a proteger a grupos delincuenciales”.
Guerrero identifica como razones del citatorio publicaciones periodísticas que realizó en torno al caso de Juan Alan Cuetero Meza, director de la Policía Vial del estado, cuya desaparición forzada derivó en la renuncia del secretario de seguridad pública Hugo Gutiérrez Maldonado.
“También colaboramos con otros medios de comunicación en torno a las bodegas que tenían medicamentos caducos, que también conllevó a la renuncia del propio secretario de Salud y hemos estado poniendo muy incisivamente todas las pruebas de todos estos actos de corrupción”.
Cuitláhuac García se deslindó de responsabilidad en una conferencia de prensa y dijo que se trata de un caso entre particulares.
“Es una violación también a mis derechos como periodista y a mi libertad de expresión. El gobernador es muy sensible, no le gusta que lo critiquen, se siente agredido y lo toma todo de manera personal (…) Lamentablemente estamos temerosos todos, no sólo yo”.
El pasado 22 de junio, el gobernador Cuitláhuac García presentó una nueva sección dentro de sus conferencias ante medios de comunicación llamada “La nota Pinocho de la semana”, que le servirá, dijo, para ejercer su derecho de réplica y defenderse ante las “notas falsas”, tanto de medios locales como nacionales. Se trata de una copia de presuntos desmentidos contra la prensa, similar al Quién es quién en las mentiras, implementada a nivel federal por el presidente López Obrador, que estigmatiza y descalifica el trabajo de la prensa, de acuerdo con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
Mi pasión por el paracaidismo me llevó al límite, pero un accidente que me alejó de él para siempre me reveló mi verdadera misión en la vida.
La mexicana Tony Osornio ha sido una apasionada del paracaidismo. Su amor por este deporte de riesgo la llevó a ganar varios campeonatos e, incluso, a alcanzar el grado de subteniente en el ejército de su país, cuando no había mujeres soldados.
Pero en 1984, sufrió un accidente que cambió su vida para siempre.
Esta nota es una adaptación de la entrevista que le dio Tony al programa de radio BBC Outlook sobre su increíble historia.
Nací y crecí en un hogar muy tradicional en San Juan del Río, Querétaro, a unas dos horas de Ciudad de México.
Soy la más joven y la única mujer de cuatro hermanos. Siempre fui tan inquieta que mi papá decía que tenía la energía de mis tres hermanos juntos.
Con mi mamá tuve problemas porque ella decía que las mujeres pertenecíamos a la casa y que los hombres eran los que tenían que salir a la calle. Nunca me dejó ir a estudiar en la ciudad de Querétaro.
Yo sentía que, en vez de acercarme, me alejaba con tantas exigencias. Incluso me golpeaba por desobedecer. Pero, aun así, yo me escondía de ella para hacer el trabajo de mis hermanos, jugar futbol con ellos y mojarme en la lluvia, todo lo que se suponía que no debía hacer.
Me sentía como en una prisión. Llegó un punto en el que no podía soportarlo más. Si mi mamá no me dejaba salir, entonces tendría que encontrar la forma de escapar.
Resolví que me iría con el primer hombre que se quisiera casar conmigo.
Antes de que cumpliera 17, mi primer y único novio me propuso matrimonio. Yo le dije que sí, si me permitía estudiar y salir y tener más libertad.
Mi papá intentó convencerme de que no lo hiciera. Incluso me dijo que me compraría un carro si me quedaba hasta terminar la secundaria.
Pero yo estaba decidida. Quería casarme para salir de allí.
Me casé realmente emocionada de tener esa libertad, de tener una aventura.
Mi marido estaba en el ejército, así que sentía que estaba entrando en un mundo nuevo. Le encantaban los pasatiempos llenos de adrenalina, como conducir carros rápidos y motos y también el paracaidismo.
La verdad es que al principio mi matrimonio fue muy divertido. Nos gustaban las mismas cosas y aprendí mucho de él porque era 11 años mayor que yo. El día que me casé no estaba enamorada, pero con el tiempo me enamoré y los dos nos queríamos mucho.
Luego llegó mi primera hija, Mariela. Fue algo hermoso y maravilloso, pero también muy difícil para mí. Mi marido seguía en el ejército y viajaba mucho, a veces por meses.
Fue abrumador sentir que yo tenía que estar ahí con ella y cuidarla. Sentí que esa bebé se interponía en mi camino.
Pero mi marido era comandante de la brigada paracaidista, así que solía hacer saltos militares con el ejército.
Le pregunté si podía saltar con él del avión militar cada vez que él saltara. Podría ponerme un uniforme. Nadie se daría cuenta y no costaría nada.
Me dijo que estaba loca. Luego de un mes de insistencia, cedió.
Yo escondía mi cara debajo del casco y no miraba a nadie. Hasta que un día hubo una exhibición ante el Secretario General y el Presidente del Ejército.
Pensamos que como estábamos lejos nadie se daría cuenta, así que salté y todo fue perfecto. Fui la primera en aterrizar, quitarme el overol y ponerme en formación saludando a la bandera.
“¿Por qué hay una mujer aquí? No hay ninguna mujer en el ejército”, preguntó el Secretario General.
Fue una situación rara. Mi marido podía terminar fusilado por haber roto las reglas.
Así que aproveché la oportunidad y pedí enlistarme en el ejército. Todo el mundo me miraba como si estuviera loca.
“Con tu apoyo, te prometo que seremos un grupo de paracaidistas que llevará en alto el nombre de México”, le dije al Secretario.
Para convertirme en soldado y recibir el mismo trato que los demás, iba a tener que superar unas duras pruebas físicas. Una de ellas consistía en correr 20 kilómetros, llevando una gran mochila.
La primera vez que lo intenté, solo logré correr cinco y me vomité. Los demás reclutas me ridiculizaron y me enfurecí.
Pero no me rendí. Entonces, antes de llevar a mi hija al colegio, corría por todo el barrio. Pasaron meses antes de que pudiera demostrar que las mujeres también podíamos hacerlo.
Empecé a ver la belleza de estar en el ejército y defender a tu país. Por otro lado, era doloroso porque muchos hombres se burlaban de mí y hablaban de mí a mis espaldas.
Había noches en las que llegaba a casa y me pasaba la noche llorando y pensando que no iba a poder con todos esos hombres.
Un día me enfadé muchísimo y les grité: “Cuando puedan hacer los saltos que yo hago y tengan todos los trofeos que tengo, entonces aceptaré su juicio, pero no antes”. Me gané su respeto.
Recuerdo que mi papá me decía: “Chiquita, ya viviste campeonatos, saltos militares, saltos libres. Por favor, cuídate. No puedo dormir de la preocupación”.
Pero yo le decía que sin el paracaidismo me moriría.
Incluso cuando estaba embarazada de mi hijo Paco, seguí saltando. Iba a competir en un campeonato en París, así que no quería divulgarlo.
Pero luego casi lo pierdo en un salto. Esta pasión me llevó al límite de ser irresponsable. Lo fui. Lo único que quería era tener un avión en frente y poder saltar y saltar y sentir esa sensación, esa adrenalina.
Ahora que han pasado los años, me cuestiono cómo me atreví a todo eso.
En ese momento, sentía que estaba en la mejor faceta de mi vida, más enamorada de mi marido que nunca, con dos hijos preciosos, un buen sueldo y haciendo el deporte que me apasionaba.
Un día, en febrero de 1984, todo cambió.
Llegó la oportunidad de hacer un salto frente al entonces Presidente de México, Miguel de la Madrid.
La noche antes de ese salto, sentí algo que nunca había sentido antes. Me sentí rara, como si no quisiera saltar.
Había mucho viento. Y el viento para los paracaidistas es lo más peligroso, así que pidieron que participáramos solo los más experimentados.
Una vez abordé el helicóptero, le dije a mi esposo: “No quiero hacerlo”.
Él me respondió: “¿Tú? ¿Que siempre quieres saltar y hoy no? ¿Hoy, cuando el presidente está mirando? No podemos fallarle. Ya estamos en el aire. Es demasiado tarde”.
Le pedí un beso, y saltamos.
Teníamos que engancharnos para crear una bandera mexicana en el aire, y luego desengancharnos.
Creamos la bandera perfectamente, pero el viento empezó a halarnos. Sentí que iba a estrellarme encima del Presidente y que me iba a llevar a todo el público por delante.
Como era la más liviana, el viento me halaba con más fuerza. Halé el freno con toda la fuerza que pude.
Pero en ese entonces, si frenabas así de fuerte, se rompía el paracaídas. Y así fue.
Aterricé tras una caída libre de 25 metros. No tuve tiempo para abrir el paracaídas de emergencia.
Sentí el crujido de todos mis huesos. Luego, una sensación muy extraña: no sentía mi cuerpo en absoluto, solo mi cabeza.
Durante unos instantes, vi todo en cámara lenta e iluminado por una luz blanca brillante, algo muy bello.
Pero de repente un intenso dolor en mi cuello me trajo de nuevo a mi realidad. Estaba tendida en el suelo y todo mi cuerpo, flácido como un trapo. No podía mover aboslutamente nada.
La primera reacción de la gente a mi alrededor fue sacarme del lugar, porque la ceremonia debía continuar. Pero el presidente, a cuyos pies caí, dijo: “no, no, no, llévenla en mi helicóptero directamente al hospital militar”.
Fue la primera vez que reconocí la importancia de la respiración, porque sentía que no podía respirar. Trataba de tomar aire, pero no lo sentía.
Paco, mi hijo, tenía cuatro años y me vio saltar esa vez. Recuerdo que lo vi y pensé: “Tienes que aguantar porque él está aquí”. Verlo me dio las fuerzas para continuar. Estaba al borde de la muerte. Mientras me llevaban, logré hacerle un guiño.
Ese fue el momento exacto en el que mi vida dio un drástico giro de tenerlo todo a no tener nada.
Pasé tres años mirando al techo. Me taladraron tres clavos en el cráneo para sujetarme a algo llamado halo ortopédico. Tuve que soportar un peso de más de 18 kilos en la cabeza para tratar de alinear mi cuello con la columna vertebral.
Reconstruyeron mi cuello con un trozo de hueso de mi cadera porque se había desmoronado totalmente. Tuve que soportar mucho dolor, mucha desesperación, hasta el punto de la locura.
Durante las primeras semanas, estuve casi inconsciente. Los médicos no creían que fuera a sobrevivir.
Mi diagnóstico fue cuadraplejia. Dijeron que nunca más iba a poder mover del cuello para abajo.
Tampoco controlaba mis funciones corporales. Tenía que usar un catéter y pañales.
Mentalmente, me fui a un lugar muy oscuro. Estaba atrapada sin poderme mover ni sentir. Tenía llagas en todo el cuerpo por tanto estar quieta que se infectaban y apestaban. Me sentía como un trapo inútil.
Yo digo que, si existe el infierno, yo lo viví y mis hijos lo vivieron conmigo. Pero también eso nos fortaleció. Mis hijos fueron el motor que me impulsó a seguir. Eso, y la rabia que le tenía a mi ex.
Estaba devastada. Sentía que estaba en lo más profundo de la oscuridad y que me estaba perdiendo en mis pensamientos de que sería más fácil si estuviera muerta.
Cuando volví a casa, mis hijos saltaban de alegría, pero yo estaba destrozada por la depresión.
Fue tan triste para mis hijos descubrir que tenían una mamá tan enojada y demandante; estaba fuera de mí. A veces hay tanto dolor interno que no sabes dónde ponerlo. Me desquité con ellos.
Mariela dejó de hablar. Sus profesores me dijeron que se quedaba en un rincón durante el recreo completamente muda.
Paco se metía en peleas con otros niños siempre que tenía el chance. Lo expulsaron de siete colegios. Así que sí, nuestras vidas cambiaron mucho cuando salí del hospital.
Yo realmente creía que iba a salir caminando del hospital, así que no poder hacerlo me enfadó y me deprimió muchísimo.
Pensaba: “¿De qué les sirvo a mis hijos si al volver del colegio se encuentran con una madre tumbada sin control de esfínteres y sin comida en la mesa para ellos?”
Yo no quería limosnas de nadie. Era demasiado orgullosa para recibir ayuda.
Empecé a vender cosas por teléfono. Luché por mi pensión y por encontrar la manera de sobrevivir. Pero seguía hundiéndome en la oscuridad y la depresión.
Llegué a un punto en el que pensé que era mejor dejar a mis hijos sin madre que tener que soportar esto. Ya ni quería abrir los ojos. Había decidido suicidarme. Llevaba varios días sin comer. Me estaba desvaneciendo.
Fue ahí cuando conocí a Martha, mi terapeuta. Cuando hablé con ella, sentí algo muy especial en sus ojos, sentí que me hablaba desde el corazón. Y recuerdo perfectamente que me dijo: “He visto personas que mueven su cuerpo, pero no se mueven interiormente. Tú tienes un volcán dentro”.
Creo que, tan pronto como empiezas a sanar tu alma internamente y empiezas realmente a creer que es posible, entonces puede mejorar tu salud.
No fue sino hasta que enfrenté con toda esa desesperación, esos celos, esa intolerancia, que mi cuerpo empezó a moverse. Muy poquito al principio. Pero luego más y más.
Fue un milagro. Los doctores que vieron mis radiografías no podían creer lo que estaban viendo. Con mi diagnóstico, se suponía que solo podía mover los ojos y nada más. Pero he ido recuperando más y más movimientos.
Lo que más me cuesta es mover las manos. Pero puedo sentir mi cuerpo. Lo siento incluso más intensamente que cuando caminaba.
En ese camino, llegó un día que estaba meditando en mi jardín y sentí una iluminación, una sensación de dicha que nunca había sentido en mi vida, ni siquiera durante mis mejores saltos. Me sentí abrumada por tanta energía y tanto placer. Incluso pensé que la silla de ruedas, que tanto odiaba usar todos los días, había sido mi mejor maestra.
Entonces fui a buscar a Martha, mi terapeuta, y le dije que quería compartir lo que había aprendido en mi proceso con otras personas en condición de discapacidad. Y así fue como encontré la misión de mi vida.
Con su ayuda, creé la Fundación Humanista de Ayuda a Discapacitados, o Fhadi, para ayudar a otros mexicanos con discapacidad motriz.
En estos más de 25 años, hemos encontrado personas en estado de abandono muy graves: No tenían una silla de ruedas. Los dejaban en el suelo, indefensos, con solo 23 o 28 años. Fue muy triste descubrir que todo esto existe.
Pero ahora uno de los mayores tesoros de mi vida es ver a estas personas crecer y prosperar, como yo lo hice. Me da mucho placer y satisfacción.
Ahora soy más libre que nunca. Y lo logré estando presente en mi propia vida, en cada momento de la manera más sencilla y natural.
Aún necesito fisioterapia y ayuda porque no puedo mover las manos. Pero saboreo la vida más profundamente y me siento incluso mejor que cuando caminaba. Me siento feliz.
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