Hunter Biden, hijo del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, fue inculpado por comprar un arma hace cinco años, época en la que según admitió era asiduo consumidor de drogas.
Fue acusado formalmente de dos cargos por declaración jurada falsa de que no consumía drogas ilegales en el momento en que adquirió un revólver Colt en Delaware.
Un tercer cargo lo inculpa por posesión ilegal del arma, basada en una declaración falsa y pasible de una pena de hasta 10 años de cárcel.
Los cargos fueron formalizados por el agente judicial David Weiss, que investigaba a Hunter Biden desde 2018.
La acusación se da dos meses después de que se rompiera un acuerdo alcanzado con la Justicia en torno a los cargos de posesión de arma y otros sobre ilícitos fiscales, ante la posibilidad de que el hijo del presidente de Estados Unidos pudiese ser acusado de otros cargos.
Conforme a aquel acuerdo, Biden había aceptado su culpabilidad de dos cargos menores sobre asuntos fiscales.
A cambio de ello se le dejó en libertad condicional, tras constatar que desde entonces ya había pagado lo adeudado al fisco, así como las multas correspondientes.
Dentro del mismo arreglo, Weiss había aceptado levantar el cargo vinculado a la posesión del arma si Biden admitía someterse a sesiones de consejos o rehabilitación.
Sin embargo, en una audiencia del 26 de julio, el acuerdo se deshizo por la posibilidad de que él mismo confiriese inmunidad contra otros cargos investigados por Weiss, incluyendo los negocios del hijo del presidente en Ucrania o China.
Los problemas legales de Hunter Biden, de 53 años y abogado graduado en Yale, han opacado la campaña por la reelección de su padre.
La oposición republicana acusa al departamento de Justicia de proteger al hijo del presidente, y a Weiss de complacencia con Hunter Biden.
Fue concebida como parte de un programa del gobierno para construir nuevas prisiones entre 1968 y 1978.
Ovidio Guzmán, uno de los hijos del narcotraficante mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán, fue extraditado el 18 de septiembre a Estados Unidos y desde entonces está arrestado en una cárcel de Chicago.
Apodado el “Triángulo de Hierro”, el Centro Correccional Metropolitano es un rascacielos de 28 pisos ubicado en el centro de la ciudad estadounidense, un imponente edificio triangular de hormigón diseñado por el arquitecto Harry Weese e inaugurado en 1975.
El edificio tiene pequeñas rendijas verticales de 13 de ancho por 2,30 metros de alto que funcionan como ventanas irregulares hacia el exterior y que conforman una especie de monolito perforado.
Las ventanas, así diseñadas para evitar fugas, no tienen rejas, como es habitual en las cárceles.
En su momento costó US$10,2 millones, según el periódico local Chicago Tribune, cifra que hoy equivaldría a casi US$60 millones.
Esta cárcel fue concebida como parte de un programa del gobierno para construir nuevas prisiones entre 1968 y 1978, y suponía un modelo de centro de detención diferente para aquellos que están aguardando su juicio o que han recibido una condena breve.
Cuando se inauguró, William Nelson, su primer director, dijo: “Este edificio es completamente seguro, pero fue construido de manera eficiente y teniendo en cuenta la dignidad humana“.
El entonces juez James B. Parsons del Tribunal de Distrito de Estados Unidos lo describió como “lujoso”.
“No hay rejas”, dijo. “Las puertas se abren y cierran libremente. Los pisos están alfombrados. La comida es muy buena y las instalaciones recreativas son excelentes”, afirmó, según recogió el Chicago Tribune en un artículo publicado en 1995.
Al menos en aquel momento, los presos podían ir al patio -ubicado en la azotea- solo dos veces a la semana porque permitían estar 20 personas al mismo tiempo como máximo.
El patio está totalmente cubierto por un alambrado, para evitar que lleguen helicópteros a llevarse a alguno de los presos.
Allí se puede jugar al baloncesto, vóleibol o hacer ejercicio.
También podían visitar la biblioteca, la videoteca y la capilla tres veces por semana.
Algunas medidas de seguridad se han añadido después de su inauguración, ya que hubo episodios de fuga.
Por ejemplo, en diciembre de 2012 dos presos se escaparon desde el piso 17 haciendo un boquete en la pared y arrojando una cuerda tejida a partir de sábanas e hilo dental y sujetada de las literas de la celda.
De acuerdo al registro público de la Oficina Federal de Prisiones, que administra este centro, Ovidio Guzmán López, de 33 años, es uno de los 486 hombres y mujeres allí recluidos.
Originalmente había sido construido para albergar a 400 presos.
Desde el arresto de “El Chapo” Guzmán en 2016 y su posterior extradición a Estados Unidos, cuatro de sus hijos, conocidos como Los Chapitos, supuestamente asumieron roles protagónicos en el cartel.
Los agentes de la Agencia Antidrogas de EE.UU. (DEA) dicen que el cártel de Sinaloa es la fuente de gran parte del fentanilo ilícito que se introduce de contrabando en Estados Unidos.
Según la jefa de la DEA, Anne Milgram, “Los Chapitos fueron pioneros en la fabricación y el tráfico de la droga más mortífera que nuestro país haya enfrentado jamás”.
Después de que su padre fuera condenado en EE.UU. a cadena perpetua en 2019, Ovidio Guzmán, alias el Ratón, era considerado uno de los líderes del cartel de Sinaloa y fue acusado por Washington de conspiración para distribuir drogas para ser importadas a EE.UU.
En su primera comparecencia ante un juez en Chicago el 5 de septiembre, Guzmán se declaró no culpable de los cargos que enfrenta por narcotráfico.
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